Capítulo 10

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Abrí lentamente puerta sosteniendo la ecografía en mi mano izquierda, sentía leves escalofríos y entre.

—Ya regresé —lo ví sentando en el sofá y decidí acercarme—. Disculpa la demora, fui al hospital.

—¿Puedo verlo? —extendió su mano un poco y accedí a darle la ecografía.

—Tengo diez semanas —mencioné, mientras me sentaba a su lado—. Es muy probable que sea tuyo —me mordí un poco el labio, y notaba que el empezaba a contar.

—¿En tu cumpleaños no es así? —hizo una leve mueca—. ¿Es en serio? —soltó una carcajada y soltó los papeles sobre el sofá.

—Lo siento, quería darte una buena noticia, pero eso lo empeoró —desvieé la mirada un poco—. Entenderé si aún piensas en el divorcio.

—No es algo fácil, Lina yo a pesar de todo sigo queriéndote —soltó un suspiro—. Nuestra niña esta viendo televisión en nuestro cuarto, ¿deberíamos decirle que tendrá un hermano o hermana?

—Deberiamos esperar a que —me detuve unos segundos y agache la cabeza—. A que decidas si seguiremos juntos.

—Ya casi es hora de cenar, es una desicion difícil —se levanto y jadeo un poco—. ¿Vas a comer?

—Subire a mí habitación, haré que baje Sofía —me puse de pie y recogí los papeles—. Por favor perdóname... —dije susurrándole, mientras se dirigía a la cocina.

Me congele por unos segundos y subí las escaleras mientras me temblaba las piernas. Al entrar a mí habitación ví a mi hija y le dije amablemente que bajara a cenar.

—Odio esto —cerré la puerta y me recosté en la cama—. ¿Qué haré ahora? —lagrimeé un poco.

Pasaron varios minutos,mientras soltaba algunas lágrimas y ponía mi rostro en mi almohada cortando por segundos mi respiración.

—¿Seguirás llorando? —escuchaba su voz, así como se sentaba sobre la cama—. Te traje papas fritas con milanesa, es tu antojo de siempre.

—Llevateló, no pienso comer —grité levemente aún con mi rostro sobre la almohada.

—¿Por qué lloras?¿Qué esperabas con lo que hiciste?

—No lo sé —me quejé.

—Cariño —sentía sus dedos pasar sobre mi cabello, haciendo leves masajes con las yemas sobre mi cabeza.

—No era lo que esperabas, ni yo sé que esperaba. ¿Me merezco esto? —solté un suspiro con un leve quejido, volteando mi rostro en dirrección contraria a la suya.

—Tal vez —soltó un fuerte y largo suspiro—. Supongo que de verdad quería  que sea mío o que estúpidamente me enteré que llevas un par de meses.

—Solo te decepcionó más —lagrimeaba un poco y aún sentía sus leves masajes—. Entenderé si cambias de opinión, te oculte esa información.

No hubo respuesta alguna, solo seguían sus masajes que levemente se detenían.

—Necesitas comer, es algo rico y tuviste muchos antojos así durante el primer embarazo —sus labios rozaron mi frente y no pude evitar sonreír.

—¿Por qué me cuidas tanto?¿Por qué no me dejas? —lo mire detenidamente a los ojos, esperando ver alguna mueca de desagrado.

—No lo sé —soltó una leve sonrisa—. Estoy tan enamorado de ti y aunque me duela tus acciones, no puedo dejarte sola.

—Comeré, ¿pero podrías dejarme sola?

—No —me levantó un poco hasta sentarme sobre la cama—. Quiero asegurarme de que comerás todo, incluso contra tu voluntad.

—¿Acaso planeas darme en la boca? —levante mis cejas en señal de burla—. No soy una niña, puedo comer sola.

—Disculpa no te preste atención —acercó la cuchara hacia mis labios—. Come, no me iré de aquí hasta que acabes todo.

—Esta bien —recibí la comida y me puse más feliz—. Gracias.

Seguimos así por varios minutos, hasta que pude acabar.

—Ya estás feliz —entrecruce mis brazos y sonreí entre labios—. No soy una niña, no necesitaba eso, pero gracias —desvie mi mirada un poco.

—Tienes algo entre los labios —paso suavemente su pulgar limpiandolo no pude evitar abrir mis labios y lamerlo un poco—. No esperaba eso —sonreía un poco nervioso, mientras se enrojecia.

—Disculpame, me deje llevar por el momento —sonreí un poco—. No me dirás que no te encendió un poco —solté una leve sonrisa pícara y me acerqué lentamente hacia el, posando mi rostro sobre su hombro.

—Solo un poco —sentí su palma sobre mi espalda—. No debemos la niña está abajo.

—Dios es cierto —mordí con suavidad su cuello, a lo cual el soltó un leve quejido—. ¿Entonces aún te provocó deseo?

—Es imposible negar eso —me dió suaves palmadas que bajaban desde mi espalda hacia mi trasero—. Solo te pediré que no me vuelvas a fallar.

—No volverá a pasar —me acerqué un poco a su oreja y respire muy cerca—. Cariño si no haremos nada hoy, será mejor que subas esa mano.

—Me gusta cuando haces eso, es una pena —levantó su mano y acaricio mi cabello suavemente—. Tal vez mañana, mientras ella esté en el colegio podamos reconciliarnos.

—Bueno —lo jale y nos echamos juntos—. Me dejaste con las ganas, pero esperaré con ansias que sea mañana —dije, mientras besaba su frente.

El fruto de la lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora