Último discurso de su majestad el rey Marco IV:
Agradezco vivamente esta calurosa bienvenida, gracias. [extiende al cielo ambas manos cual Papa] Señores, en esta solemne ocasión os he de dar las más grandes noticias. [hace una pausa para crear suspenso] Me presento ante vosotros con un corazón cargado de angustia, y es que ya pasaron veinte años, ¡Veinte años! desde que la Princesa se embarcó en su castigo de prisionera. Pareciera que ya os acostumbrasteis a su ausencia, como si no estuviera entre nosotros, y lo está, aislada entre cuatro frías paredes, pero lo está. [hace una pausa y carraspea] Día a día tardo cada vez más en subir las escaleras de aquel miserable altillo para visitarle. Y es que me siento solo... Hoy he de abrir mi corazón ante vosotros... Nadie entiende por qué no deseo casarme de nuevo, y es que aún no supero la muerte de mi esposa, le sigo amando aunque ya no esté entre nosotros, nunca nadie podría remplazarle. Entiendo que esto sea un motivo de preocupación para vosotros, sino me matrimonio y traigo al mundo un heredero, este será el fin del linaje. La única que pudo haber hecho algo al respecto fue la Princesa, pero lo echó a perder cuando "tiró" a su recién esposo del balcón en su misma noche de bodas. Aún me niego a creerlo... [hace otra pausa y alza las manos para pedir silencio a las masas que se alzan en abucheos tras oír esta última oración]
¡Silencio! No tienen idea del suplicio... [se lamenta bajando la voz] Esta situación me deprimió tan profundamente que año a año, fui desarrollado un problema de salud tras otro ¡Los médicos no me anuncian una vida muy longeva! Y fue en este momento, cuando vine venir mi muerte, que decidí ser escoltado al balcón para dar un último anuncio, señores es por esta triste razón que os he convocado aquí de emergencia. [las toces repentinas de su majestad hacen eco en las paredes de la entrada del palacio que ahora arropaban a las masas contenidas en un preocupante silencio. De pronto el Rey expectora]
¿He sido acaso un mal rey? ¿Un dictador? [el pueblo niega sus palabras coreando un rotundo "No" ] Todos estos años me he volcado a ser un Rey, no un tirano, os he escuchado, os he recibido día a día en mi palacio, o he proporcionado orden, estabilidad, trabajo, protección militar. No pido que me devolváis el favor, si yo me he limitado a cumplir con mi deber. Solo os pido que comprendan lo que estoy a punto de revelar [vuelve a toser y toma aire para vociferar las más súbditas palabras]
¡Hay un heredero entre nosotros! ¡Repito: habemus heredero! [exclama ante una pared de rostros tan confundidos como sorprendidos] La princesa: mi hija, sí ha cumplido con su promesa: ha traído al mundo un heredero con un caballero de la corte, que ha perdido la vida defendiendo a ésta, su casa real. Hemos mantenido el secreto por veinte largos años; con las desgracias y tragedias siempre al asecho, debimos de guardar silencio ante todo... Es así como día a día he dedicado parte de mi valioso tiempo a visitar a mi hija y nieto, a quien le he enseñado todo lo que sé sobre gobernar un reino, y ser así hasta un mejor rey que yo. Señores, les prometo que mi nieto es una extraordinaria esperanza para el futuro de este gran reino. Deseo de todo corazón, que esta noticia os encuentre con el mayor ánimo de revocar la prisión de mi amada hija para devolverla a la libertad que tan desesperadamente anhela, ella y su mismísimo primogénito: un legítimo sucesor de esta corona. Y que de esta manera, se vuelva a una paz sólida e inviolable y una amistad sincera entre su majestad, sus sucesores y vosotros, los más valientes súbditos. Por primera vez en mi vida, estoy a vuestra merced, en sus manos está el futuro del siguiente mandato. Tienen la opción de soltar, aceptar y por fin perdonar a La Princesa, quien ya ha sufrido un tortuoso y longevo encierro, o abandonarla con su hijo en la torre, y por lo tanto defraudarme a mí, vuestro rey, que deberá ceder el torno a otra familia feudal. ¿Dejareis pudrir en aquella torre todo lo que se esta familia real ha construido? Soy todo vuestro, me encuentro aquí ante todos vosotros, más vulnerable que nunca, a sus pies, luchando por la libertad, la justicia y la esperanza misma de nuestro reino. Ahora os pregunto ¿Consienten vosotros que este humilde legado quede en manos de mi brillante nieto Marco V, sangre de mi sangre?
[Solo unos segundos de reflexión bastaron, para que un veterano vocifere a lo lejos "¡Sí, consiento! ¡Por usted doy mi vida su majestad!", le seguía la voz de una dama "¡Por fin un heredero! ¡Soltad a La Princesa, ya ha cumplido con su pena y deber", un intelectual en primera fila exclama "¡Estamos ante la más pura de las democracias! ¡Viva el Rey!". Más y más voces se unieron al cántico que acogía de la mejor manera al nuevo sucesor de la corona quien aparecía por arte de magia tras la cortina para asomarse al balcón de su futuro Palacio Real.]
Me siento realmente conmovido. [mira el cielo el Rey con el corazón aliviado, tomando la mano de la esperanza del reino: su queridísimo nieto Marco quien sonríe con un porte altivo. El Rey le había advertido del poderoso impacto de las masas, pero ahora que lo estaba viviendo en carne propia, aquella ovación parecía sentarle de maravilla. "¡Qué apuesto buen mozo!" confesaban las nobles damiselas de la primera fila abanicándose más que nunca. La aparición del joven había desatado un estallido de gritos y alaridos. Celebración que no cesó al asomarse por el balcón la protagonista de la historia: La Princesa, quien sale a la luz veinte años después, más vieja, más sabia, más fuerte que nunca. No sonríe, solo suspira en paz, no saluda, solo se limita a tomar la mano de su padre. Mira a su hijo: el futuro Rey. Lo había logrado, finalmente había complacido al pueblo, aunque eso significó renunciar al amor para siempre, al fin y al cabo aquellos veinte años le habían dado el amor más puro: el amor hacia un hijo, y con eso ya bastaba...]
ESTÁS LEYENDO
La Maldición de la Princesa ©
Cerita PendekUna maldición asecha el destino de la Princesa, haciendo de su vida una total desdicha, condenándola a nada más y nada menos que el desamor eterno. ¿Cuánto más podrá soportar el frágil corazón de una dulce joven sedienta de amor y propicia a las des...