Capítulo 11

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Mis nervios se habían apoderado de mi unos minutos, ¿Por qué demoraba tanto? ¿Habrá sucedido algo? ¿Sé habrá arrepentido?

—Dios —mordía un poco mi labio y me miraba en el espejo, mientras me ponía el babydoll—. Me veo hermosa —sonreí un poco.

Suspiré lento y me recosté sobre la cama. Los minutos se me hacían eternos, hasta que por fin escuché abrirse la puerta principal y me emocioné.

Cada paso de la escalera solo aumentaba mi emoción, mi corazón no paraba de latir. Veía emocionada la puerta y trataba de contener mis risas de los nervios.

—¿Cariño? —abrió lentamente la puerta y se ruborizó al verme, sus ojos brillaron al verme—. Oh, supongo que estabas con prisa —dio un leve mordisco a su labio—. Me encanta que uses el negro.

—Bueno es algo que te gusta mucho —casi no pude acabar de mencionar esas palabras, se había acercado a mí y me levanto del suelo con mucha facilidad sujetando mi trasero—. Ahora eres tu el impaciente —crucé rápido mis piernas y empecé a darles varios besos.

Sentía su respiración caliente cerca de mi cuello en cada beso, así como la presión que aplicaba sobre mis glúteos, no podía dejar de ponerme colorada con cada segundo que pasaba.

—Amo sentir el calor que emanas cariño —dió un leve mordisco a mi labio, al cuál solté un leve gemido—. Ahora me gustará vengarme un poco a mi manera —mencionaba mientras me dejaba caer sobre la cama.

—¿Pues que idea tienes en mente? —solté una sonrisa coqueta, y el se acercaba sacando un pedazo de tela de su bolsillo—. ¿Quieres vendarme los ojos?

—Un poco —tapaba mis ojos y quedé a ciegas, escuchaba como su pantalón caía al suelo—. Bien ahora, quiero que lo lamas un poco.

—¿Esa es tu venganza? —comencé a acariciarlo torpemente y pasaba mi lengua un poco, sentía un poco su empuje.

Seguí por unos segundos hasta que poco a poco pude meter un poco más.

—Bien —sentí su voz grave y sus manos en mi cabeza, al mismo tiempo que lo metió con fuerza abriéndose en mi garganta y sacándolo rápido después de hacerlo.

—Ey —tosí con fuerza y me quite la venda—. Eso me dolió —no me dió tiempo a quejarme, me empujó y me recostó a la fuerza, mientras me bajaba el calzon y se acerca a mi pubis.

—Cariño —sentía como pasaba sus dedos sobre mis labios—. Estás un poco mojada, pero creo que aún se puede más —osbervaba de reojo como acercaba su cabeza y comenzar a lamer al cuál me estremecía rápido.

—Ahí, justo ahí —mordí mis labios para no hacer evidentes mis gemidos, al mismo tiempo que cerraba mis muslos sobre su cabeza, pero el no paraba de hacerlo.

Mis gemidos cada vez se hacían más evidentes, sentía cada lamida y erizaba cada centímetro de mi piel. A pesar de casi asfixiarlo entre mis muslos el simplemente no se detenía.

—Ya métela —grité un poco, mientras trataba de respirar bien.

Solo veía su sonrisa y de un solo empujón la metió toda.

—Me gusta cuando estás muy bien lubricada —susurró cerca a mí oído y yo respiraba muy entrecortada con cada embestida que el hacía.

Soltaba varios gemidos y no podía evitar besar su cuello, amaba cada embestida se tomaba su tiempo cuando lo hacía lento para hacer que la sintiera toda, o cuando lo hacía rápido y me sacaba varios gritos.

—Cariño, quiero que estés arriba ahora —me miro a los ojos y no podía ponerme aún más roja.

Sentía un vacío cuando el la saco, pero rápidamente lo hice acostarse y me senté encima de él.

—¿Así está bien? —no me contestó, simplemente se metió mi seno derecho en su boca y sentía los leves mordiscos sobre mi pezón—. No tan fuerte —soltaba varios gemidos y sentía sus manos apretar mi trasero, al cuál empecé a moverme de adelante hacia atrás para que pudiera disfrutar un poco.

Seguí así por unos minutos, mientras acariciaba su espalda.

—Espera —sentí un movimiento brusco y me recostó encima de él—. Entonces date gusto cariño —sentí la presión intensa de sus dedos sobre mis glúteos y el empuje de su miembro.

—Me gusta tenerte así y que me ahogues con tus senos —mordía aún mis pezones y seguía aumentando su velocidad que no podía evitar soltar algunos gemidos.

No aguantaba mi propio deseo y me acerqué a su oído derecho para gemirle, lo cual solo hizo que empezará a meterlo con más fuerza. Me desvanecía por algunos segundos y recobraba lentamente el conocimiento yo estaba en mis éxtasis.

—Amor ya no siento las piernas —dije con dificultad aunque no se si pudo escucharme entre mis gemidos.

Sentí un fuerte empujón así como el calor que dentro de mi, finalmente se había corrido y me deje caer sobre el agotada por el momento.

—Cariño —vi su sonrisa—. Me has mojado todo mi vientre y la cama —me puse roja al oir esas palabras.

El fruto de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora