Naruto se despertó y, al abrir los ojos, se encontró en una habitación completamente blanca. Su mirada se deslizó por el entorno con desconcierto; estaba en un hospital. Los recuerdos de los eventos previos regresaron rápidamente: había salvado la vida de su maestro, poniendo la suya en peligro al enfrentarse a Mizuki.
Se levantó de golpe, arrugando las sábanas de la cama con sus bruscos movimientos. Corrió por los pasillos del hospital, ignorando las miradas sorprendidas de quienes se cruzaban en su camino. Finalmente, a través de una puerta abierta, diviso el característico cabello de su maestro.
—¡Iruka-sensei! —exclamó el niño aliviado y, sin pensarlo, se lanzó hacia él en un abrazo apretado.
Iruka, que miraba por la ventana con expresión aburrida, fue sorprendido por el grito. Volvió la mirada y, al hacerlo, se encontró con el abrazo reconfortante de Naruto.
—Naruto —dijo Iruka con tono tranquilizador, mostrando una sonrisa serena—, estoy bien, gracias a ti.
—Pero Iruka-sensei, te lastimaste por mí —respondió Naruto, escondiendo su rostro en el regazo de su maestro—. Esto sucedió por mi culpa. Si no me hubiera dejado engañar, no estarías aquí.
La respuesta del joven fue instantánea. Sintió cómo su cabello era acariciado por unos segundos antes de separarse, observando cómo su maestro le dedicaba una sonrisa de reconocimiento.
—Necesito que cierres los ojos, Naruto —pidió suavemente Iruka
El niño obedeció y cerró los ojos. Iruka, mirando el mueble a su izquierda, encontró una bandana desgastada de color azul. La tomó con cuidado y se la colocó en la frente al joven.
—¡Felicidades, chico! —se expresó alegre Iruka, revolviendo salvajemente el cabello de su alumno—. Eres un shinobi de la hoja; has sentado las bases de tu nindo. Espero que te conviertas en el Hokage que deseas ser.
Las palabras llenaron de asombro a Naruto, quien abrió los ojos y miró a Iruka con incredulidad. En esos ojos, encontró un sentimiento que tanto anhelaba: el reconocimiento.
Sin poder contenerse, lágrimas cargadas de mil emociones brotaron de sus ojos. Iruka fue paciente, consolándolo durante todo el día.
Fuera de la habitación, un anciano con túnica blanca y una pipa en la mano estaba cerca de la puerta. Aunque tenía la intención de interrogarlos, sus propios sentimientos se lo impidieron. Las palabras de Iruka hacia su nieto adoptivo aliviaron en parte la culpa y la amargura que cargaba el anciano, quien poco pudo hacer por su nieto.
Se retiró del lugar con una sonrisa, devolviendo saludos a quienes se cruzaban en su camino. No arruinaría un momento de felicidad. En su mente, deseó que el Cuarto Hokage y su esposa lo perdonaran; aunque fue un líder indulgente, trataría de enmendar los errores del pasado y evitar repetirlos.
Horas después, Iruka y Naruto fueron dados de alta. En ese momento, se encontraban celebrando en el restaurante de ramen "Ichiraku Ramen". Dirigido por un padre y su joven hija apasionados por los fideos, aunque civiles, fueron los primeros en reconocer a Naruto y los que lo alimentaron con cuidado. Le brindaron un propósito, una alimentación sana y una breve educación con la que comenzar.
—¡Felicidades, Naruto! —felicitó el padre sinceramente mientras la hija colocaba un plato de ramen en la barra.
—La casa paga esta vez —exclamó la joven con una sonrisa, sintiendo alegría por el comienzo del camino de su "hermanito" Naruto—. Disfruta este día como quieras.
—¡Gracias, Teuchi-san, Ayame-chan! —agradeció Naruto con alegría.
A su lado, Iruka sonrió ante la situación. Su alumno estaba comenzando un camino interesante. Quizás... lograría su sueño.
Iruka creía firmemente en el niño, conocía su tenaz y amable personalidad. Además, el aura que lo rodeaba atraía a las personas como polillas, abriendo de alguna manera los corazones de la gente.
—¡Itadakimasu!
Dijeron el maestro y el alumno, sin duda alguna, tendrían mucho de qué hablar ese día.
Alejado de la aldea, Asahi observaba desde una gran altura. Se encontraba sobre las cabezas esculpidas de los Hokages, mirando los horizontes desde encima del monumento al Primer Hokage. Sus ojos verdes claros se posaron en la Torre Hokage y, lentamente, recorrieron toda la aldea. Era una vista hermosa: niños corriendo por las calles, adultos charlando civilizadamente sin preocuparse por criminales.
Se sintió bien al verlo. Aunque la humanidad aún sufría de corrupción y de odio, pensó que sería controlable en el futuro. Incluso en esta era de paz, de treguas entre aldeas que anteriormente se codiciaban, sentía que no era suficiente.
No deseaba una paz temporal; necesitaba que el mundo se uniera. Debía hacer algo, y pensó en una organización criminal que estaba ganando renombre: Akatsuki.
A pesar de ser conocidos como criminales inmorales y despreciables, Asahi planeaba usarlos según su conveniencia. Para lograr la paz, el mundo debía aprender del dolor, y a través de ese dolor, comprenderían.
Faltaba una pieza importante para lograr esa paz duradera, y sus ojos brillaron levemente mientras se centraban en un joven de cabello rubio que sonreía radiante.
Este niño, su descendiente, sería la luz del mundo que deseaba crear. En un mundo lleno de dolor, él sería la esperanza que guiaría a la humanidad.
De repente, un recuerdo golpeó su mente.
—La paz... No es un fruto nacido de la casualidad. Es como un fuego que debe alimentarse constantemente —dijo con una voz suave e imponente, con tono sabio. Desvió la mirada hacia la fogata, y sus ojos azules brillaron—. Se debe cuidar de él, vigilarlo; si no, se extinguirá.... —levantó la mirada y la dirigió a un joven Hagoromo, sonriéndole—. El primer paso para alcanzar la paz es sonreír.
Sonrió con nostalgia y cerró los ojos, pensando en difundir los ideales del sabio. Necesitaba encontrar personas que se encargaran de eso, chispas que acompañarían al joven rubio.
—Dios mío... —susurró Asahi con cansancio y una sonrisa apenas visible se formó en su rostro—. ¿Por qué el mundo no puede ser simple?
Torrentes de hojas lo rodearon, y se desvaneció con ellas del lugar.
Pronto volvería a buscar al niño. Por ahora, dejaría que experimentara el mundo real, que formara un pequeño ideal.
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Ecos del Olvido: El Shinobi que Desafió al Destino[運] -Naruto fanfic-
FanficEn un mundo donde el destino parece controlar los hilos de la existencia, un shinobi olvidado desafía esa noción. Aunque su nombre se ha desvanecido de los registros, su influencia secreta ha dado forma al mundo ninja tal como lo conocemos. Con una...