Capitulo 6

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El ambiente dentro del carro era tenso, no podía mirarlo a los ojos.

—No me llamabas por mi nombre desde —soltó un quejido algo triste—. Creo que he olvidado cuando fue la última vez.

—Lo siento —dije cabizbaja.

—Cariño si sucedió algo podemos resolverlo —mencionó queriendo tocar mi mano al cual alejé de manera brusca.

—Por favor no quites la mano del volante y solo, llévame a verlo.

Vi como su mirada se volvía extraña y melancólica, no volvió a hablar en el transcurso del camino hasta llegar.

—Quiero ir sola, espero no te moleste —susurré con la voz cortada.

—Cariño... —cerré con fuerza la puerta del auto y entraba de forma rápida hacia el guardia.

—Buenas tardes, vengo a ver a mi padre, es "Bernad" —el guardía solo asintió y abrió las rejas—. Gracias.

Camine por unos minutos había pasado tiempo, pero aún recordaba cada laude que veía antes de llegar a la de él. Veía a muchas familias, supongo que era normal era un día de visita común, en especial este lugar donde el césped era agradable y parecía que por unos instantes olvidarás que es el descanso de muchos.

Me detuve viendo por unos segundos, al parecer se había llenado un poco de polvo así que apresuré a limpiar su nombre con mi manga.

—Perdón por no venir a verte papá —me senté y solté un leve suspiro—. Hay tanto que contar aunque seguro ya me has visto, así que dime papá ¿Empiezo por las cosas buenas o voy directa a los problemas?

Sentí como la brisa rozaba mi rostro, así varias mariposas se acercaban hacia mi y descansaban sobre mi regazo.

—Estas aquí —susurré—. ¿Recuerdas la última vez que pudimos hablar?, mencionaste que podía seguir sin ti, que me tocaba soltar tu mano —lagrimeé un poco—. Trabajo en un hospital ahora y tuve una hija, la hubieras amado yo creo que tiene tus ojos.

Detuve mis palabras por unos segundos, al mismo tiempo que algunas gotas empañaban mis mejillas.

—Yo fallé también —tragué un poco de saliva—. Me derrumbe muchas veces y atente contra mi vida, he podido mantenerme solo me es difícil como ahora. Papá, soy como mi madre, engañe a mi esposo, te decepcione —agaché la cabeza y comencé a llorar en silencio.

Mi vista se nublo y sentía una presión en el pecho.

—Creo que hice bien en no quedarme afuera —senti como me rodeaba entre sus brazos—. Lina por favor —susurraba en mi oído.

—Gabriel yo debo decirte algo, es...

—¿Recuerdas cuando me presentaste a tu papá?, yo no sabía que me traerías aquí —veia como una sonrisa se dibujaba entre sus labios.

—Tenía dieciocho y tu igual, lo hice porqué pensé que te alejarias así de mi como todos.

—Y me quedé a tu lado amor, ¿recuerdas?, saludé a tu papá y le hablé que quería estar contigo.

—Eso fue muy lindo de tu parte, de verdad —sonreí—. No, fue hermoso y recuerdo que unas mariposas se posaron sobre tus hombros.

—Lo hice, porqué sabía que eso querías tu sin decírmelo. Cariño ¿estás bien? —miró a mis ojos directamente que aún brotaban leves lágrimas.

—Gabriel yo... —limpiaba con su mano mis mejillas empapadas, me hacía sentir su calidez—. Estoy embarazada —desvié la mirada.

—Es una buena noticia cariño —sonreía y acercaba sus labios hacia mi al cual me aleje.

—Yo no sé si es tuyo —dije cabizbaja y con la voz quebrada.

—¿Qué estás diciendo? —su rostro se apagó, mientras se alejaba de mi.

—Yo te engañe y no sé de quién de los dos es el bebé que llevo dentro, lo siento —volví a llorar sin levantar la mirada esperando algún reclamó.

—Esta bien —no levanté la mirada.

—Carajo por favor ódiame, gritamé —dije enardecida.

—No, no lo vale —levanté mi mirada y noté su rostro indiferente.

—Gabriel, por favor —el solo se levantó sin verme.

—No, es hora de irnos te dejaré en la casa —comenzó a caminar hacia la salida al cual seguí detrás de el.

Mis piernas tambaleaban de a poco y caminaba con la cabeza hacia abajo, al llegar al auto no pude evitar preguntarle de nuevo.

—¿Gabriel, qué harás? —sostuve mis manos cerca a mi pecho.

—Sube al auto y baja tus manos —hice caso y el no podía mirarme—. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Por qué esperaste tanto? —empezó a andar al auto.

—Casi un año —dije con la voz quebrada, mientras aún intentaba cruzar nuestras miradas y pude ver sus ojos brillosos—. Yo, yo iba a decírtelo.

—¿Cuándo te enteraste del embarazo? —su voz estaba por romperse y aún así se mantenía firme.

—Hace dos días, ¿puedes insultarme?, eso te hará bien.

—No, no me haría sentir bien —soltó un suspiro—. No me hace sentir bien enterarme de esto, ni que nunca mostraste señales o tal vez fui muy ciego.

—Gabriel —susurré.

—Fui tan mal esposo que tuviste que buscar a otro hombre para escapar de nuestro matrimonio —veía unas lágrimas salir de sus ojos hasta rodear a sus mejillas.

—Tú —titubeé un poco—. Fuiste un esposo amoroso, yo soy una idiota solo sentí culpa cuando quede embarazada y aún así te pedí que me perdones.

—No intentes disculparte conmigo, no puedo hacerlo y aunque me llené de rabia jamás podría insultarte me diste varios años de felicidad y una hermosa hija.

Hubo un silencio y nos detuvimos en el semáforo.

—Me duele más el hecho de que tal vez pude haberte perdonado si hubieras sentido culpa antes de saber que estabas embarazada, pero tú misma lo admites nunca la sentiste. Yo confíe en ti, en cada palabra, cada momento, no sé si lo que pasó este año fue real o no.

—Gabriel yo te amo, sé que puedo demostrartelo... —lo miré directamente y traté de tomar su mano.

—No, tu no me amas —alejo su mano y volvió al volante—. No engañas a quien amas, no le mientes y mucho menos te acuestas con otra persona.

No volví a entablar alguna conversación el resto del camino, por ratos podría jurar que el hombre que creía duro y que no lloraba se está a derrumbando en cada lágrima que brotaba de sus ojos.

—Llegamos, bájate por favor.

—Gabriel, ven a la casa.

—Bajaté de una vez Lina —su tono de voz se agravó y accedí a su petición.

—¿A dónde irás? —sostenía aún la puerta antes de cerrarla.

—Creo que ya no tienes ese derecho a preocuparte, tal vez te haga lo mismo —se acercó y cerró la puerta el mismo.

Pude ver como se alejaba, al mismo tiempo que me ponía en cuclillas sujetando mi cabeza para llorar.

El fruto de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora