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No tomó su lugar como representante de su país hasta 1952, hubo una ocupación por parte de USA y eso no le agrado a su padre. Nunca entendió porque, pues el americano fue muy bueno y amable enseñándole a manejar el territorio y dándole consejos para cuando el ocupara el lugar que le correspondía. Aunque odio dos cosas que vinieron junto con la ocupación.

La primera eran las peleas constantes que USA y su padre tenían, trataban de no hacerlo frente a él, pero los pudo ver una que otra vez. No gritaban, solo se miraban con odio mientras "dialogaban", que más bien eran reclamos por parte de ambos, su padre amenazando con no hacerle daño o dañar el territorio, y USA advirtiéndole de no iniciar una revolución contra la ocupación. Lo bueno es que eso solo ocurrió un más de veces. 

Lo otro que le molesto fue el constante cambio de casa para poder ayudarle a USA y aprender de este. Odiaba el departamento que tenían en Estados Unidos, se sentía extraño ahí. Sabía que no era por el tamaño, pues era pequeño a comparación de su casa en Japón, tampoco era por tener que subir 3 pisos o que no pudo llevarse algún mueble para sentirse por lo menos un poco cómodo. Solo era esa sensación de que algo no iba bien, un hueco en la boca del estómago que a veces no lo dejaba dormir. Siempre se preguntó la razón, tal vez por el nerviosismo que tenía su padre por estar en territorio americano con temor a que se enteraran quien era, o el constante acoso que sufrían por ser japoneses y encontrar varias notas de amenazas para que se fueran, o tal vez la comida, extrañaba la comida de su país. Se alegraba tanto cuando regresaba a su casa, sentía un gran alivio con tan solo hacer las maletas.

Pero había otra cosa que odiaba, no tenía nada que ver con estar en USA, pero si con el hecho de comenzar su trabajo. Tuvo ordenes tanto de su territorio como del de USA. Tenía que esconder sus orejas.

Era realmente doloroso, tanto física como emocionalmente. Estuvo semanas tratando de encontrar la mejor forma de hacerlo, pero todas tenían su grado de dolor. Al fin opto por usar broches, bajando sus orejas y colocando broches rojos, que tuvo que cambiar a blancos para que no se notaran. Con el tiempo se acostumbró, sería ilógico que no lo hiciera si duro tantos años haciéndolo, pero aun dolía recordar cómo se sentía de humillado y excluido por sus orejas, aquellas que su padre tanto quería. Y dolía más que este no sabía de aquella petición, no quería imaginar la tristeza que sentiría al decirle que tenía que ocultar lo que le distinguía.

Aun así, había cosas que le agradaron.

— ¡Japón!

Dio media vuelta para mirar a quien le había llamado, sonriendo la ver al alemán corriendo hacia el para alcanzarlo.

— Buenos días, Alemania. — Saludo cuando este le alcanzo, comenzando a caminar lentamente hacia la oficina en la que ambos se dedicaban a ayudar a USA con algunos papeles y de vez en cuando iba a darles alguna lección. Pero antes de seguir avanzando, la mano del alemán le detuvo, tomándolo del brazo para llevarlo en dirección contraria.

— Me dijo USA que podíamos ir a almorzar antes de trabajar.

Le gustaba el entusiasmo que antes tenía Alemania, aparentaban tener la misma edad, pero el alemán siempre actuaba un poco más infantil, o tal vez el actuaba con más seriedad para su edad. Pero Alemania se encargaba de que riera un poco, disfrutar su adolescencia haciendo algunas travesuras o escapando del trabajo. Le gustaba pasar tiempo con él porque le hacía reír.

— Siempre me ha gustado.

Volteó rápidamente mirando al de lentes con confusión, pero se sintió incomodo al tenerlo cerca. Se alejo un poco y trato de no volverle a mirar, pero este volvió a pegarse.

— Tu almuerzo se ve tan bien. — Señalo lo que tenía en sus manos, sonriendo cuando trato de tomar una de las bolas de arroz.

—Mi papá lo hizo. — Tomó su ultimo onigiri antes de que el tricolor lo hiciera, sonriendo con malicia al ver la decepción en este. — Te lo daré si me ayudas con mi informe.

— ¡No es justo! Ya te ayudé la semana pasada, y recuerda que USA se dio cuenta y nos regañó.

— Ah, es cierto, olvide que tu manera de redactar es extraña. — Dijo con burla, riendo al notar el ceño fruncido del contrario. Los dos habían recibido elogios por su manera de trabajar, muy ordenados, con buena presentación y muy bien redactada, pero siempre marcaban esa diferencia que tenían ambos en sus trabajos. — Bien, te lo daré si me compras un chocolate.

— Hecho. — Le arrebato el onigiri para llevarlo deprisa a su boca y morderlo, lo más probable es que lo hizo para no darle tiempo para arrepentirse. — Oye, si está muy rico, dile al tío imperio que si me puede preparar unos.

— No. — Le dio un trago a su jugo, pero casi lo escupe al recibir un pequeño golpe en el brazo. — Esta bien, esta bien, le diré, pero me traerás chocolates.

— Es un trato justo. — Se levanto de su lugar, estirándose para después ofrecerle ayuda al japones para que se levantara. — Vamos rápido a la oficina para que puedas quitarte los broches por lo menos un rato.

Esos momentos fueron lo mejor que le paso en esa época. No negaría que extrañaba hablar con Alemania, eran solo dos amigos que disfrutaban su juventud, jugaban, hacían bromas, y logro sacarle información sobre su primer beso, sorprendiéndose al enterarse de que había sido con ONU, pero no podía decir nada a nadie, era un secreto.

Ahora que lo pensaba, era extraño, pues no recordaba que le doliera tanto enterarse de la relación de Alemania y ONU. Tal vez se había enamorado unos años después, cuando se volvieron a encontrar. Aunque no negaría que Alemania era muy guapo de joven. 

































Estuve haciendo cálculos y tengo que avanzar en esta historia para que tengan coherencia algunas coas de otras historias. 

El lado bueno de esto es que tendrán actualizaciones casi diarias de varios libros.

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