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Primera parte.

La paciencia de una reina termina cuando siente que ha perdido el control.

Clariant lo ha perdido.

Aki, mejor dicho, Nick, no ha llegado al castillo. Envío una paloma blanca, algo insula en ella, a la casa de Mel, con una nota atada en la pata y una frase alarmante.

La princesa no aparece.

El Rey no es del todo listo al decirle que Nick tuvo una pelea con el mismísimo príncipe de Dragonsrryn, su cuñado.

—¿Y no pensaste que podía descubrir su identidad?

—Taylor no tiene nada que ver en está situación. Si Nick se ha ido es porque lo orillaste a esto.

—¿Yo? Piensa que si el príncipe sabe quién es lo entregara como un traidor y...

—Eso debiste pensarlo tú, omega, al querer comprometerlo con el heredero.

—¿Ahora soy yo la culpable?

—Tu sed por el poder terminará con mi único hijo, mi heredero, ¿Sabés la gravedad de esto? ¿El inmenso dolor?

—Te recuerdo que, ese heredero es mi sobrino, el hijo de mi única hermana y mi sangre.

—¿Y por qué parece que los quieres muerto?

—Estoy haciendo esto por tu maldita corona, por el reino...

—Y ahora Nick no está, ¿Qué harás? ¿Cómo sostenerse esa corona sobre tu cabeza?

—Lo que siempre hago. —el vestido se ondea en el aire. —Resolver los problemas que creas.

Siente las mejillas calentarse en un recorrido eléctrico que le sacude el cuerpo entero.

—¿Un burdel? —dice quedo. De pronto ha perdido la voz.

—El mejor del mundo, te lo acabo de decir.

—Es sin lugar a dudas la peor bufonada que me han hecho en la vida.

—¿Bufonada?

—Befa. —intenta explicarse mejor con otras palabras, pero el príncipe luce incluso más confundido. —La peor burla grosera e insultante.

—No digas nimiedades. —deja caer su mano sobre sus hombros, en señal de apoyo. —Vamos, será una noche magnífica.

Se adentran y las puertas crujen tras ellos al cerrarse. Hay alfas en cada rincón con omegas descansando sobre sus piernas, desnudos. Un escalofrío se instala en su cuerpo.

Aquel es el mundo del cuál sus padres han intentado mantenerlo alejado. No puede creer que en una noche ha roto todas las reglas que alguna vez juro cumplir.

El sonido del arpa siendo tocada y los panderos a juego hacen que centre su atención sobre el príncipe, quién sin poder evitarlo ha comenzado a bailar al compás de la música. Es un buen ritmo y eso aclara las dudas que ha creado en su mente sobre si hombres como él sabrían bailar.

Hay omegas, hombres y mujeres, hincados, algunos con el cuerpo pintado, pero sobre todo, desnudos, en fila esperando por que su cuerpo sea deseado.

La sorpresa en su rostro es evidente y lo deja mayormente horrorizado.

𝖀𝖓𝖆 𝕮𝖔𝖗𝖔𝖓𝖆 𝖉𝖊 𝕸𝖊𝖓𝖙𝖎𝖗𝖆𝖘 •Taynic Galikhar•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora