La parte central

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El primer día de clases en el colegio no escolarizado me dejó casi traumatizado; no era lo que había imaginado y la libertad que soñaba de no estudiar se esfumaba.

Lo bueno es que, a los pocos días, pude inscribirme en una academia preuniversitaria. Le dije a la directora si podía faltar, aceptó con la condición de que tuviera buenas notas. Estuve solo tres meses, y el tiempo restante me dediqué al billar en lugar de seguir estudiando.

Casi a fin de año, postulé a la USMP como mi primera opción, en la facultad de Administración de Negocios Internacionales, y fue un éxito.

Al final del año, volví a trabajar con mi papá. Aunque ya no vendía luces, podía ayudarlo con sus productos, y me divertía. Aun así, me pagaba 50 soles, lo cual era una buena suma para mí.

En ese momento, tenía una enamorada, y después de dos años tuvimos un hijo. A los 19 años, ya era papá. Para muchas personas, fue un problema, pero en ese momento no entendía la gravedad de todo. Ahora puedo decir que fue una gran decisión, aunque hablaré más de eso luego.

Con el nacimiento de mi primogénito, abandoné la universidad, y fue para bien. No encontraba mi lugar, había muchas cosas de relleno, yo quería emprender y hacer negocios.

En busca de nuevas oportunidades, mi mamá me presentó la idea de la empresa de joyas y la participación en Perú Moda, una feria internacional. Había estudiado inglés y me sentía capaz de encargarme de todo. Gracias a Adex, pudimos participar como expositores. Sin embargo, nuestra presentación fue discreta en comparación con otros expositores más experimentados. Aunque ahora, después de 17 años, volveremos a la feria, en ese momento, no creo que nuestro trabajo fuera tan destacado.

No me sentía mal en ese momento, tenía 19 años, y para mí, nada parecía malo. Sin embargo, con 17 años más de experiencia en diversos rubros, ahora entiendo que fallar no es una opción.

La idea de ferias no se detuvo allí. Gracias a la joyería, participamos en dos ferias fuera de Perú, específicamente en Ecuador. La segunda visita la hice solo, fue una experiencia bonita pero preocupante, y nuevamente, no nos fue bien. Al regresar, mi mamá decidió probar con la venta por catálogo. Recuerdo haber conseguido a un fotógrafo que tomó las peores fotos que jamás haya visto en joyería. A pesar de los esfuerzos, no tuvimos tanto éxito y enfrentamos problemas, incluyendo ser estafados por una vendedora.

En ese momento, ya debía tener alrededor de 21 años, y fue cuando nació mi segundo hijo. Reconozco que he sido muy arriesgado y agradezco a mi mamá por apoyarme en muchos negocios fallidos que emprendimos juntos.

Intenté emprender negocios por mi cuenta, como la cría de caracoles y la fabricación de figuras de yeso para decorar casas. Mientras tanto, mi papá abandonó el bazar y se adentró en el mundo textil, fabricando polos. Aunque sentía que con 21 o 22 años podía hacerlo excelente, no me permitieron intervenir mucho. Aun así, decidí invertir en mis propios polos con el logo de mis iniciales, diseñados por mí.

La incursión en el mundo textil no fue exitosa; no sabía ni cómo ni dónde venderlos. Aunque recuperé mi inversión poco a poco al venderlos, eran apenas 300 soles de ganancia.

En Navidad, mi papá sugirió vender algo en la puerta de su tienda. Nos dio unos playgos de 15 años en perfectas condiciones. Vendimos todo y me aventuré a vender mis polos. Sin embargo, una noche antes decidí tomar, y las ventas no fueron como debían. No pensé en mis hijos ni en su madre, ya que estábamos separados.

En ese verano, mi prima llego de Japón, quería invertir en equipos para pequeños conciertos. A pesar de no tener dinero, acepté ganar participación por el trabajo realizado. Al principio, todo iba bien, pero me acusaron injustamente de estafarlos y robarles dinero. Cubrí la pérdida con otro dinero, pero me echaron del negocio.

De vuelta a casa, ya separado de la madre de mis hijos, me sentía triste y desencajado. Mi mamá apareció y me ofreció dinero para comprar mis equipos.

Esta experiencia me hace reflexionar sobre las veces que mi mamá me ha ayudado sin darme cuenta. Aunque escribir un agradecimiento sería adecuado, es algo que debo decirle en persona.

Con ese equipo precario pero eficiente, volví a los conciertos y me fue mejor. Sin embargo, un día dejé de hacerlo, aproximadamente en 2010. El último concierto que organicé fue el día que España ganó el mundial.

Sin darme cuenta, me alejé de la música y los conciertos. Tomé un mes libre sin saber qué hacer.

Mi vida como empresario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora