Capítulo 08 | Un 24 de diciembre

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Abrí los ojos, el dolor era insoportable. Intenté levantarme, pero mis brazos no cooperaban. Giré un poco la cabeza para mirar al reloj de mi muñeca, eran las once y media de la noche. Habían pasado horas desde la última vez que abrí los ojos. Mis párpados se sentían pesados y respirar se me estaba haciendo muy complicado. Jadeé y grité, golpeé todo lo que pude, pero nada. Cálidas lágrimas se deslizaban por mis mejillas y el punzante dolor de mi rodilla seguía constante. Me sentía inútil, muy inútil. Cada vez que pensaba que había logrado levantarme o moverme me derrumbaba una y otra vez. Traté de gritar, pero nada emergió de mi garganta. Lo único que pude hacer fue dejar de intentar, bostecé y cerré mis ojos esta vez voluntariamente.

—¡¿Freya?! —Una voz masculina provino de la planta de arriba—. ¡Freya! —Esta vez una voz femenina se unió a los gritos.

Mi corazón dio un vuelco al escucharlos. Intenté gritar, no podía. Golpeé el suelo, no me escuchaban. Cansada, me quité el reloj de mi muñeca y me lo clavé en la herida abierta de mi pierna. Un grito desgarrador salió de mi garganta, mis manos estaban repletas de sangre y me había quedado sin lágrimas para derramar.

—Freya... Oh Dios... —Daphne empujó a Jess y le tapó los ojos al verme en el suelo—. Jess, vendas y desinfectante, ahora.

Al no darse cuenta de la situación, Jess no hizo caso y apartó las manos de Daphne de su visión. Daphne lo miró preocupada, y Jess tembló al ver la escena completa. No sabía cómo me veía en ese momento, pero con tan solo ver sus reacciones podía hacerme una idea. Sonreí y mis ojos se cerraron una vez más.

Cuando los volví a abrir, una luz me cegó completamente. Era de noche, y aunque tenía alguna que otra sábana encima, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Por alguna razón no sentía mi pierna derecha.

—¿Dónde estoy? —inquirí—. Me duele todo.

Jess estaba sentado en un sillón a unos centímetros. No estaba completamente dormido, pero tampoco despierto. Se podría decir que estaba en estado zombie. Al notar mi movimiento, se frotó los ojos y parpadeó algunas veces para despertar.

—Estás en el hospital...

Fue en ese momento cuando me acordé de todo. Me había caído por las escaleras y por eso no podía sentir mi pierna, que estaba recién vendada. Tampoco le pude dar el regalo a Daphne. Ni siquiera pude presentarme a su fiesta.

—¡Mierda...! —entrecerré los dientes con frustración—. Lo siento, Daphne... Yo...

Daphne bostezó y con toda la paciencia del mundo me dedicó una leve sonrisa.

—Tranquila, aunque suene raro de alguna manera u otra me has ayudado.

Me sorprendió esa respuesta, pero noté que era mejor no meterme mucho en el tema así que me alivié por no haber sido una aguafiestas y sonreí.

—Bueno chicas, ¿os parece ir a tomar algo? —Jess se levantó del sillón y sacó su billetera llena de tarjetas de su bolsillo.

—¿Te recuerdo que aún sigo postrada en la cama? —señalé a mi pierna dañada.

—¡No por mucho tiempo!

Jess salió de la habitación y, en un abrir y cerrar de ojos, volvió con una silla de ruedas. Negué con la cabeza avergonzada, no necesitaba llegar a esos extremos. Pero antes de poder decir nada me levantó de la cama como si fuese un saco de patatas.

Daphne estaba utilizando el móvil de Jess, ya que el suyo se había quedado sin batería. Una sonrisa maliciosa asomó por su comisura y comenzó a tomarnos fotos en esa posición. Jess me intentó tapar con las sábanas pero eso solo hacía la situación más graciosa. Cuando por fin toqué tierra, Daphne me ayudó a sentarme en la silla de ruedas. Me explicó las maravillosas fotos que nos había tomado y cómo las había configurado de fondo de pantalla.

Cacería de Bestias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora