Capítulo 14: ¿Adelanto?

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CAPÍTULO 14


Es una pena que fuese una ilusión, me hubiese gustado mucho soltar la fecha en la realidad.


La vida de Freya había dado un giro radical desde que llegó al castillo. Habían pasado algunas semanas desde el primer encuentro de Freya con Diot, sin embargo los encuentros siguientes no pudieron ser evitados. La convivencia entre Freya y Diot, dispuesta por el rey Herald, se había convertido en una especie de espectáculo inadvertido para aquellos que deambulaban por los pasillos. La estrategia del monarca, hábil y calculada, buscaba transformar la percepción del pueblo sobre Freya, hacerla más accesible y aceptable como princesa.

Cada encuentro entre ambos jóvenes era vigilado por la expectante mirada del personal del castillo y sus susurros no tardaban en difundirse como una brisa inquieta por los corredores.

La hija del rey al fin se dejaba ver.

Habían pasado años desde que se supo de la existencia de la hija del rey, una princesa oculta en los entresijos del palacio, pero, como un relámpago en la calma, su presencia se filtraba a través de los muros del castillo y llegaba a los oídos del pueblo.

Los habitantes de la ciudad, que solo habían escuchado susurros sobre la joven, anhelaban un vistazo a la princesa. La idea de ver a la hija del rey, quien se había mantenido en las sombras durante tanto tiempo, se convirtió en un deseo colectivo. Las conversaciones en las tabernas giraban en torno a esta presencia nueva, un resplandor de novedad en una vida rutinaria. "¿Será tan hermosa como dicen?", "¿Por qué la mantuvieron oculta por tanto tiempo?", eran preguntas comunes que se lanzaban de boca en boca.

Por otro lado y lamentablemente, el avance en la relación de Freya con la reina y sus hijos había sido lento y algo distante. Apenas había tenido la oportunidad de intercambiar palabras con las dos jóvenes, cuyas miradas solían esquivar las suyas o mostrarse indiferentes cuando se cruzaban en los pasillos del palacio.

Sin embargo, con Gadea, la interacción había sido algo más frecuente, aunque no precisamente cordial. Durante los momentos compartidos en el desayuno y la cena, el ambiente se llenaba de comentarios sutiles, a veces insinuantes, que parecían trazar una línea de desafío entre ambas mujeres. No era una relación cómoda ni amistosa; más bien, estaba marcada por una tensión disfrazada de falsa cortesía y observaciones afiladas que trataban de encontrar fisuras en la fachada de Freya.

— ¿Dónde está Sandra?

— Ella se encuentra indispuesta, milady. Me temo que tendrá que conformarse con mi sola presencia.

— Sí ... Así parece —Freya miró ligeramente hacia los lados, era de madrugada, pero ella había decidió despertarse temprano para que lidiar con Lady Eliza no fuese la primera cosa que hacer al levantarse—. No tenemos mucho tiempo. El León espera en la cueva, dos de la manada van al encuentro.

— ¿En la cueva?

Freya asintió.

— En la cueva.

En ese momento Freya volvió a su habitación a paso rápido, pero seguro. Los días habían transcurrido sin la oportunidad de un encuentro entre Bronson, Katrina y ella misma. Sin embargo, esa madrugada, una pausa inesperada en el flujo cotidiano, causada por la repentina enfermedad de Sandra, los dejó solos en un raro hueco temporal.

Mientras se sumía en sus cavilaciones, un suave golpeteo resonó en la puerta de roble de su cámara seguido por el ingreso de Bronson y Katrina. "Cierra la puerta", Freya llegó a decir.

Culpable, su majestad / LIBRO 1 /Donde viven las historias. Descúbrelo ahora