Capítulo III.

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A Kuroo le toma un par de días reajustarse al horario de Tokio. Mientras Kenma pasa los días de semana trabajando en la mesa de la cocina, Kuro duerme una siesta, juguetea con su balón de volley en el patio y hace ejercicio.

Una semana después de regresar a Tokio, Kuro entra a la cocina durante la tarde con su rostro claramente bañado de frustración. El pelinegro toma una manzana del refrigerador y le da una mordida con notorio enojo.

Kenma le mira desde su lugar, tras la pantalla del computador.

—¿Todo bien? —ante su pregunta, el pelinegro se encoge de hombros y responde.

—Esto apesta —el teñido asiente luego de suspirar mientras cierra su computadora—. No ayuda que sea un día hermoso, ni siquiera podemos salir.

—Podemos salir, pero no abandonar la propiedad —responde Kenma con simpleza—. Tienes un patio gigante.

—Sí, tal vez vaya a nadar —el pelinegro le da otro mordisco a su manda y continúa— ¿quieres venir?

—Tengo trabajo hasta las cinco.

—Después —Kuro dice con obviedad antes de botar el corazón de la fruta al basurero—. Espero que hayas guardado aquel short amarillo, gatito. Te queda jodidamente bien.

El teñido siente sus mejillas acalorarse y mientras arruga su nariz, desvía su mirada.

—Vete a la mierda.

Kenma, de hecho, empacó su short amarillo. Sin embargo, cuando se fue a cambiar, se colocó su cómodo short negro, tanto por vergüenza como por molestar al otro. Su instinto le dice que use lo que Kuro sugirió, pero su naturaleza le dice lo contrario.

De todas maneras se preocupa, puesto que nunca antes le había importado vestirse para el pelinegro, y no quería hacerlo ahora.

Cuando se acerca al patio, Kuro sonríe al verlo mientras él estaba en el borde de la piscina con los brazos en la orilla.

—Mírate... luces bien, gatito.

—Cierra la boca —le responde el teñido sentándose a su lado en la piscina.

El pelinegro apoyó el mentón sobre sus brazos ampliando la sonrisa descarada que se deslizaba por sus labios.

—Lo digo en serio —el teñido no respondió al sentir el nerviosismo instalarse en su garganta. Tratando de mantener un perfil bajo, solo rodó sus ojos y el pelinegro continuó— ¿Vas a sentarte ahí luciendo bonito o vendrás a nadar?

—Me voy a broncear.

El teñido inclinó su rostro hacia atrás, disfrutando la sensación del cálido sol. Sin embargo, Kuro negó.

—No, lo siento. La piscina es solo para nadar.

—¿Quién dice?

—Pues yo.

En retrospectiva, Kenma debió suponer lo que Kuro estaba a punto de hacer. Ha sido amigo de él durante el tiempo suficiente para saber cómo funciona su razonamiento.

Sin embargo, se permite disfrutar lo suficiente del sol como para bajar su guardia por un segundo... y ese segundo es todo lo que necesita el pelinegro para agarrar su cuerpo en un rápido movimiento y sumergirlo en la piscina.

Cuando finalmente el teñido sale del agua, se encuentra jadeando por aire mientras escucha las carcajadas del ojimiel frente a él.

—Idiota —Kenma, con su ceño fruncido, le pega en el hombro—. Eso no es divertido.

—La piscina es para nadar, te lo dije —el pelinegro vuelve a reír por breves segundos antes de recomponerse, manteniendo la sonrisa—, son las reglas.

Mejores amigos ; kuroken (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora