LA CASA DE EL

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-Hola, hermanita.

Lena encontró a su hermano Alexander en su oficina esta mañana. Con una copa de su mejor whisky.

-Hola, Lex. Como estuvo tu paseo.

Dijo con una amplia sonrisa, mientras dejaba su bolso y tomaba su sitio en el escritorio. Y comenzaba a revisar su agenda, tomo el mando a distancia y encendió los monitores.

-Bien. Como podía esperarse.

-Me alegro. Son buenas noticias.

-Desde luego.-sonrió el hombre-Y, dime, como han estado las cosas por aquí. Escuche que tuviste algunos días muy interesantes.

-Algo así.

-Y que la mayor Zod y tu se han vuelto muy cercanas.

-Si, es verdad. Descubrí que es más agradable que sus padres.

Ambos rieron de su broma.

-Que no me quieres contar, Lena?-dijo casual, sin dejar de observar el vaso en su mano-

Decidió ir al grano.

-¿No te lo dijo James?-Lena se recostó en su sillón-

Lex hizo un mohín. Lena no era estúpida. Siempre había sido la única persona capaz de leer sus intenciones, fue por eso que dejo de jugar ajedrez con ella.

Más allá de que Lex consideraba a James un arribista, eso no le impedía usarlo a su conveniencia como si fuera uno de sus empleados. Lex era un convencido de que todos tenían un precio. Que podía usarlos como peones.

-El pobre sujeto ya no sabe a que altar rezarle para que le des otra oportunidad.

-¿Qué, ahora estás de su parte?

-Solo me intereso por ti, chuletita.

-No te preocupes, estoy muy bien.

Lex entonces se puso de pie. Dejo el vaso sobre el amplio escritorio y se coloco delante de su hermana menor apoyando las manos en el escritorio y la miro a los ojos. Cuando eran niños, Lex usaba ese truco para imponerse sobre su pequeña hermana para intimidarla. Pero lo cierto era que Lena ya no era una niña impresionable y pendiente de la aprobación de su hermano mayor. Se había convertido en una mujer con todas las letras, con su propio criterio y su propia forma de hacer las cosas.

-Solo di lo que viniste a decir, Lex. Las sutilezas no son tu fuerte.

-Esa mujer, Lena. No es una chica común y corriente que puedes encontrar en cualquier bar de Metrópolis.

-Eso espero. Sería muy triste si fuera de ese modo.

-Solo asegúrate de estar lejos cuando todo le explote. No me gustaría verte lastimada, si eso sucede.

-Ya me conoces. Eso nunca pasara.

Lex se irguió. Bebió el último trago de su copa, arreglo su corbata y salió de la oficina.

Camino al ascensor saco su teléfono y marco un número.

-Hazlo.-fue su única palabra-

Kara llego a su casa, después de varios meses de permanecer en el ático de Lena y se sintió una extraña. En más de un sentido. Nunca le había dado mayor importancia a esa molesta sensación de que no pertenecía a su familia. Pero era algo que la había acompañado a lo largo de toda su vida, sus padres no eran muy dados a las muestras de afecto que veía en los demás. Ahora ya no sabía que pensar.

Sabía que sus padres habían llegado hace poco de su gira mundial. Otro de los intrigantes planes de su padre. Los encontró en el comedor, dispuestos a almorzar. Cuando se presento delante de ellos.

La hija del generalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora