capitulo 7

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Capítulo 7

ANNA se apoyó contra los talones para aliviar la presión sobre las rodillas. Gatear por el suelo entre trozos de yeso y escayola era una tarea ar­dua.

-¿Dónde pueden estar?

-Lo mismo estaba preguntándome yo.

Anna se dio la vuelta con un grito de susto y cayó sobre el trasero.

-¡Adam! ¡Dios bendito! ¿Qué estás haciendo aquí? -frunció el ceño con gesto acusador-. Se suponía que no llegarías tan pronto.

-Ya sé donde se suponía que debía estar, pero lo que no sé es por qué estás tú aquí y Jessica y los niños no.

Anna se sintió miserable. Había hecho que pareciera como una intrusa. Era evidente que había vuelto pronto para ver a Jessica.

-¿No te lo contó ella? Tu madre estaba segura de que lo haría.

-¿Mi madre?

Parecía cansado, notó Anna. Tenía la cara pálida y una leve sombra de barba en la mandíbula. Contra la puerta, resaltaba como una poderosa figura. El formal traje oscuro que llevaba estaba un poco arrugado y la corbata floja.

-Será mejor que me cuentes qué es lo que ha pasado aquí

-No hace falta que te alarmes.

-¿Eso crees?

-No sé por donde empezar.

-Lo más lógico es que empieces por el principio. No te quedes ahí a gatas como una idiota, mujer.

-¡No lo soy! -negó con indignación sin dejar de mi­rarlo fijamente.

-¿El qué, idiota o mujer?

-Jessica no vino.

Una expresión de furia le surcó la cara a Adam.

-¿Por qué diablos nada sale según los planes?

-Verás, Jake le dijo que los gemelos estaban enfer­mos.

-¿Qué les ha pasado? -interrumpió con ansiedad-. ¿Por qué no me ha llamado nadie?

-Están bien -le tranquilizó ella-. Tienen sarampión, pero hoy están mucho mejor. Jake pensó que Jessica te lo contaría y ella debió pensar que lo haría él. Cruce de cables.

-¿Quieres decir que están aquí, no con mi madre?

-Sí. Jake ya había salido para aquí y no sabía qué hacer.

Adam la estaba mirando con una expresión extraña y una curva sardónica en los labios.

-Pero tú sí, ¿verdad?

-Tu madre estaba muy preocupada y no podía venir hasta aquí para ayudarlos.

-¿Por qué no?

-¡De verdad! -estaba asombrada ante aquella indife­rencia filial-. No puede conducir porque tiene la cadera mal y se tarda horas en el tren. Encima hay que hacer dos cambios, así que le dije que no se preocupara.

-¿Quieres decir que mi pobre madre te contó todo eso por teléfono?

-Jake le dio mi número. No se le ocurrió nadie más. Me los llevé a la granja. Nos sobra mucho sitio y esto no está en condiciones. ¿En qué estabas pensando, Adam? Ni siquiera funcionan las cañerías.

-Los constructores me prometieron que estaría aca­bada -dijo con una indiferencia que la irritó-. Supongoque tendrás una buena razón para estar gateando por el suelo, ¿no?

Salvaje y ArdienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora