EL MAYARAH

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Tres días.

No había tenido noticias de Kara en tres días. Desde esa última vez en su casa, Lena no había vuelto a saber de ella. Intento comunicarse sin resultados. En la casa nadie la había visto. Y no sabía que pensar al respecto. No estaba acostumbrada a esa sensación. Sobre su escritorio estaban las fotografías. James Olsen era un imbécil, pero muy buen fotógrafo. Las había encontrado bajo su puerta hoy temprano cuando salía rumbo a la empresa. Kara y esa policía, Alexandra Danvers, con la que parecía haber desarrollado un acercamiento desde que salvo su vida en ese edificio. Las imágenes no llamaban a engaño, Kara apenas podía mantenerse apartada de ella allí en ese estacionamiento mal iluminado. ¿Como pudo equivocarse tanto? No podía culpar a la mujer policia, Kara Dru Zod era una bomba caliente de 160 libras de musculo ondulante que enloquecía a cualquiera que estuviera en contacto con ella. Entonces, interpreto mal la situación? ¿Leyó mal las señales que estaba enviando? Tal vez Lena las había leído bien, solo que no eran para ella. Metió las fotografías de nuevo en el sobre y las puso en el cajón de su escritorio. Ya era un tema terminado. No volvería a cometer el mismo error de dejarse llevar por unos ojos cautivantes y una sonrisa de niña. Debería haberse mantenido al margen como lo venía haciendo desde que había abandonado el proyecto. Pasaría la página y seguiría con su vida como siempre. No le daría el gusto a James de verla afectada por esta tontería, el muy bastardo sabía muy bien donde clavarle el arpón. Fue una suerte de que esto sucediera antes de que las cosas llegaran a un punto sin retorno.

Sin embargo, Kara no parecía ser del tipo que jugaba con la gente de ese modo. En esos momentos en los que estuvieron juntas, realmente juntas, se sintió real. Más allá de ser uno de los seres más poderosos del planeta, Kara despertaba en ella una increíble sensación de seguridad, de que nada malo podría pasarle estando a su lado. Nunca se había sentido así por nadie. ¿Era por eso que molestaba tanto? Porque picaba. Ardía. Quemaba. Al extremo de no dejarla pensar en nada más que ellas dos allí contra ese coche en el estacionamiento en mitad de la noche, cuando acababa de casi tener sexo en la cocina de su casa! La había besado, por Dios!

Llamo a su secretaria para que cancele todas sus citas hasta mañana. Recogió su bolso y salió a buscar aire o estrangularía a alguien. De camino al estacionamiento, llamo a su contacto en la comandancia y pidió la dirección de Alexandra Danvers.

Cuando llego al edificio su resolución flaqueo un poco, porque lo que estaba por hacer era una soberana estupidez. Y no habría marcha atrás. Ahora bien, ella iría a montarle una escena, con toda seguridad las encontraría allí en su living, ambas desnudas teniendo sexo, la imagen la saco de quicio. Pero eso no la detuvo, estaba allí y haría el viaje hasta lo último sin importarle lo que sucediera en el futuro. Haciendo acopio de su cacareado valor camino hasta la puerta y golpeo con firmeza.

-Lena Luthor.-respondió a la pregunta desde el otro lado-

Entonces la teniente Danvers abrió la puerta. Y Lena no supo que pensar, esperaba...bueno, no estaba muy segura de que esperaba encontrar pero ciertamente no esto. La mujer estaba casi desfigurada, con un ojo, su mejilla derecha amoratada y el labio partido con un severo corte. No era la vampiresa que imaginaba.

-Que desea.-dijo cortante, apenas había abierto la puerta, que la tenía con seguro-

-Busco a la mayor Zod.-Lena hablo con la mayor dignidad posible, ambas sabían que ella nada tenía que hacer ahí-

-Que le hace pensar que esta aquí.

-Mire teniente, jugaremos su juego si así lo quiere.-dijo Lena ya cansada-Solo dígale que pase a verla, porque no se ha reportado y estoy preocupada por ella. Con toda esta situacion. Que tenga buen día.

La hija del generalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora