LA HIJA DEL GENERAL

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Luthor Manor no podía estar más colmada de gente.

Mientras Lex se concentraba en recibir a los invitados, Lena se mantenía lejos. Tal y como lo había prometido, ocupándose del servicio y de los detalles de última hora. Cuando, en un momento de la velada, justo cuando caía la tarde, los Zod hicieron acto de presencia. En la entrada a la casa, un pequeño grupo de periodistas, todos con pases especiales, esperaban a la familia que descendía de la limusina a prueba de balas. Lena sonrió ante la ironía. El general y su esposa, vestidos para la ocasión de rigurosa etiqueta. Y un paso más atrás, su hija. Hubo un minuto de silencio que llego hasta Lena con la potencia de un mazo. Incluso James, a quien le había conseguido un pase especial, se quedó quieto observando a la muchacha que caminaba seria detrás de sus padres ataviada en un costoso vestido de Armani. Alta y sobrenaturalmente hermosa. Llevaba su cabello perfectamente recogido, y en su hombro derecho desnudo el tatuaje distintivo de su casa; Zod. Militar también, dedujo Lena por su porte y su forma de caminar. Había escuchado de Lex que estos seres, en su planeta, estaban divididos por castas. Cada una con una función asignada desde su nacimiento y de la cual no podían desentenderse. La velada realmente dio inicio cuando los Zod arribaron a la casa.

-Señorita Lena.-la llamo uno de los camareros-Su hermano requiere su presencia en el salón.

De mala gana Lena tuvo que irse. Esperaba poder darse una escapada, pero debió saber que con Lex nada era gratis. Llego hasta donde estaban caminando tranquila, su vestido azul era perfecto para la ocasión y resaltaba sus atributos sin caer en lo vulgar.

-Oh, aquí estas. -dijo Lex con una amplia sonrisa-Ven, quiero que saludes a los Zod.

Lena escondió su fastidio, los Zod eran, lo más parecido a un montón de campesinos que Lena había visto o tratado. Sin modales. Sin normas de etiqueta. Sin clase. Sin embargo, les sonrió cordial y acepto los escuetos cumplidos que recibió por parte de sus invitados de honor. Si su madre la viera, se partiría de risa. Entonces Lex la tomo por la parte baja de la espalda y la condujo hacia la mesa de ceremonias, donde Kara Dru Zod permanecía de pie. Sola, con una copa de champaña sin tocar.

-Kara.-llamo su hermano a la chica sacándola de su estado-Quiero que conozcas a mi hermana Lena.

-Hola,-dijo la dueña de casa-bienvenida.

-Gracias.-respondió la rubia con un fuerte acento-

-Bueno, las dejo en buena compañía. Debo atender unos asuntos, Kara si necesitas algo, cualquier cosa, Lena lo conseguirá para ti.-dijo colocando las manos en los hombros de Lena con una sonrisa-

Y las dejo solas. Lena hervía de rabia. Ese hijo de puta le tendió una emboscada. Kara dejo la copa sobre la mesa, harta al parecer de no saber que hacer con ella en las manos, miraba la fiesta con indiferencia y constantemente se masajeaba las sienes.

-¿Te sientes bien?-pregunto Lena-

-Hay demasiado ruido, me duele la cabeza.-dijo la chica-

Lena entonces razono que sus oídos sensibles debían estar matándola, hasta que aprenda a filtrar los sonidos sería una molestia constante.

-Si me lo permites, te llevare a un sitio más tranquilo. ¿De acuerdo?

Kara asintió conforme. Entonces Lena la tomo del brazo y la llevo al jardín trasero de la casa, justo detrás de las amplias puertas del invernadero. El sonido había mermado en parte, no era la gran cosa pero al menos Kara Zod podía relajarse un poco. Se detuvieron en el balcón, frente a ellas estaba el estanque, Lena la soltó y en su mano permaneció el remanente de calor. Aparte de la sensación de tocarla, toda ella era firme. Como acero forrado en piel.

La hija del generalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora