Capítulo 9

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Había pasado un par de horas después de mi conversación.

—El tiene razón —puse ambas manos en mi cabeza, al mismo tiempo que la bajaba—. No puedo dejar de pensar en como le fallé, no puedo perdonarme.

Pasaron unos minutos y decidí salir de la casa.

—Necesito sacarme esta duda —solté un suspiro de decepción—. Olvidé que se llevó el auto, creo que tomaré un taxi.

Revisaba mis bolsillos y me percate que apenas había sacado mi celular, al girarme para volver a entrar tampoco traía mi llave.

—Maldita sea —dejé caer mi rostro contra la puerta, mientras lagrimeaba un poco—. Tengo que esperarlo.

Pasaron varios minutos hasta que ví el auto llegar y a mi hija bajar feliz de el.

—Mamá —gritaba energéticamente, mientras la cargaba en mis brazos y le daba un beso en su frente.

—Necesito usar un rato el auto, iré al hospital —sonreí un poco.

—Esta bien —sostuvo a la niña en sus brazos, mientras me daba la llave—. Confío en ti —susurró cerca a mi oído y entro la casa.

Conduje durante varios minutos hasta llegar al hospital donde trabaja.

—Vaya... —me acerqué a la recepción y solicité una ecografía, al cual me dijeron que tomara asiento y esperara unos minutos—. El chisme va a volar rápido aquí —hice una mueca.

—Lina —escuche su voz melodiosa y voltee rápido a verla.

—Mili —se sentó a mí lado y me abrazó rápido—. ¿No sabía que estabas de guardia?

—Hablas como sino quisieras verme, a que debo tu visita —sonreía con sus labios tratando de quitarme mi boleta.

—Vine por una ecografía, sino tienes nada que hacer, ¿podrías acompañarme? —solté un suspiro y dejé caer mi cabeza en su hombro.

—¿No quieres que te acompañe? —acariciaba mi cabello un poco—. ¿O acaso no se lo pediste?

—No se cuantas semanas tengo y tal vez, solo tal vez es de él —escuche como me llamaban por mi apellido y me paré, ella iba detrás mío.

Al entrar me recosté rápidamente, conocía bien el procedimiento.

—Sentiras algo frío que es el gel, solo relájate —sentí como echaba el gel y mi cuerpo se estremecía por el frío.

Comenzó a buscar y veía la pantalla, aún deseaba que solo fuera un retraso un error de las pruebas.

—Bueno es pequeña, pero aquí está el embrión —veia la pantalla un poco y noté que era más grande de lo normal.

—Apenas se me cortó la regla, ¿cuánto tengo? —me asusté un poco.

—Debes estar en la semana diez —menciono, mientras imprimia mis resultados—. Puede varias unos días, pero es el estimado.

Recogí mis resultados y salí, tome asiento de nuevo, revisaba mi celular tratando de regresar a que mes era.

—¿Entonces ya sabes de quién es? —se sentó a mí lado y me miraba preocupada.

—Es el mes de mi cumpleaños... —dije cabizbaja y contuve la respiración por unos segundos—. No me ayuda en nada.

—¿Espera no me digas que?¿Llevabas cerca de tres meses con el? —la mire enojada y le pellizque el muslo.

—No tienes que ponerte a gritar a todo el hospital mi vida sexual, además recuerdo que esos días fue cuando estuve con mi esposo, pero el día de mi cumpleaños fue cuando conocí al idiota ese y también —solté una mueca.

—Ya veo —solto una risa leve—. Te dieron tu premio doble entonces —reía levemente y se cubría su rostro.

—Me alegra que mis errores te diviertan —revolvia mi cabello un poco y sentía leves dolores de cabeza.

—Pues quedan los días más y menos, posiblemente tu esposo ya te había embarazado antes, si te sirve de consuelo —acaricio mi cabello y bajo mis manos—. No me burló, pero es que, que esperabas después de haber hecho algo malo.

—De verdad quiero creer lo que dices, en serio pido con todas mis fuerzas que este bebé sea de mi esposo.

—Lo divertido es que ya no te veré tomar durante algunos meses —me dió una sacudida, que finalizó con un abrazo—. Mi alcohólica favorita, ya me tengo que retirar.

Me despedí y la vi alejarse, tal vez ella tiene razón.

Al salir del hospital sentía algunos antojos y no pude evitar mirar algo de comida callejera.

—Es solo una hamburguesa no me haría mal comer —sentía un fuerte antojo y camine algo rápido a comprar una.

Mientras esperaba que me entregarán mi pedido, veía de reojo al idiota ese.

—Así que sigue viniendo al hospital —susurré, miraba de manera disimulada cuando subía a su auto con una de las enfermeras.

Recibí mi pedido y empecé a comer, me daban ganas de ir a chocar su auto con el mío o romperle alguna luna.

—Este bebé no solo le gusta la comida grasosa, sino que es muy vengativo —sonreí un poco—. A quien engaño, aún quiero romperle su rostro —subí a mi auto y dude por unos segundos, hasta que comenzaron a irse.

Al llegar a casa aún no sabía que hacer, si decirle que seguía con dudas o darle una leve esperanza.

El fruto de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora