capitulo 5

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Capítulo 5

CUANDO Adam giró la esquina se encontró con una larga fila de coches.

-Este es el tipo de cosas que creía haber dejado atrás en la ciudad -dijo con impaciencia.

Jessica deslizó una uña roja con suavidad por su brazo y sonrió.

-Pobrecito mío.

Una relación que había consistido en excursiones ci­vilizadas al teatro y al cine y veladas íntimas a solas significaba que Jessica no conocía la parte más difícil de la naturaleza de Adam. Y ella procuraba ocultar su desagrado siempre.

La adolescente del asiento trasero vio el gesto pose­sivo y sonrió a su hermano mayor. Jake, consciente de que su tío lo estaba mirando por el retrovisor le dirigió una mirada de advertencia. Habían decidido que sería mejor la sutileza que la hostilidad abierta para acabar con la fantasmal Jessie.

Los gemelos eran demasiado pequeños para servir de utilidad, pero Jake y Kate estaban decididos a tirar algunos petardos entre los fuegos artificiales.

-¡Tengo que ir! -anunció una vocecita resuelta.

-Yo también -repitió otra voz idéntica.

Kate y Jake se miraron y dijeron al unísono:             

-¡Tienen que ir al servicio, tío Adam!

-¿Y qué puedo hacer yo? -dijo Adam cuando una furgoneta paró tras ellos.

-¡No lo sé! -respondió Jake divertido-. Pero será mejor que lo hagas cuanto antes.

-Tendrán que esperar -anunció Jessica como si con eso acabara el problema-. ¿Son eso cámaras de televi­sión? -había desviado la vista hacia un grupo de gente que había descargado equipo de televisión de la furgo­neta de detrás de ellos-. Será mejor que les busques un servicio, cariño.

-Buena idea, Jessie -dio Jake.

-Jessica -le corrigió Adam mientras su prometida se encogía ante el diminutivo que detestaba.

-Se me escapó.

-Pues no dejes que se te escape más -fue la seca ad­vertencia-. No hace falta que vengáis todos -añadió cuando le siguieron todos los ocupantes del coche.

-No vamos a ayudarte -contestó Kate-. Vamos a averi­guar por qué están ahí las cámaras. Como todo el mundo.

Los ocupantes de los coches parados ya estaban avanzando por la carretera.

-Los niños son tan curiosos -sonrió con tolerancia Jessica mientras se miraba al espejo de nuevo.

-Jess... Jessica puede ayudarte con los gemelos, ya que no está interesada -observó Kate antes de colocar una gordezuela mano en la de ella-. No te preocupes. Es sólo chocolate -susurró con dulzura cuando Jessica examinó con mal disimulado horror la mancha oscura en su falda clara

-Sam no quiere ir con ella -anunció Nathan, de la mano de Adam.

-No, no quiero -corroboró su hermano.

Jessica esbozó una breve sonrisa, pero no evitó que el niño desenroscara los dedos de los de ella.

-¡Pobres pequeños! Todo el trauma que sufrieron debe tener su impacto, pero creo que es un error dejar que la disciplina se resienta.

La expresión de Adam permaneció impasible al darse la vuelta y sorprender a su sobrino haciéndole burla a Jessica a sus espaldas. Sin decir nada, le dio la mano.

Cuando se acercaron un poco vieron a un grupo de unos cincuenta manifestantes con trajes de época.

Toda la plaza del pueblo parecía sacada de una es­cena de Jane Austin y la multitud de espectadores con­templaba fascinada a las mujeres con vestidos de color pastel de cintura alta que pasaban con sus pancartas al lado de hombres en calzones ajustados y cuellos engolados.

Salvaje y ArdienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora