Capítulo 4

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12 de noviembre de 1.993

Querido amigo:

Las heladas comienzan a llegar y he sentido demasiado frío últimamente. Más de lo normal me atrevería a decir. Las clases en el instituto siguen siendo las mismas, las miradas de las personas siguen siendo las mismas y los días siguen siendo los mismos desde que Lilly se marchó sin dejar rastro alguno. Sí, esa es la noticia que vengo a contarte. Creo que algo sucedió con ella, no sé en realidad qué fue, no me lo quiso contar pero sí hizo cumplir una de las últimas cosas que me dijo la última vez que la vi «las despedidas dejaron de existir para mí». Sí, pero, ¿por qué a mí? ¿Por qué tuvo que irse una vez más, esta vez con su madre, sin decirme? Estoy en una mezcla de furia, inconformismo, llanto, rabia, otros malos sentimientos y pensamientos que han nublado mi cabeza este último mes en el que sólo he tratado de conseguir respuestas y no he encontrado ninguna. Por eso no te había escrito.

El otro día me llevaron a orientación escolar porque, según el profesor Callahan, «estaba más ido de lo normal». No hablé nada con la psicorientadora acerca de lo que me había pasado. Ella siempre quiso sacarme las palabras de la boca pero sabía que si lo hacía, mis padres se enterarían y me regañarían de nuevo. Sin embargo, ella era muy dulce y sentí que merecía mi atención. Aunque no confesé nada, siempre estuve atento a sus indicaciones y me limité a asentir con todo lo que decía.

—¿Tus padres están juntos o separados?

—Ajá.

—Dime, ¿juntos o separados?

—Juntos.

Esa fue la única vez que le contesté algo distinto al «ajá» porque las otras preguntas eran como «¿eres feliz?» y «¿tienes demasiados amigos?». Siempre respondía que sí aunque no fuera en realidad del todo cierto. Así estuve toda la tarde de ese día, contestado síes mientras esperaba que el reloj marcase las 16.00 para salir a casa. En el camino, quise escuchar algo de música pero todo cambió. A veces creo que todo a mi alrededor se impone para confabular en contra mía y siempre derrumbarme y, a pesar de que yo siento que esa sesión con la psicorientadora no fue fructuosa, me sentía libre mientras caminaba. De repente, cuando coloco la estación de radio local, la canción de Lilly y yo estaba sonando. Yo digo que esa fue la gota que rebosó el vaso. El vaso que se había estado llenando durante semanas que trataba de no pensar que Lilly se había ido. Siempre estuve tratando de distraer la mente para no pensar en ella. Aunque la amo, sé que no debo hacerlo más porque si se ha ido y lo peor, sin ni siquiera despedirse, creo que no significó lo mismo para ella. Jamás.

Ese día, después de echar el reproductor y los audífonos a un bote de basura que había cerca del parque, fui a visitar a Nick que ya debía haber llegado de la escuela. Decidí hacerlo porque debió preguntarse a dónde me había metido debido a que es raro el día que no regreso con él de la escuela. Mientras tocaba la puerta y esperaba a que alguien me abriera, me di cuenta de que yo estaba ahí parado, sin hacer nada y dejando que todo el peso del mundo pasase encima mío sin poder hacer nada. Estaba confuso. No sabía a ciencia cierta si era cuestión de poder o querer. Cosa que entendí más tarde ese día mientras Nick me ofrecía algo de jugo.

—¿Estabas en psicorientación, verdad?

—Sí, sí estaba.

—¿De nuevo?

—No puedo luchar contra eso, Nick.

Esas fueron las palabras que le dieron inicio a nuestra conversación. Supongo que él ya sospechaba por qué no me había encontrado a la salida de la escuela. Y para ser sincero, esta no es la primera vez porque ya me hicieron firmar un acta en la que consta que en varias ocasiones, «Charlie ha estado desatento en clase» y a la quinta vez, llamarán a papá y a mamá. Lo cual no creo que sea justo atendiendo a que hay cosas más importantes en el instituto a las cuales prestarles mucha más atención, como por ejemplo aquella fiesta que organizaron los de último año un día antes de regresar a clases y en la cual un chico se drogó tanto que estuvo en coma por dos semanas. Sus padres demandaron al colegio porque en las invitaciones decían que era el homecoming de los de último año.

—Nick, ¿la vida está en contra de mí? —le pregunté a Nick mientras le echaba un vistazo a una revista que publicó un artículo de Greenpeace.

—No, nada estará en contra tuya siempre y cuando tú estés seguro de qué tienes a la defensiva.

—No siempre se cuenta con una artillería de defensa —dije.

—A veces la vida no te la regala, Charlie. Tú mismo te encargas de construirla. Sólo mírame a mí, ¿cuántas decepciones no he tenido y sin embargo estoy aquí porque personas como tú me necesitan?

—No puedo, Nick, siento que no puedo más.

Nick se acercó a mí y me dio un abrazo, lo cual fue suficiente para que dejara caer todo mi sufrimiento en lágrimas de impotencia, lágrimas de dolor, lágrimas de ira que te hacen reconocer que eres débil y que ya estás cansado de que todo te salga mal o en tu contra. Que siempre que la vida parece tratarte bien, todo se derrumba en pedazos a tu alrededor y tú eres el que siempre sales perjudicado sin haberle hecho mal a nadie antes. Porque así lo considero, ¿tú crees que soy un buen chico? ¿Es acaso una clase de karma lo que estoy pagando?

—Claro que sí puedes, viejo. Sí puedes —dijo Nick.

—Esto me hace mucho daño, Nick, no sé qué hacer. Es como un hueso roto, ¿entiendes? Que ya te han colocado yeso pero aun así, despiertas en la mañana con un poco de dolor. Todo esto sumado a lo de Patrick y Sam es aún peor.

—La herida tiene que doler para que finalmente pueda sanar. Y eso es lo que tu herida está haciendo ahora, doler.

Ese instante me detuve tanto física como mentalmente para quedarme a pensar que, después de lo que me dijo Bill cuando le conté sobre que el novio de mi hermana le pegaba, esas habían sido las mejores palabras que había escuchado en un largo tiempo. Y sí, Nick tiene razón. Supongo que después de esto que Nick llama «el punto de cicatrización» todo vuelva a estar como antes. Sin embargo, le hice prometer que me ayudaría, al menos, a averiguar dónde estaba Lilly.

Con mucho cariño,

Charlie

Las Ventajas de Ser Invisible 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora