—¿Qué dijiste?
El sonido de risas y música ahogada llenaba el aire mientras el príncipe lucia tranquilo.
Nick miro por la ventana, vislumbrando la angosta escalera de madera. Las paredes del burdel estaban adornadas con cortinas rojas y doradas que en algún momento habían sido lujosas, pero ahora mostraban señales de desgaste. La atmósfera era densa, cargada del aroma de perfumes y vino derramado.
No estaba acostumbrado a estos lugares de placer y exceso. Sus ojos se movían inquietos, capturando destellos de las escenas que se desarrollaban en las salas contiguas, esclareciendo su mente con los sonidos que propiciaban.
—Que Clariant no es la madre de Aki. —lo escuchó decir, volviendo a llamar su atención.
Lo ve estirar los músculos de su cuerpo antes de ponerse de pie de los cojines entre los que estaba sobre la cama.
—¿Y cómo sabes eso? —quiere volver a tomar su espada, empuñarla y terminar con lo que sale por la boca del príncipe, pero no lo hace.
Siente demasiada curiosidad, que un hombre de otro reino, se atreva siquiera a señalar que la reina miente, a difamar su nombre, porque es imposible que Clariant no sea su madre, es la reina. No podría mentirle así, ¿Verdad?
—Mi abuela era de aquí. Ella cuido a la reina Clariant de pequeña, tenía una hermana.
—La reina no tiene familia.
—Todos tienen familia, incluso tú. —le toca el cabello. —Aunque digan que eres un bastardo.
—¿Digan? —sus cejas se levantan. —¿Quiénes dicen que soy un bastardo?
—Bueno, te peleaste con los guerreros del Rey, los venciste y me dejaste en el suelo. Es obvio que hablan de ti en el pueblo, eres una amenaza.
—No soy un bastardo.
—Pero tampoco tienes un techo donde pasar la noche. —dice con simplicidad.
—No me conoces.
—¿Quiénes eres, Nick?
Siente la necesidad de decirle que es hijo del rey, puede sentir en la punta de su lengua las palabras.
—Un bastardo. —su mandíbula se tensa. —He vivido en la lejanía durante toda mi vida.
—¿Y por qué buscas ser guerrero del rey?
—Porque es lo que deseo.
—¿Morir en una guerra?
—Elegir cómo morir, dónde...
Escucha al príncipe bufar y arruga la frente, creando una mueca en desagrado.
—Tu lengua de alguna manera no está conectada a tu cerebro y no piensas bien lo que dices.
—Sé lo que digo.
—No. —el príncipe lo rodea. —Ningún hombre quiere morir en la guerra, todos anhelan una muerte tranquila.
—No puedes saber lo que desean todos los hombres.
—No es algo que me interese. —se encoge de hombros. —Aunque sí me interesa saber qué quieres tú.
Hay una mirada sutil, fugaz, que le da el príncipe y no sabe cómo tomar.
—Lo he dicho ya. Elegir cómo morir.
—No puedes tener ese único anhelo en la vida.
Nick se tensó, sintiendo cómo la ira comenzaba a arder en su interior, a, su mente girando con pensamientos caóticos. La ira y el dolor que ha sentido durante toda su vida serían solo la punta del iceberg si lo que Taylor decía resultaba siendo verdad.
Cerró los ojos, recordando el momento en que sus padres, el rey y la reina, le habían explicado su destino, el por qué debía ocultarse. Nada de eso tendría sentido si Clariant le había mentido.
Un golpe suave en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Su alteza, lamento irrumpir, pero hay ordenes del la Reina para revisar todo el lugar.
Taylor avanzó hasta la puerta, Nick levantó la vista, sus ojos verdes lucían brillantes, casi cristalinos, como si no hubieran sido derramadas.
El príncipe lo miró con asombro y compasión.
—¿Qué ha pasado?
—Al parecer han secuestrado a la princesa Aki.
Taylor lo miró en silencio por un momento, su expresión suavizándose ligeramente.
—Puede pasar, aquí solamente estamos nosotros dos.
—Quién es su acompañante?
—Un regalo del rey, un bastardo y mi esclavo.
Nick dio un paso atrás, respirando profundamente para calmarse. Aquella presentación sería la más humillante que recibiría en su vida.
El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez no estaba cargado con una energía diferente. Sintió cómo la sangre se le helaba en las venas. Aunque Taylor lo había presentado como esclavo, en sus ojos había algo más, algo que no lograba descifrar.
La mujer que había interrumpido no parecía del todo convencida, pero asintió y se retiró. Taylor cerró la puerta tras él, y el silencio se volvió casi insoportable.
—¿Por qué has hecho eso? —preguntó Nick, su voz apenas un susurro, cargado de furia contenida.
—¿El qué? La princesa es asunto de mi hermano, no mio —respondió sin mirarlo directamente, su tono irónico—. Si se ha ido al menos que me deje disfrutar mi noche.
—¿No te preocupa que la princesa esté desaparecida?
—En lo absoluto.
Nick apretó los puños, sentía la rabia luchando por escapar de su control. Sin embargo, sabía que Taylor tenía razón.
—¿Por qué?
—No es mi princesa.
—Voy a encontrar a la princesa —respondió Nick sin dudarlo—. Si alguien la ha secuestrado, debe haber un motivo. Y si puedo devolverla sana y salva, quizás obtenga las respuestas que busco.
El príncipe lo observó en silencio por un momento antes de asentir.
—Entonces prepárate. No será fácil. Los guardias estarán por todas partes y cualquier movimiento en falso podría costarte la vida.
Lo sabía. Ya no era solo una cuestión de llegar con vida al castillo, sino también de no ser descubierto.
—Vamos —dijo Taylor.
—¿Qué? No, no. Haré esto yo solo.
Lo vio tomar su espada y ajustarse la ropa.
—Aunque me encantaría dormir y no desperdiciar mi noche en una búsqueda absurda por una princesa arrogante, no te dejaré ir solo. Y al parecer... —se detuvo a abrir una pequeña puerta oculta en la pared. —Conozco tu reino mejor que tú. Sé de un camino secreto que nos llevará fuera del burdel sin ser vistos.
Nick lo siguió, sintiendo cómo una nueva ola de esperanza lo inundaba. No sería tan difícil perder al príncipe en medio del bosque, entre la tiniebla.
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𝖀𝖓𝖆 𝕮𝖔𝖗𝖔𝖓𝖆 𝖉𝖊 𝕸𝖊𝖓𝖙𝖎𝖗𝖆𝖘 •Taynic Galikhar•
FantasyLa Princesa Heredera del Rey da a luz a gemelos, pero debido a la falta de cuidados, uno de ellos muere. La Reina oculta dos muertes ese día escarlata y a su Heredero de todo el mundo. 16 años más tarde, el Príncipe Heredero se presenta como omega...