Capítulo 8: Ella...

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Me hallaba de vuelta a Lakewood, con el Albert del presente, el que aún no sabía nada de mi viaje al futuro

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Me hallaba de vuelta a Lakewood, con el Albert del presente, el que aún no sabía nada de mi viaje al futuro. Me llevaba a mi habitación, en la mansión sombría. Podía sentir el susurro de las almas condenadas. Sentía los ojos de aquellos espíritus, aquellas presencias fijos en mí. Me arrimé más a él. No lo conocía, al menos no tanto como me sugirió el hombre que acababa de decirme desde un hotel en Miami que era mi prometido.

No sabría decirlo...pero todo y nada me era familiar en él. Su cabello dorado le caía sobre los ojos, como el del triste espíritu del joven del jardín. Me estremecí. Me había pedido que pasara la noche con él. Me había negado con toda la vehemencia de la que fui capaz, pero cuando salí al patio una densa niebla lo invadió todo y  tuve que dar la vuelta, incapaz de encontrar la puerta de salida.

—Va a llover...a veces el tiempo es así de impredecible, lo siento. Pero sería mejor que no corrieras riesgos, Candy. Quédate conmigo esta noche, prometo ser un caballero...—Dijo guiñándome un ojo.

Pero yo no le creí en absoluto.

—No lo dudo...—Ironicé  burlona ocultando una gran sonrisa.

Me divertía y me fascinaba a la vez. 

Buscamos provisiones en la gran despensa de la cocina para prepararnos la cena aquella noche. El ayudante de Albert hacía tiempo que no estaba a la vista y él me comentó que estaba enfrascado en sus asuntos y que no nos molestaría.

—¿No va a cenar con nosotros?— inquirí yo mientras mordisqueaba una manzana.

—No...suele hacerlo a solas.—Respondió él al tiempo que preparaba con enorme celeridad una bandeja de apetitosas emparedados.

—Ah...—suspiré yo con la boca haciéndome agua.

—No te preocupes, Candy. Georges es un hombre muy especial, tiene su propio horario y también tiene libertad para ir y venir cuando quiera. —Dijo mientras se ponía un trapo de cocina en el hombro.

Albert se sentó conmigo en la enorme mesa de la sala después de que yo le  ayudara a poner los cubiertos.  Me contó que tras la muerte de su hermana, tuvo que asumir una responsabilidad para con el clan familiar que le había costado muchos años de disciplina y sufrimiento llegar a controlar con pleno dominio.

—Mi tía Elroy era una persona muy severa, pero era fiel a la familia...Siempre me ha protegido. Ella con su poder e influencia  fue la responsable de que yo fuera elegido para ocupar el puesto de mi padre al frente del holding empresarial de la familia Ardlay.—Suspiró mirando al techo.

Al punto me quedé mirando fijamente hacia donde él miraba y me pareció ver un orbe azul flotar entre las magníficas molduras con motivos vegetales que poblaban el techo. Aparté la mirada y está vez mis ojos se quedaron atrapados por otra cosa. 

El corazón me empezó a latir con fuerza.

 Una magnífica lámpara de cristales tallados me dejó atrapada con sus reflejos multicolores. Había varias en aquella inmensa estancia, pero aquella en particular, me gustaba. Los prismas de sus cristales habían hechizado mis retinas y no podía apartar la vista de ella. 

Ven a mí... [Parte I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora