—¡Vaya! ¿Qué haces aquí? Creí que había pedido no ver a nadie más que a Potter y al profesor Lupin aquí —dije dejando el libro que bondadosamente me había dado el profesor para que no me aburriera tanto. Agradecí su gesto un poco irónica, porque un libro parecía ser el grano de azúcar en la sal, no servía mucho, pero se agradecía.
—¿Te traté mal cómo para que eso me incluyera? —preguntó con algo de confusión, pero sin soltar una pequeña sonrisa.
Suspiré algo confundida, porque contrario a todo no estaba realmente indignada o molesta. Ladeé el rostro sin dejar de verlo, bajando de la cama para caminar hacia la mesa, donde él lentamente dejó la bandeja del desayuno, cuidando que nada se moviera. Me reí, porque los platos y vasos parecían ser tan pequeños a su lado. Me senté y mientras acomodaba la servilleta en mi regazo, lo miré sentarse y preparé la respuesta que le daría al domador de dragones.
—No, la verdad es que no, bueno, eso es comparado a todos los demás, se podría decir que fuiste bueno —respondí y vi su sonrisa titubear, pero la regresó al instante a su rostro.
Quise reír, porque la verdad incomodar con el tema de mi tortura era mi pasatiempo favorito, con Potter lo hacía continuamente, con el profesor Lupin no daba gracia, parecía que realmente le avergonzaba y Black hubiera sido un deleite, pero desde que sucedió su golpe, no lo había vuelto a ver para mi tranquilidad.
—Pero, ¿Por qué tú trajiste el desayuno? ¿Dónde está el profesor Lupin? —preguntó y bebí un poco del té de lavanda que siempre me llegaba.
—Él y Sirius salieron junto a Harry muy temprano, pero ayer en la noche me pidió que fuera yo quien subiera aquí —asentí lentamente apretando los labios, aunque no sé porque me sentía decepcionada, es obvio que Potter no diría cada paso que daría en su cruzada, menos a mí, pero el no saberlo era molesto, porque para cada uno de mis movimiento, debía saber los de él. Era así como se juega el ajedrez, pero el rey a veces se escabullía—. Dijo algo así de que ni yo ni tú se molestarían tanto —elevé una ceja con sorna.
—Tal vez no esta tan errado. Veamos, a tu madre y padre jamás los he visto, pero sería incomodo de todas maneras. El subdesarrollado de tu hermano me es más desagradable que Ron, pero no es como que a este último quiera verlo y tú hermana... —lo vi tensar y solo porque no me caí tan mal, no diría algo tan brusco contra ella— jamás le aceptaría ni un vaso de agua, podría envenenarme.
Él asintió con una risa corta y sin gracia, pero movió la mano para que empezará a comer y eso hice. No era muy fanática de los huevos en general, pero los comí sin más de primero, para así poder iniciar con la fruta picada, quitando los trozos de piña del camino, porque era alérgica a ella. El profesor Lupin lo sabía, pero sino estaba él, no había nadie que lo supiera, así que no lo tome como un ataqué. Disfruté el pan tostado con miel y el resto del té al final, todo en silencio, pues a pesar de todo, a pesar de que recordaba que solo hablaba sin paran cuando se supone que tenía que hacerme hablar a mí, ahora solo me veía sin emitir palabra.
—No creas que no vi que no has tocado el jugo de betabel, Remus dijo que aun tienes que tomarlo —fue lo primero que dijo en un largo rato, soltando una risa más relajado.
—Ya no estoy débil y estoy segura que con el suplemento recuperé todas las vitaminas y sangre que perdí aquella noche —me quejé, pero aun así tomé el vaso y sin respirar bebí todo, escuchando como se reía.
—Él solo quiere que estés al cien —sonrió y yo hice una mueca por el pesado sabor y espesor de aquella cosa—. ¿Quieres? —ofreció abriendo una cajita de metal donde había mentas pequeñas de color verde claro.
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Demonio sin alas | Hansy
AcakMuchos demonios tienen alas, se dice que es porque alguna vez fueron ángeles. Pansy jamás las tuvo y jamás las tendrá, y es por eso que resultó muy fácil que cayera en la prisión de Potter, lugar que al parecer jamás podrá dejar. Creditos a quien c...