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15 de Julio del 2001.
Los Ángeles, Estados Unidos.

La brisa veraniega abundaba por las calles, los faroles iluminaban el camino para la vida nocturna de los turistas, y todos disfrutaban de una noche plena a mediados de Julio. Nada ni nadie podría arruinar eso, a menos que estuvieras en el infierno de L.U.C.

—No está completo.— Dijo Erwin Smith, tras revisar el sobre con dinero.

Rubio, fornido, de ojos verdes y mirada dura, el más alto de ambos hombres en aquella habitación estaba indignado.

—Hace dos semanas perdiste una pelea.— Contestó el otro. —Es lo que me debes. —

Kenny Ackerman,
el Jesús de L.U.C estadounidense.

Las arrugas a los costados en sus ojos se hicieron aún más notorias tras una sonrisa burlona, a Erwin le hirvió la sangre al verlo, quería tumbarle esos dientes amarillentos.

—Hubo bastantes apuestas en la pelea de ayer, tanto como para recuperar el monto perdido.— Trató de defenderse. —No es necesario quitarme un porcentaje de mis ganancias.—

—¿Tus ganancias?— Alzó una ceja el pelinegro. —No me hagas reír, Smith.— Puso las manos sobre el escritorio, levantándose de su silla. —Llevas relativamente poco aquí, pero ya deberías haber entendido que sólo eres un vil sabueso que me hace ganar dinero.—

El boxeador guardó silencio, frustrado. Sabía cual era su lugar en L.U.C y porqué estaba ahí, pero no podía evitar sentirse molesto ante el hombre frente a él.

—Anda, no te desanimes.— Puso una mano sobre el hombro del rubio, apretándolo un poco. —Tu hija no querría que su padre hiciera enojar al hombre que le da dinero para mantenerla como reina, verdad?—

Viudo a los 34 y padre de una niña con autismo severo, se vio en la necesidad de someterse ante L.U.C. Los problemas económicos ya estaban presentes en su vida antes de que su esposa muriera, pero luego de perderla todo se fue en declive rápidamente.

—No.— Contestó entre dientes. —Así está bien.—

—Perfecto, me alegra que entiendas rápido.— Volvió a sentarse frente a su escritorio, ignorando al rubio. —Ya lárgate.—

Erwin se retiró de la habitación y atravesó todo L.U.C, llegando a la puerta de salida. Subió los escalones hacia la superficie completamente desganado, vió el sobre de nuevo y lo apretó sutilmente. Sólo los amantes del dinero disfrutaban arriesgar sus vidas en el ring, pero lo que lo hacían por causas mayores siempre sufrían más.

—Mierda...— Masculló resignado, listo para regresar a casa.

Iba a guardar el sobre, pero alguien rápidamente se lo arrebató de las manos y salió corriendo. Erwin divisó a un niño de cabello negro huyendo con el dinero, así que inmediatamente fue tras él.

—¡Oye mocoso!— Gritó para llamar su atención, corriendo también. —¡Devuelve eso!—

No hizo falta que Erwin se esforzara tanto para alcanzarlo, era obvio que le ganaría por su estatura a diferencia el niño bajito y sin mucha energía. El rubio lo jaló de su camisa desgastada alzándolo hasta estar cara a cara, aquel niño pataleaba intentando liberarse pero no podía ante la diferencia de fuerza, así que instintivamente sacó una navaja para atacar a Erwin.

—¡Suéltame!— Dijo el niño intentando cortarlo, pero Erwin lo detuvo atrapando su muñeca con la mano.

—¡¿Qué diablos te pasa?!— Le arrebató la navaja y también el sobre, tirándolo al suelo. —¡Los niños no deben jugar con armas!—

la última cena | levi ackermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora