En ese momento, levanté la mirada. Nuestros ojos se encontraron, sentí una inmediata conexión con él y pude ver una luz misteriosa brillar en sus magníficos ojos azules. No sabría decirlo, pero habría jurado que había distinguido en el iris pequeñas partículas de azul eléctrico que fluctuaban, como si tuviesen vida propia.
Bajé la mirada, me inquietaba. ¿Qué o quién era realmente este misterioso hombre?
Albert me tomó del brazo y me pidió que lo acompañara. Le hice caso, no podía resistirme a él. Me tenía atrapada ¿Quién en su sano juicio podría negarle algo?
Subimos al primer piso y entramos en una espléndida suite que confesó le mantenían reservada siempre, dado que el hotel pertenecía a su familia.
"Oh...así que esta magnífica propiedad también es suya...", me dije llena de asombro.
Entonces él también había reservado allí la suite doble para pasar la noche mientras yo celebraba la fiesta de despedida de soltera. Pero me empezaba a frustrar el no acordarme de nada. Tampoco sabía cómo me las había arreglado para tener un guardarropa tan elegante. Mi escaso presupuesto no daba para mucho a no ser que llevara trabajando para él más tiempo del que imaginaba.
Recordaba que el salario era de cincuenta mil semanales...el vestido de fiesta que llevaba era de firma por lo que mínimo habían transcurrido siete días. ¿Cómo era posible que me hubiese comprometido con aquel carismático hombre de negocios tras una semana trabajando con él? Yo no era una chica a la que pudieran convencer a la primera de cambio. Me reconocía a mí misma como alguien empático, emocional y sensible al amor. Pero no por ello era enamoradiza. En mi mente tenía claro el tipo de hombre que hacía que todos mis sentidos se agudizasen y se derritieran. Y por desgracia, William Albert Ardlay personificaba aquel hombre.
Desgracia, porque no me acordaba de cómo habíamos llegado a prometernos. Porque había un hueco en mi memoria. Porque no sabía cuántos días o meses habían transcurrido desde mi último recuerdo en Lakewood y porque me sentía confusa y asustada.
Entramos en la habitación, amplia, lujosa, luminosa y exquisitamente amueblada.
—No te asustes, por favor. Esta es la suite presidencial. Suelo venir aquí a menudo—Confesó con cierta culpabilidad escrita en su rostro.
Luego sonrió y me pidió que me acomodara a su lado.
—No parece que te vayan mal las cosas, desde luego...—Respondí con una mueca burlona mientras paseaba mi mano por el tapizado. Era cuero auténtico, cómo no.
Él se sirvió una bebida del mueble bar y cuando vio que yo no iba a tomar nada se volvió a acomodar cerca de mí. Demasiado cerca.
Me mordí los labios. Olía maravillosamente bien.
Albert sonrió como si supiera lo que pensaba.
—Esto no es nada comparado con lo que fuimos...— Dijo mirándome intensamente.— Pero no puedo quejarme. Ya no tengo tanto trabajo, ni tantas responsabilidades. El clan familiar ya no es tan rígido como antes, de hecho...ya casi no quedan representantes de mi familia vivos, al menos, no en este plano de la existencia. Yo mismo me he encargado de modernizar y eliminar costumbres arcaicas que sólo nos han traído problemas a lo largo del tiempo...
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Ven a mí... [Parte I]
FanficCandice Etwih es una enfermera recién diplomada sin trabajo que recibe el extraño encargo de cuidar de un viejo en un caserón a las afueras de Chicago. La paga es generosa y decide aceptar el empleo...pero las cosas no son lo que parecen. Pronto emp...