Capítulo 3

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Sentía mi corazón palpitar tan fuerte que me dolía, cada latido era insoportable pensé por unos segundos que se detendría en seco. Aquellas palabras confirmaban mi mayor temor.

—Lina estas embarazada —mencionaba un poco preocupada—, y también tienes una infección —dijo soltando unas muecas.

—Entiendo —brotaban de mis ojos unas pequeñas lágrimas—. ¿Puedes llevar a Sofí a comer?, necesito asimilar todo esto —salí en dirección al baño, dejando a mi hija con la única amiga que tenía.

Entre rápido al primer cúbiculo vacío y me puse a llorar tapando mi boca para que no pudieran escucharme, sentía cada escalofríos y el ardor de mis ojos en cada grito de dolor.

Habían pasados varios minutos, casi no tenía voz, mis ojos ardían y sentía mi rostro pegajoso.

—¿Qué voy a hacer? —murmurré y miraba la puerta casi sin energías—. Además ¿una infección? ¿Será grave? —regresé de mis pensamientos al escuchar unas voces familiares que entraron.

—¿Es cierto que estás con él? —dijo alguien con un tono de voz sarcástica—, siempre lo veía con Lina, aunque ¿ella es casada verdad?

—Lo sé, pero se ve que no le gusta estar con solo una —soltó unas carcajadas—. Además Lina está algo vieja y me buscó a mi que soy más joven, el mismo me lo dijo —al escuchar esas palabras se me corto el aliento y sentía un fuerte dolor de cabeza—, tiene una hija es obvio que buscaría una sin criaturas.

—Si ella se entera la pelea que se va armar —escuchaba sus risas.

—¿Pelea? —repitió con voz caprichosa—, ella es casada, si sabe lo que le conviene se quedaría callada, solo fue su desahogo yo seré la oficial.

Salieron casi al instante de terminar de decir eso y yo también para lavarme el rostro.

—Entonces si es verdad —una sonrisa se dibujo y solté una leve carcajada—. Tú también me engañabas y con alguien que es peor que yo.

Salí del baño, mientras le marcaba a mi amiga para que me de la dirección de donde había llevado a comer a mi niña.

—Ten cuidado —había chocado con alguien por estar distraída con el celular y mis pensamientos.

—¿Lina? ¿Hoy trabajas? —dijo asustado el hombre con quien había sido infiel, acto al cuál le solté una cachetada—.¿Qué te pasa? —las personas cerca se detuvieron y lo tuve que sacar hacía el estacionamiento.

—Voy a ignorar que estas teniendo sexo con otra —grité enardecida con la poca voz que me quedaba—, o que seguramente me pegaste una puta infección por que nunca usas condon, pero ¿quieres saber qué me pasa? —le tire los papeles cerca al pecho—. Estoy embarazada, maldito irresponsable.

No hubo palabras por un largo tiempo y veía su cara asustada, así como empezó a temblar un poco hasta que reunió aliento de nuevo.

—No, no puede ser mío, debe ser de tu esposo —reclamó queriendo huir, al cual sujete con fuerza de su brazo.

—Tal vez, pero hasta que no esté segura tienes responsabilidades conmigo —me limpié los pequeños brotes de lágrimas y solté su brazo—. Olvídate de volver a tener algo conmigo, esta vieja es mucha mujer para ti, porqué eres tan poco hombre que hablaste mal de mi para llevarte a la cama a otra.

—Me iré a casa, necesito pensar lo que me has dicho —titubeaba y evadia la mirada—, no sé como te enteraste de eso,solo más rato hablamos —salió corriendo y antes de seguirlo miré que mi amiga había mandado un mensaje.

Salí del estacionamiento aún enojada y en el auto me dirigí hacia un restaurante donde me esperaba con mi hija.

—¿Mami por qué tardaste? —dijo mientras jugaba con la comida, al cual le solté un pequeño enojo.

—No es nada, sigue comiendo —tomé asiento y suspiraba lento para eliminar mi enojo—. Disculpa, se que te interrumpí —miraba a mi amiga, mientras sacaba los papeles algo arrugados y buscaba la infección—, tricomoniasis me contagio, es tratable al menos...

—Pues es lo que se detecto, tranquila iniciaremos rápido tu tratamiento para que tu bebé no corra ningún riesgo —sujeto mi mano con delicadeza y me miró a los ojos—. Eres casi una hermana para mi y siempre estaré apoyandote.

—No sé si deseo tenerlo, lo encontré, le confronte y huyó a su casa —solté un leve suspiro seguido de una risa nerviosa.

—¿Mami estás llorando? —miré a sus ojos algo tristes y tuve que calmarla para que no se alterara.

—No tranquila, son de felicidad —solté una sonrisa falsa y leve—, come cariño.

—Lina, tranquila si deseas eso, es legal —me acercó un plato—. Debes comer, no sabía que te gustaría y te pedí algo de pollo y papas fritas —me mostró una sonrisa alegre—. Era tu comida favorita de niña, más bien creo que era lo único que te gustaba comer.

—Gracias Mili, no hubiera resistido sin ti —llevé un poco de comida a mi boca y traté de comer lo más que pude, sin sentir hambre haciéndolo por compromiso, sentía un poco de náuseas.

—¿Quiénes lo saben? ¿Solo yo? —me miro casi desconcertada—, aún no le has dicho a tu esposo ¿verdad? ¿Tiene sospechas?

—Solo tú y bueno mi madre —desvíe la mirada e hice un leve gesto de desagradó—. Si se le puede llamar así, ella es... —me vi interrumpída antes de terminar.

—Tú madre es una arpía y una muy jodida, nunca estuvo presente. Ni siquiera cuando tú... —soltó un leve suspiró y guardo silencio—. Disculpa, casi digo un mal recuerdo.

—Algo, me enteré que se veía con otra porqué en el baño estaban hablando, su voz me parecía familiar —mordía un poco mis labios tratando de recordar quienes eran esas mujeres—. Ese idiota dijo que era una vieja y que ya no servía para eso —hice un énfasis y abrí mis ojos cuando mencioné eso—, es solo un mujeriego con una estúpida suerte.

—Bueno por fin abriste los ojos, aunque engaño se paga con engaño —murmuró, mientras me veía como reclamándo mis errores—. Ya debo volver a la guardia, estaré hasta mañana por si necesitas aún hablar.

Se despidió de mi y mi hija, al cuál salí después de pagar la cuenta rumbo a la casa de mi madre.

—Bien Sofí vas a quedarte con la abuela unos minutos, tengo que hacer algo muy importante —dije, mientras sentía como mi cuerpo temblaba del miedo.

—Pero yo no quiero —susurró enojada, mientras no quitaba de vista la carretera—, ella no me deja hacer nada ni ver televisión.

—Lo sé, pero mami debe hacer unas cosas primero —seguía conduciendo y vi su cara enojada—. Te compraré dulces, lo prometo —una sonrisa se dibujo y me alegre un poco.

Conduje por más de media hora hasta llegar a la casa de mi madre, tras asegurarme que no estaba ebria y le encargué que la cuidara.

Volví a conducir con algo de miedo, mientras las luces se prendían y veía los últimos rayos de sol. Al llegar a su casa noté que no tenía prendida ninguna luz.

–¡Ey idiota! —toque la puerta con fuerza, pero nadie atendió—. Supongo que esta bien entrar —use la llave que me había dado y entre.

Seguía todo oscuro, y vi varias cajas con ropa en el suelo. Una sensación de frío recorrió mi cuerpo hasta llegar a la sala donde vi una hoja.

—Tengo una mala sensación —susurré para mi misma, tomé temblando la hoja y solté unas lágrimas.

El contenido de dicha hoja era el siguiente:

"Lina, si llegas a leer esto es porqué no quiero hacerme cargo de ese bebé tuyo. No me intentes buscar"

El fruto de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora