Capítulo 10 | Cenando con asesinos

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¿Madre...?

No me dejes, no nos dejes.

Por favor, no lo hagas.

Un olor punzante me despertó de mi profunda pesadilla, definitivamente no provenía de mi habitación. Me levanté y me dirigí hacia el salón. El profundo olor a humo venía de la cocina así que tomé un paño y entré. El humo inundó todo mi rostro.

—¿Lizzie?

La cocina estaba hecha un horror, platos en el suelo, tazas rotas, manteles arruinados... Mi hermana tenía toda la ropa manchada, y estaba tosiendo repetidamente. Lo primero que hice fue abrir las ventanas y sacar a Lizzie de esa zona.

—Tenemos que limpiar todo este desastre.

—Lo siento.... —me miró con aflicción.

Acaricié su cabeza y estiré uno de sus mofletes.

—No pasa nada, limpiaremos juntas, ¿vale? Está un poco descuidada, en algún momento tendríamos que haberla limpiado de todas formas.

—¡Limpiaré la cocina y las habitaciones! —Sus ojos rojizos por el humo se iluminaron.

—Ah, haré yo las habitaciones —sonreí—. Encárgate del salón y la cocina. Mantén las ventanas abiertas para que el polvo no se quede dentro, ¿entendido?

No quería que entrase a las habitaciones. Lizzie era una niña muy curiosa, podría encontrar muchas cosas a las que todavía no estaba preparada para enfrentarse.

—Eres la mejor, hermana —me abrazó y salió de la cocina con una escoba en la mano.

Sonreí y me centré en ordenar la habitación de nuestra madre. La habitación estaba intacta. No puse un pie en ella desde que fui a la fiesta de Phil. Sabía que no iba a entrar mucho a la habitación así que no limpié intensivamente: hice una limpieza general. Abrí las ventanas y suspiré al ver todo el trabajo que me quedaba. Lizzie estaba escuchando música mientras barría, se escuchaba incluso a través de la puerta. De alguna manera, eso me motivó a seguir limpiando.

Al abrir uno de los cajones me encontré con una caja enrollada en un trozo de cuerda muy fino. Estaba llena de polvo así que decidí sacarla. Detrás de la caja rosada había un texto grabado: "Para Freya Hunter, la cazadora de la familia." Al leer eso mi corazón se encogió, reconocí la letra de mi madre en un instante. Chasqueé la lengua y me dejé caer al suelo con la caja en mis manos. Eran 12 cartas, exactamente los años que habían pasado desde el incidente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Abrí la primera carta con inquietud.

» Hola, mi pequeña Freya, ¡Feliz cumpleaños! Ya tienes 4 años, ¡Qué rápido crecen los niños! Sé que a esta edad no podrás leer esto y que probablemente nunca te lleguen estas cartas, pero tengo fe en que alguien las leerá cuando yo ya no esté.

Te quiero, mamá.

» ¿5 años..? Se siente como si fuera ayer que escribí una carta. Ah, espera, fue ayer. Sé que no podré estar para ti todos tus cumpleaños, por eso estuve toda esta semana escribiendo cartas para el futuro. Tu hermana Lizzie tendría que cumplir dos años si no me equivoco, prométeme que la cuidarás mucho y que os portaréis bien.

Besos, mamá.

Las cartas se mancharon de pequeñas gotas que caían de mi rostro. Me pellizqué y agarré la siguiente carta. A madre no le hubiera gustado que llorase mientras las leía.

» Querida, ¡ya tienes 6 años! Me gustaría ver todo lo que has crecido...

Fui leyendo carta por carta, hasta llegar a los dieciséis años.

Cacería de Bestias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora