Capítulo 10
AYÚDAME a prender esto, mamá.
Anna se sacó los números de tela de los dientes y se lo dio a su madre junto con los alfileres que tenía en la mano.
-Date la vuelta entonces -Beth agarró el largo «66» y lo prendió al tutu rosa que llevaba su hija-. Ya está -se apartó para ver el efecto del tutu rosa con medias blancas y botas de fútbol y calcetines de rayas amarillas-. Muy llamativo, pero poco aerodinámico.
-No estoy en esto para ganar, mamá, sólo para sacar montones de precioso dinero.
-¡Es tan triste que los hospitales necesiten de la caridad para salir a flote!
-Ya discutiremos de política en otro momento, mamá, pero mientras estoy aquí parada, hay docenas de niños que se beneficiarán de esta maratón. Hemos conseguido mucha publicidad.
-Todo el mundo ha trabajado muy duro -afirmó Beth.
-Este traje me ha recordado el video que me hizo Jason —dijo Anna casualmente-. No lo he podido encontrar por ninguna parte. ¿No sabrás tú...?
-Estará por cualquier parte. Creo que ya deberías ir a la línea de salida, querida.
-Mamá -dijo Anna con tono de advertencia.
-Bueno, se lo dejé a Adam. Parecía interesado en tu baile. Pensé que podía gustarle verlo.
-¿Y no se te ocurrió que yo podía no querer que él lo viera?
-La verdad es que no -dijo Beth con desafío-. Creo que él podría estar muy bien para ti. Es bastante encantador.
-Él sería el primero en estar de acuerdo contigo -dijo Anna a sus espaldas mientras se acercaba a la línea de salida.
Estaba muy orgullosa de haber tardado sólo dos semanas en haber olvidado a aquel hombre. Él ya pertenecía al pasado, pensó convencida.
Los corredores serios ya habían empezado la carrera. Anna estaba a atrapada entre un octogenario y un hombre de mediana edad vestido sólo con un pañal. El ambiente era suficiente para elevar el ánimo a la gente más lóbrega, aunque ella no necesitaba ánimos.
-La primera milla es la peor -comentó un conejo de pascua al llegar a la primera colina.
-Eso es lo que necesitas, un ilimitado optimismo -se rió Anna sin aliento-. ¿Cómo puedes respirar con ese pellejo? -preguntó cuando media milla más tarde el conejo seguía a su lado.
Miró el disfraz y se preguntó cómo podría ver siquiera el pobre idiota.
-Puede que necesite reanimación -observó la voz ahogada.
-Podrías quitarte la cabeza -sugirió Anna.
-Más tarde.
Anna se encogió de hombros y ofreció la lata de colecta a los espectadores que se alineaban a lo largo de la ruta. Aceptó el zumo que le ofrecieron en el banco siguiente y una vez más se encontró al conejo a su lado.
-¿Has hecho esto antes? -gritó.
Aquel hombre parecía tener problemas.
-¿No. ¿Y tú?
-Dos medios maratones y un maratón entero, pero no estoy muy en forma para hacer nada de eso ahora.
-¡En forma! ¿Quieres decir que te entrenas para estas cosas?
Anna estaba empezando a sentirse preocupada por el conejo. El entusiasmo estaba muy bien, pero con aquel calor y el disfraz, si no estaba muy en forma, podía verse en verdaderos problemas.