Capítulo 3

25 1 0
                                    

"Mentiras piadosas"

Okey. Un posible Dios estaba moribundo en mi sillón.

Después de mi shock de 3 segundos que tuve busqué con la mirada mí arco que está -desgraciadamente- fuera de mi alcance. Lo bueno es que justo a mi lado había un florero.

Lo tomé tan rápido como pude y lo alcé en el aire, dispuesta a arrojarselo al Dios. Sin embargo al volver a verlo me doy cuenta que tiene los ojos cerrados.

Me acerco un poco a él y le pateo el pie. No reacciona. Supongo que se ha desmayado.

Suelto el aire que contuve de golpe. Dudo en quitarle los ojos de encima, así que me senté en el otro sillón enfrente de él aún con el florero en las manos, no vaya a ser que se despierte y me ataque. Observo como la flecha que tiene aún en el hombro sube y baja lentamente.

No se que hacer, si le hablo a la policía me meteré en problemas también, y no es como que tengo el número de los Vengadores, ¿Que se hace en estos casos?

Después de pensar mucho al respecto me decido por dejar el florero en la mesa e ir corriendo por mi arco y el carcaj y regresar junto a él.

Desde ahora tenía que ser veloz con mis movimientos y mantenerme firme, así que sosteniendo mi arco y una flecha con una mano agarre de nuevo el florero con la otra y arroje el agua, empapando la cara y ropa del Dios, este dio un respingo y me apresure a apuntar le.

-Sé quién eres -le informo lo más neutral posible, obligando a mi cuerpo a no temblar.

-Te voy a hacer pagar por esto -me amenaza con su mirada cargada de enojo, limpiándose el rostro con una mano.

Lo veo tratar de incorporarse así que disparo y la flecha da justamente debajo de su entrepierna, perforando solo el sillón. Mira atónito la flecha y aprovecho su distracción para volver a cargar otra y apuntar de nuevo.

-Has otro movimiento y está vez dare justo en tu pecho, ya viste la buena puntería que tengo -le devuelvo la amenaza y veo como este, al levantar la vista de nuevo hacia mi, el color azul de sus ojos cambia a verde.

Ignoro el hecho. Quita la flecha del sillón y la arroja a un lado, después se vuelve a recostar en el respaldo, pero al hacerlo hace una mueca.

Supongo que se había olvidado de sus heridas.

-Entonces déjame ir -pide viendo su hombro herido.

-¿Qué haces aquí? ¿Vas a atacar otra vez la tierra? -pregunto.

-Eso a ti no te importa -responde tajante, acto seguido agarra la flecha y se la arranca del hombro, llevándo se quejido. -Mierda -susurra con un dolor al ver qué la herida empieza a sangrar de nuevo.

-Te desangras -apunte a lo obvio. -Hagamos un trato; yo te curo y respondes mis preguntas -propongo pero el parece ignorarme, así que intento con amenazar lo más -Bueno, entonces llamaré a la policía, y no me importa meterme en problemas, tú lo estarás más.

Me llevo una mirada fulminante de su parte. Pero funciona, porque empieza a hablar:

-No sé cómo llegué aquí, de un momento estaba con los Vengadores tratando de escapar con el Tesseracto y del otro volé hacia un edificio, que por el nombre parecía también pertenecer a ellos. Vi una nave y quise subirme pero uno de esos tontos custodios me vio y disparó al objeto, haciéndolo explotar.

»Yo me fui de ahí como pude, pero mientras iba sin rumbo me tope con un grupo de tontos maleantes y me atacaron. No sé por qué razón lograron derribar me, pero lo hicieron. Cuando pensaron que estaba muerto ya que uno de ellos me apuñaló, se fueron y aproveché para irme, subí a un edificio para estar a salvo pero luego llegaste tú y me disparaste la flecha.»

FlechadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora