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A veces sentía que odiaba a los humanos.

Había muchos que eran amables y de buen corazón, pero otros simplemente eran crueles y no pensaban en nadie más que en si mismo.

Trabajar con ese último tipo de personas resultaba ser estresante, agotador y triste, muy triste.

Dolía cada palabra desalentadora, guardaba cada grito que recibió por ser lento, y se repetía una y otra vez sus "errores" que los demás le hacían notar.

Siempre salía con la moral en el suelo, con los rojos por reprimir su llanto y unas enormes ojeras por no haber dormido por la carga de trabajo.

Amaba llegar a su casa, ahí podía ser un poco más libre. No tenía que trabajar, solo dormir y dormir por horas. Y disfrutaba los días especiales dónde entrenaba con su padre, que eran los únicos días dónde tenían una comunicación decente. El resto de la semana solo se dedicaban a pasar un tiempo a la hora de la cena. Tal vez no era mucho, pero era mejor que estar en su oficina.

A veces deseaba no tener que ser Japón. Solo ser Fujiwara Ren, un simple asalariado que vive con su padre y que no tiene que cumplir las expectativas de todo un país. Simplemente quería una vida normal, sin sentir que cualquier acción tenga consecuencias catastróficas para su gente o para el mundo. Lo deseaba tanto, pero era imposible.

No dudaba que había países que se sentían como él. Hasta podría asegurar que era con lo que todos soñaban la mayor parte del tiempo, y eso les hacía buscar una forma para sentirse un poco más "humanos".

Era interesante ver cómo cada país tenía ese algo "humano". En las reuniones trataba de adivinar el "algo" de cada uno de ellos. Iban de cosas muy simples como disfrutar la comida, la música, practicar jardinería o algún deporte, y otros hasta tenian un pequeño trabajo en granjas.

Pero había algo que todos sabían que los volvía más "humanos".

Los sentimientos.

Esas cosas que llegaban de la nada y complicaban más tu trabajo como país. Puede que odiaras a alguien, pero tenías que fingir que te caía bien para cumplir con tu obligación (y tal vez evitar guerras y conflictos mayores). Otras veces era lo contrario, podrían tener una buena amistad con alguien, pero sus gobiernos se odiaban o, en su caso, temían por alguna alianza.

Pero a veces esos sentimientos eran negativos hacia ellos mismos, y eran alimentados por sus mismos habitantes a los que protegían.

¿Cómo era posible que unas simples palabras de unos humanos podían hacerle sentirse un inútil y quitarle las fuerzas para levantarse en las mañanas?

Era difícil seguir trabajando cuando lo único que escuchaba era lo ineficiente que era. Pero él hacia todo lo que podía, trabajaba duro y se esforzaba para cumplir con reportes y montones de papeleo que siempre eran entregados a tiempo.

Y aún así, cada día encontraban algún fallo, un pequeño error, y eso era suficiente para deprimirse y lamentarse durante todo el camino a casa y parte de la noche. No podía dejar que su padre lo viera deprimido, ya tenía suficiente con su propia vida, por eso esperaba hasta muy tarde para poder realizar trabajos extras que le dejaba su gobierno o que el mismo decidía realizar para demostrar que realmente era bueno.

Después de asegurarse de que su padre dormía, se dirigía a la habitación principal donde había una mesa lo suficientemente grande para poner un montón de papeles y algunas galletas con café por si le daba hambre. A veces prendía la televisión, no le hacia muy seguido, pero en las noches el silencio era incómodo y le hacía sentirse solo. El ruido de la tele le calmaba y le permitía concentrarse. O eso era al principio.

Después de unos años trabajando así, llegó esa noche. En el canal de noticias no dejaban de hablar sobre las tensiones que había entre USA y USSR, el estaba al tanto de eso, tenía que estarlo por si ocurría lo que todos temían, pero no quería pensar en eso en la comodidad de su casa.

Se levantó de su lugar para acercarse a la televisión y cambiar de canal. No busco uno en específico, simplemente dejo el siguiente canal que se viera y regresó a sus labores. Trabajó en ellas durante 15 minutos, los siguientes 20 fueron una pelea entre seguir escribiendo y entre ver aquel programa sobre un chico robot.

Al final cedió diciéndose a si mismo que solo vería un capítulo. Lo cumplió, aunque solo por esa noche. Cada día aumentaba la duración de su entretenimiento, descubriendo que había más series interesantes, como la de unos sextillizos, un chico que tiene que pelear para recuperar las partes de su cuerpo, una chica que practicaba voleibol y su favorito: Ribon no kishi, una princesa a la que por accidente le dan dos corazones, el rosa de una niña y el azul de un niño, y tiene que vivir fingiendo ser un hombre para que el trono no caiga en manos equivocadas.

Podía desvelarse viendo la serie, de no ser porque solo pasaban un par de capitulos por día.

Así fue como descubrió esa cosa que le hacía sentirse más "humano" y le ayudaba a olvidar su deber de ser un país.



















Por fin pude escribir algo.

Normalmente los capítulos de este libro los escribo durante la noche, justo antes de ir a dormir, pero mi hermana ha tenido pedidos de postres y termino ayudándole. A veces termino tan cansada que en cuanto me acuesto me duermo. Pero hoy me pude dormir en la tarde y ahora no tengo mucho sueño.

Bueno, así es como Japón conoció el anime de los 60's casi 70's, como astro boy, attack no. one, dororo, osomatsu kun y el ya mencionado Ribon no kishi.

Estuve haciendo cálculos y esto tendrá como otros 10 capitulos aproximadamente. Apenas es 1969 y esto terminará hasta donde ya viven en la isla, obviamente todo desde la perspectiva de Japón.

Así que les pregunto ¿Qué les gustaría ver en este libro contado por Japón?

Si tienen alguna duda lo trataré de introducir a menos que Japón no haya estado ni un poquito involucrado.

Y un datito extra, I. Japones se llama Fujiwara Tetsuo.

Creo que ya es todo. Nos leemos pronto en "No estoy muerto perras".

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