No todas las Princesas están destinadas a reinar. Algunas son educadas para servir y obedecer, sin la esperanza de un final feliz.
Felicia fue consciente de su destino, poco después de cumplir los 17 años, y ser enviada al Rey. Sabía que era una Princesa sin Corona, una Heredera sin posesión alguna.
Todos los días impares era despertada por las noches a manos de la guardia real y era enviada a los aposentos del Rey, donde sin ningún tipo de placer más que el de entregarle un heredero, descubría su cuerpo.
Aipabuwyth necesitaba un Heredero y Felicia tenía que engendrar uno.
Killian era un Rey, provenía de una familia de alfas puros, dominantes, lo que lo volvía glorioso, magnífico, justo y amado por todo el pueblo. Todos deseaban que sus hijos nacieran con tal encanto.
Por eso, años más tarde, cuando un manto escarlata cubre todo el reino y el olor de Lady Axx aparece en el salón rojo, la Reina Clariant la recibió sin levantarse de su trono, con una gran sonrisa, tratando de esconder su sorpresa y disgusto ante su presencia.
Lady Axx era una omega y apestaba a burdel, a las flores putrefactas del campo y en ocasiones a la mezcla de hierba que usaban las cocineras cuando el Rey se enfermaba, para hacer caldo de jabalí.
—Me he enterado de que la Princesa Heredera entrara en labor de parto hoy. —Lady Axx le susurra, como si hubiera alguien más aparte de ellas dos en el salón. —Los plebeyos del reino están preocupados.
—No deberían. —Clariant la barrió con una mirada de desagrado. Tenía una de sus cejas pobladas hacia arriba, algo no tan común en ella. Le observó el escote de encajes negros que le asfixiaba el pecho y el vestido amarillo de taffeta adherido a su piel, resaltando su piel blanca y su perfecta figura. Su cuello estaba descubierto y no llevaba el cabello suelto, por lo que, mostraba que era una mujer sin lazo.
—Es bueno recordar la historia, su majestad.
Clariant volvió a observar el cielo a través de uno de los ventanales del salón, sin mostrar expresión alguna, más que la frialdad con la que debería nacer toda Reina. El color rojizo solamente hacía que su piel, casi tan blanca como el marfil del castillo, brillara, tal como la luna de noche. La Corona que posaba sobre su cabeza era adornada por las hebras de su largo y delgado cabello plateado.
Aipabuwyth, el Reino Escarlata, era la cuna de los eclipses, por lo que, le resto importancia al pasado.
—Una maldición de hace años no rige nuestro futuro, ni nuestra nación.
Lady Axx se mantuvo en silencio durante segundos, observándola con detenimiento. Hubo un destello en sus ojos, que la Reina no pudo descifrar.
—Puede pensar lo que quiera —hizo una pausa, como si se replanteará lo que estaba a punto de decir. —, pero yo no veo a sus hijos aquí. — en el rostro de Lady Axx se dibujó una sonrisa.
Clariant se quedó en silencio, con un fuego que comenzaba a calentarle la piel, pero su cuerpo no reacciona ante aquel ataque, aunque se pone de pie mucho más rápido de lo habitual, haciendo que aquel acto se vea con brusquedad y antes de que rompa su compostura por completo, su comadreja entra por la puerta.
—Tengo algo que informarle, su alteza. —la comadreja hace una reverencia. —En suma privacidad.
La mirada de Lady Axx se cruza con la de la Reina Clariant.
—Bueno, supongo que debo retirarme. —La silla en la que ha descansado su cuerpo pocos minutos antes, se arrastra, liberando el frondoso vestido. —Ha sido un placer.
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𝖀𝖓𝖆 𝕮𝖔𝖗𝖔𝖓𝖆 𝖉𝖊 𝕸𝖊𝖓𝖙𝖎𝖗𝖆𝖘 •Taynic Galikhar•
FantasyLa Princesa Heredera del Rey da a luz a gemelos, pero debido a la falta de cuidados, uno de ellos muere. La Reina oculta dos muertes ese día escarlata y a su Heredero de todo el mundo. 16 años más tarde, el Príncipe Heredero se presenta como omega...