Capítulo IV.

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—¿Sigues trabajando?

Kenma levanta su vista del computador que tiene en frente, encontrándose con Kuro, quien estaba parado a un lado de él completamente sudado después de entrenar. El pelinegro tiene una toalla alrededor de sus hombros que usa para secarse el sudor de su cara. Su cuerpo, literalmente brilla bajo la luz del sol, y a Kenma, repentinamente le cuesta concentrarse en su trabajo.

—Sí —responde finalmente antes de cerrar su computador y estirarse sobre la reposera plegable del jardín—. Bueno, estaba. He terminado por hoy.

—Bien —Kuro se sienta en la silla que está a su lado—. Iré a darme una ducha, pero estaba pensando en que quizá podríamos hornear algo más tarde.

—¿Por qué? —pregunta el teñido alzando una de sus cejas.

—Quiero pastelitos, y caseros saben mucho mejor que los del supermercado —murmura antes de tomar un trago de agua con devoción.

Kenma observa cómo se mueve su garganta mientras el agua pasa por su garganta, cómo se balancea su nuez y cómo se lame los labios cuando finalmente hace la botella a un lado.

La propia boca de Kenma ahora se siente muy seca.

—Bien —asiente lentamente el teñido—. Podemos hornear algo más tarde. Será divertido.

—Será divertido —el rubio sacude su cabeza con incredulidad—

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—Será divertido —el rubio sacude su cabeza con incredulidad—. Dios, no puedo creer que haya dicho eso.

—¡Fue divertido! —argumenta el pelinegro sosteniendo un pastelillo con glaseado rojo— Además, lo logramos.

—A costa de un desastre —Kenma señala la cocina que los rodea, la cual parece una zona de guerra.

Harina, azúcar y cacao en polvo cubren todas las superficies de la encimera. Hay cáscaras de huevo rotas en el mostrador, algunos restos de masa pegadas por muchas otras partes y tanto Kenma como Kuro tienen las manos teñidas de rojo debido al colorante.

—Podría ser peor —el ojimiel se encoge de hombros, claramente imperturbable—. Vamos, prueba un pastelillo.

Cuando el teñido hace el intento de alcanzar uno, Kuro lleva el que tiene en su mano a la boca de Kenma, este lo mira a los ojos mientras da un mordisco, quedando un poco de glaseado sobre su labio superior. El rubio, luego de masticar y tragar, habla;

—Están buenos.

Kuro extiende su mano y pasa su dedo con cuidado por sobre el labio de Kenma para recoger el glaseado que quedaba. Kenma se queda cautivado por el pelinegro cuando este lleva su dedo a la boca y lo chupa antes de sonreír y responder.

—Dulce.

Llegada la noche, decidieron preparar tragos para acompañar los pastelillos. Pronto, Kenma y Kuro se encuentran sentados en el sofá, con los pastelillos y una jarra repleta de alcohol frente a ellos, mientras cada uno mantiene un vaso en su mano mientras ríen y hablan.

Mejores amigos ; kuroken (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora