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15 de Julio del 2001.
Los Ángeles, Estados Unidos.

Un restaurante de comida rápida abierto las veinticuatro horas era el paraíso para el pequeño Levi, aún si olía a aceite viejo y carne congelada. El pelinegro observaba todo a su alrededor curioso, nunca había entrado a un restaurante, lo más cerca que estaba de ellos era cuando sacaba los restos de comida de la basura.

—Toma.— Erwin colocó una hamburguesa con papas fritas frente a él, Levi relamió sus labios ansioso por comer, pero no lo hizo. —¿Qué sucede?—

—No tengo dinero para pagarle.— Escuchó el estómago del niño rugir, a lo cual suspiró.

—No te voy a cobrar, sólo cómetela.—

Levi miró de nuevo la hamburguesa y la sujetó entre sus manos, dándole el primer mordisco. Saboreó cada trozo de pan, carne, tomate, lo que sea que tuviera esa hamburguesa, y sus ojos comenzaron a lagrimear. Tenía días sin comer algo más allá de migajas, estaba tan agradecido que se soltó a llorar, sin dejar de comer.

—¿Está buena?— Preguntó Erwin, completamente conmovido de ver a Levi llorar por simplemente comer.

—Mmjm.— Murmuró el pelinegro con la boca llena.

Devoró cualquier rastro de comida que hubiera sobre la mesa, hasta chupó los restos de grasa que quedaba en sus dedos. Erwin en cambio comió despacio, ni siquiera pudo terminarse su hamburguesa.

—¿Vas a comerte eso?— Preguntó Levi, observando los restos que dejó.

—No.— Acercó su plato hacia el niño. —Es todo tuyo.—

—Gracias...— El rubio lo miró confuso cuando en vez de comerse lo que quedó de su hamburguesa, la envolvió en una servilleta.

—¿No tienes más hambre?—

—Sí.— Contestó. —Pero tengo que llevarle comida a mis amigos.—

—¿Amigos?— Asintió con la cabeza.

—Ellos tampoco se han alimentado bien.— Respondió. —Se podrán felices cuando les lleve esto.—

—¿Cuántos son?—

—Dos.— Murmuró. —Se llaman Farlan e Isabel.—

Erwin volvió a suspirar y recostó su espalda contra el respaldo del sofá rojo, como adulto tenía la sensación de ayudarlos, pero como padre quería hacer más que eso.

—Compraré dos hamburguesas más para tus amigos.— Levi alzó las cejas, sorprendido. —Pero debes prometer que no intentarás robar de nuevo.—

—No puedo.—

—¿Por qué no?—

—Porque una vez que tú te vayas, volveré a estar solo.— Contestó. —No quiero robar, pero tampoco puedo dejar que Farlan e Isabel mueran de hambre.—

Que un niño se hiciera cargo de otros niños era motivo para preocuparse, sobretodo porque alguien de edad tan corta no debería de preocuparse por cosas así. De pronto, en la televisión vieja del restaurante colgando en una esquina de la pared, apareció propaganda política, llamando la atención de Levi.

¿Cómo queremos un país mejor si no hacemos nada para sacarlo adelante?— Dijo aquel político frente a la cámara. —Encontrar la manera de enorgullecer a nuestra patria es una de mis misiones...—

—Esa gente tiene mucho dinero, ¿no?— Preguntó Levi, Erwin miró al sujeto en la pantalla.

—Sí...— Contestó. —Lo tienen.—

la última cena | levi ackermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora