I

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Mel envuelve el cabello de Clariant en un manto fino de color dorado, no logra reconocer el tipo de tela, pero está casi segura que se trate de seda, para evitar que se le pegue en el rostro o se adhería sobre la piel de los senos.

Buscar a una beta entre todo el pueblo para que amamantara al niño ha sido su plan, pero el Rey se negó, debió a que, tras sus servicios probablemente la nodriza moriría.

No podían matar a cuánta gente supiera de la existencia del bebé ni correr el riesgo de qué la vida del Heredero fuera puesta en peligro.

—Comadreja. —la Reina la llamó. Lucia cansada aun apesar de su esfuerzo en aparentar que todo estaba bien. —Vierte la leche.

Acató sus indicaciones tan pronto la escuchó; tomó un cuenco lleno de leche del balde que las sirvientas habían dejado en la barra de la mesa y lo vacío despacio, creando un hilo blanco sobre el pecho descubierto de la Reina quien se estremeció ante el calor del líquido sobre su piel, luego se pego al bebé del pezón para que comiera.

Estaba débil, flaco, no había aceptado comer las primeras horas y había rechazado los brazos de Clariant en más de una ocasión.

Tenía que no contar con mucha suerte como para sobrevivir.

Hay una mueca de dolor en el rostro de la Reina, sus labios están hacia abajo mostrando desagrado y su frente está fruncida provocando que sus cejas estén a nada de unirse, pero aún así, no se separa al bebé, incluso cuando el mismo niño se desprende del pezón, Clariant lo guía de vuelta a el hasta que considera que está lo suficientemente satisfecho.

Las pequeñas manos del bebé se aferran con fuerza a la tela de su vestido, dejándole rasguños sobre la piel con sus uñas, no se queja, supone que aquel acto es un cobro de cuentas porque ella antes ha rasguñado a su madre.

Lo sostiene en brazos envuelto en una manta de borrego. Le evoca un tirón en el corazón. Es la primera vez en toda su vida que carga en vida a un bebé por más de medio día.

—¡Esto es un desastre! —el Rey exclama cruzando las puertas de la habitación. Lleva la casaca roja abierta y la camisa blanca fuera del pantalón. —Lady Axx te espera en las sala ro...

Los ojos del alfa caen sobre la piel descubierta de su omega. Ha tocado aquellos pechos más veces de las que le gustaría que el reino supiera, por lo que, ver a su hijo a escasos centímetros lo toma desprevenido.

—No ha aceptado el biberón. — le informa con las mejillas rojas.

Los ojos de Killian caen sobre el mueble al lado de la cama con el pequeño biberón de arcilla, era similar a los cántaros donde servían el agua para mantenerla fresca, a diferencia del pequeño tuvo estrecho que salía para que el niño chupara de el.

La comadreja limpia con una manta humeda a la Reina, con delicadeza, para que no sienta después la piel pegajosa, luego toma al bebé entre brazos, es ligero, tanto como una costal de trigo y lo recuesta en la cuna que el Rey le había hecho con ramas y pieles.

—¿Qué quiere Lady Axx?

—Conocer al Heredero y felicitar a la Princesa.

Felicitar a la Princesa.

Clariant respira profundamente tanto que su pecho se infla y luego exhala con violencia, ocasionado un suspiro evidente.

Sus manos se mueven con elegancia, envueltas entre las joyas que Killian ha fabricado en sus tiempos libres para ella, bajando las mangas del vestido ya sin la preocupación de ensuciarse.

—Ire enseguida. —se toma unos momentos, como si dispusiera del tiempo. —Comadreja, viste al niño.

—¿Vestirlo? —Killian avanza hasta la cuna y contempla su creación sin atreves a tocarlo por el miedo a romperle.

𝖀𝖓𝖆 𝕮𝖔𝖗𝖔𝖓𝖆 𝖉𝖊 𝕸𝖊𝖓𝖙𝖎𝖗𝖆𝖘 •Taynic Galikhar•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora