DECISIONES

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El hombre estaba sentado en la sala a solas. Hacia rato que había ordenado que la desalojaran en cuanto la reunión se fue saliendo de cuadro. Demasiada gente comenzaba a opinar acerca de su trabajo y eso era algo que, simplemente, no podía permitirlo. Su máximo logro estaba casi al alcance de su mano, y no estaba dispuesto a permitir que la labor de toda su vida. La piedra angular de su existencia fuera puesta bajo la lupa de individuos que no tenían ni las agallas, ni mucho menos la decisión de hacer lo que el hizo. Porque reconstruir un mundo desde las cenizas no era algo que se conseguía todos los días.

Con el dedo se acariciaba la cicatriz en su rostro con gesto ausente. Faora sostenía que le confería cierto carácter a su figura de líder y el no estaba muy seguro de que necesitara más para demostrar que era un líder nato. Forjado desde las entrañas de la estrella de Kandor, su hogar. Dru Zod era un hombre que fue creado para liderar. Y maldito sea el que se interpusiera entre él y su destino manifiesto.

Sobre su mesa estaban los reportes acerca de los disidentes, un puñado de revoltosos terrestres que continuaban sus infructuosos intentos por liberar a su patético mundo de ellos, como si alguna vez pudieran hacerlo. La lanza en su costado. Pero estaba decidido a ponerle un alto. E iba a invertir cada onza de energía que tuviera para hacerlo, y no se detendría hasta lograrlo.

-Señor.-anuncio su asistente del otro lado del comunicador-

-Pedí que no me molesten-dijo de mala gana-

-Mil disculpas mi general, pero usted mismo pidió ser avisado si es que despertaba.

El hombre se volvió a verlo.

-Esas son excelentes noticias soldado. Avise a mi esposa.

-Si señor, supuse que le agradaría saberlo.

Zod dejo la solitaria habitación y se dirigió hacia la planta baja. Su coche lo llevo hasta las instalaciones de la Corporación Luthor, donde estaba alojada el ala médica que contenía a los demás miembros de su grupo que aún no habían conseguido despertar del hipersueño. Desde que habían llegado a la Tierra, solo el, Faora y unos cuantos más habían conseguido despertar sin secuelas del estado de hibernación al que habían sido sometidos allá en Kriptón. Otros no lo habían logrado.

Kriptón. Su amado planeta que había sido totalmente borrado de la galaxia por la necedad de unos pocos burócratas.

Ingreso a la corporación por la puerta principal ignorando el saludo del recepcionista, se metió en el elevador y acciono su llave privada que lo llevaba directamente a los laboratorios secretos en el subsuelo. Lex Luthor era un parásito oportunista pero debía reconocer que el maldito era un genio. De no ser por el, aun estaría escondiéndose de esos mugrosos rebeldes y sus malditas armas de kriptonita, malditos sean, como demonios iba a suponer que los fragmentos de su mundo, esparcidos por el cosmos, llegarían hasta esta miserable roca azul para convertirse en un arma contra la que no tenían defensa?. Era un idiota muy útil. Como era de esperarse, el estaba allí observando atentamente los acontecimientos en primera fila. Si no necesitara tanto de sus recursos lo habría asesinado hace mucho. Zod debía reconocer que Lex Luthor había jugado un papel fundamental en su llegada al planeta, al anunciarlo como un hombre que venía a hacer amigos. Tenerlo como embajador era un precio muy bajo por todo lo que había obtenido a cambio. Y ahora muchísimo más. Se detuvo en la entrada de los laboratorios, asqueado por el penetrante olor a antiséptico que llegaba a su sensible olfato como el hedor de un cadáver. Lo que hizo que su desprecio por esta insignificante raza sea todavía más grande, si es que eso era posible. Pero que podía hacer, dependía de ellos y de su medieval tecnología para sobrevivir hasta que sus propios sistemas se hayan reparado.

La hija del generalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora