TRES

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Washington DC-Febrero-3—1952

El Ford-O-Matic se estaciona frente a la glamorosa residencia, la cual contaba con innovación en vigilancia y seguridad. Al poco tiempo se bajó el norteamericano con la menor prensada del brazo y un poco de sangre resbalando por su mejilla. Tuvieron una disputa durante el viaje y a penas llegando ella le cortó la cara.

—Sácame de esta choza de prostitutas. —Patalea la isleña pero el agarre no cede, ni con golpes, ni con mordidas, ni con nada, para al final entrar y ser recibidos por servidumbre y varios hombres armados—.

—Bienvenida a casa, trata de no prenderle fuego el primer día. —Continúo hasta un cuarto en el primer piso donde apenas llegó y tiró a la chica contra el colchón de la cama sin soltar su agarre o mínimo darle su espacio, dado que se tiró sobre ella sosteniendo ambos brazos a sus costados. —Créeme que tengo todo el día de hoy para que me digas por qué conservaste ese panfleto comunista.

—Ya te dije..MIL veces que estoy haciendo el maldito trabajo que me encargaste. —El agarre del mayor aumenta. —Sal de encima mío antes que te saque las pelotas por la garganta de una patada carajo. —América se toma su tiempo pero al final se aleja, no sin antes acomodarse el cuello. —¡Y déjate el maldito cuello de la camisa que me tienes harta!

—Mourice te traerá ropa de tu talla, yo estaré aquí hasta la noche, y luego me iré, pero te digo, no te se te ocurra salirte, no estás retenida y menos eres una prisionera. —Con su mano libre deja abierta la entrada a la sala y va señalando a cada hombre su tarea, luego le indica a la menor que tome asiento y esta lo hace pero virando los ojos. —Mira no lo tomes a mal pero no pienso correr riesgos contigo, así que cuando borre del mapa a los revolucionarios podrás volver a esa isla y jugar al ruiseñor.

—Armaste todo este show solo por unos revoltosos, te encanta derrochar materiales y joder a la gente. —América alza el mentón de la de extensa melena y puede enfocar sus enigmáticos ojos de mar—.

—A la gente no linda, a ti. —A la puerta llamó alguien que entró tras la señal del azabachado, era un hombre esbelto con maletín y facciones toscas. —Ya era hora.

—¿Y este árbol que?. —Dice ella arisca. —¿Viene a cambiar el foco o qué?

—Maxwell Tidor, FBI, me tomaré la libertad de hacerle par de preguntas sobre la plaga de comunismo de la cual se me informó. —Ella grita los ojos, otras cuatro horas hablando lo mismo que ya estaba agotada de repetir. —Sea lo más detallista posible.



• • •


La noche había caído así como una nevada infernal. Cuba estaba sentada frente a la chimenea envuelta en abrigos mientras que el de franjas tomaba un baño de Luna bajo la nieve que caía suavemente sobre sus hombros en el patio trasero de la residencia. Estuvieron debatiendo con el agente así que se les fue la hora a ambos, pero ahora estaban completamente solos en la gran casa. Mourice le trajo ropa exacta a sus medias así que pudo tomar un baño y ponerse cómoda. Sin embargo, el aburrimiento le picó como garrapata, así que se fue hasta donde él.

—Se te va a partir un pulmón. —América sale de sus pensamientos para verla tomar asiento a su lado, nota la forma en que se estremece a cada rato del frío, pero es tan terca que se queda allí con él. —¿Aún escribes en tus diarios?

—A veces, normalmente no tengo tiempo para eso. —El de mirada oceánica arregla su cuello y relaja un poco la posición que llevaba, pero con sutileza se quita el saco negro y con desdén se lo avienta a la chica. —Te ves patética temblando así, entra y deja de estorbarme.

—..bien, si así lo pides, te veo mañana, voy a marcar territorio en tu choza capitalista. —La muchacha entra en la casa pero le cierra puertas y ventanas, algo de lo que se percató muy tarde el hombre que quedó afuera en la nevada y tuvo que salir cruzando la cerca del perímetro—.

• • •

       Al día siguiente América ya se encuentra a tope de papeles con la información que le dio la cubana. Sí, había alta influencia de URSS en el Caribe, y sí se estaba llevando a cabo varias revueltas. Eso le preocupa, y por un momento se pone a pensar en la chica. La conocía desde hacía años, y no había hecho nada más que chocar contra ella, la verdad su carácter no era cosa fácil, el de ninguno de los dos.
En el hipotético caso de un golpe interior en la isla podría resultar en un daño irreversible para la chica, no es un territorio amplio como la península coreana. Por una vez, poner mano dura sobre territorio caribeño sería sano para todos, y para ella.

—Call Batista, we got work to do. —El as bajo su manga, en realidad era su último recurso, pero sería el más fiel a sus órdenes—.

(Llama a Batista, tenemos trabajo que hacer)

Red VelvetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora