Capítulo 27

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Elizabeth

La vida es así, inesperada. Hay momentos en los que estás tan bien que parece mentira, y en otras ocasiones, el destino mismo se encarga de cambiar los planes o el rumbo. A veces para bien, otras para mal, otras simplemente para que enfrentes las cosas y aprendas; aunque en ese intervalo de tiempo te choques la cabeza contra la pared, por no frenar a tiempo.

Esto último fue lo que me pasó con Thomas el año pasado. Mis amigas mismas me tacharon de inmadura, de aniñada, de caprichosa. Y, es cierto, desde que mamá no está, los problemas los he resuelto escapando o evadiéndolos.

La mayoría de las veces, cuando las situaciones me sobrepasaban o el dolor llegaba, era él quien estaba ahí para tomarme entre sus brazos, aguantar mis ataques de furia o llanto y me volvía a levantar; pero cuando la misma persona que te da ánimos es la que te causa una herida, el problema resulta ser enorme como algo que no tiene solución. Llevándolo a los extremos, donde te comienzan a asaltar las preguntas sin respuestas, te tapa el dolor como si fuera algo que no tiene remedio; y como ya no está esa persona que te guía por el camino, parece casi imposible sobrellevarlo.

Tal vez hui, pero era necesario para conocerme, para armar mi propio rompecabezas sola y hacerme más fuerte de lo que era. Al estar acostumbrada a que otros me apoyen o me consuelen, dejé de protegerme a mí misma y me convertí en alguien absolutamente diferente. Pensé que ya nada me iba a lastimar tan intensamente como la pérdida de mi madre, y aunque el alejamiento que tuvimos con Thomas no se compara, para mí fue como desconocer completamente a la segunda persona que en mi vida tiene demasiado peso, demasiada importancia.

Me sentí traicionada por muchos meses, incluso hasta ahora es como que tengo ciertas dudas del porqué todo tuvo que llegar a tales extremos, pero lo vamos resolviendo y eso hace que mi semblante esté mucho más relajado que antes.

Apenas Thomas se fue a trabajar, me llegó un correo donde adelantan la fecha de mi último examen para pasado mañana. Me alegra saber que al fin voy a resolver otro dilema que tenía atascado en el camino.

Inmediatamente, saco el pasaje para el vuelo más próximo y me dispongo a llenar una pequeña valija con tres mudas básicas para manejarme, guardo mis cosas personales y llamo a Alex para ver si está disponible un lugarcito en su hogar, ya que no quiero gastar dinero en alquilarme un hotel por tan poco tiempo. Por suerte, está muy contento de recibirme y de volver a verme, esperándome con ganas para que le cuente todo lo sucedido. Dice que tiene algo muy especial para mi pulguita.

No dejé de tener contacto con él y, aunque Thomas todavía no lo sabe porque no encontré la manera de decirle que sigue siendo un amigo, estoy tratando de idear una forma de comunicárselo, más que nada es para que se quede tranquilo de que esos días voy a estar bien.

Por parte sé que su reacción no va a ser de la mejor, porque Alex es motivo de algunas de sus pesadillas; ya que piensa que cuando las cosas entre nosotros se pongan complicadas voy a volver a alejarme e ir corriendo tras él, cuando la realidad es que nada que ver.

Eso es algo que tiene que resolver por sí mismo, porque no le estoy dando ningún motivo para que desconfíe de mí. Hablamos muchísimo del tema «confianza» hoy mismo, espero que eso lo tenga presente.

Después de preparar las cosas me dispongo a estudiar un rato y organizar el material para llevarlo. Busco mis documentos y mi pasaporte y esto hace que me tope con mi antiguo diario.

Acaricio el cuaderno como si fuera un tesoro. Saber que Thomas lo leyó me causa algo de pudor, ya que ahí conté demasiadas cosas, pero a la vez me saca una sonrisa. No me molestó que haya invadido mi espacio personal, entiendo que cuando me fui es lo único que le quedó para tratar de "entender" el porqué de mi escape.

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