1826 días y algo más que café

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—Laura despierta, tienes que ir a la escuela.

—No quiero ir, mami, me duele la panza—respondió, escondiéndose bajo el cobertor de la cama. Altagracia podía escuchar su risita traviesa.

—Mi amor, es el último día que asistes a la escuela y mamá tiene que trabajar. Por favor, levántate.

—Llévame contigo a la empresa, juro que esta vez me portaré súper bien—sacó su cabecita despeinada y le regaló una de las sonrisas más hermosas que Altagracia podría ver esa mañana—Por fi, mami.

—Ay niña, que haré contigo!?—sopesó sus opciones, no eran muchas—Está bien, pero ya levántate y elige tu ropa. Estamos atrasadas y tengo una importante reunión.

Han pasado cinco años desde que Altagracia se convirtió en madre prácticamente soltera de Laura y Tomás. Durante todo ese tiempo, su vida ha sido una montaña rusa de desafíos y éxitos, pero siempre demostró una fortaleza inquebrantable y una determinación feroz para ofrecerle a sus hijos lo mejor de la vida. También, el éxito empresarial a lo largo de esos años han traído recompensas, ha logrado expandir su constructora al extranjero, asociándose con otros empresarios de su mismo nivel.

Sin embargo, más allá del éxito profesional y de su ajetreada agenda, Altagracia estaba orgullosa de sí misma por todo lo que ha conseguido siendo madre de dos y empresaria a la vez. Siempre encontrando el tiempo para estar en los momentos más importantes de la vida de sus hijos. Ha asistido a las funciones escolares de Laura, ha apoyado los sueños de Tomás al ingresar a la universidad para estudiar astronomía y ha sido la fuente principal de inspiración para sus hijos.

No podía pedir más.

Christian brillaba por su ausencia y aparecía cada dos veces al año, justamente en el cumpleaños de sus hijos. Desapareció del mapa durante mucho tiempo, pero Altagracia no le daba importancia. Ella estaba enfocada en hacer crecer su empresa y cuidar a su familia. Se enfocó tanto en sus planes que descuidó una parte importante de su vida: el corazón. Su vida era tan complicada para relacionarse con alguien que primero lo iba a pensar dos veces antes de hacerlo. No tenía ganas de sufrir una vez por un hombre, así que se guardó durante todo ese tiempo para aprovecharlo al máximo con sus hijos.

Sin embargo, hubieron días en que extrañaba tener a alguien a su lado. Echaba de menos las conversaciones, comentarle cómo le había ido en su trabajo, planificar viajes, hacer el mercado, contar con alguien para todo y amar sin prisa. La infidelidad y el abandono de Christian dejaron una herida que Altagracia todavía no podía sanar, era más grande ella.

Pero a veces... Soñaba con un posible.

—¿Quién te entiende Altagracia? No quieres pero a la vez sí—ahogó un gruñido de frustración entre los papeles que tenía frente a ella. Su hija la observó con extrañeza.

—¿Hablando sola, mami? ¿Estás bien?—se levantó del piso, dejando el reguero de juguetes esparcidos por la alfombra y fue hasta ella.

—Es que estoy un poquito cansada, mi amor—la sentó sobre sus piernas y le acomodó el cabello mientras la veía que se sorprendía por todas las hojas que había sobre el escritorio.

—¿Tienes mucho trabajo? Si quieres te ayudo, soy muy buena leyendo—analizó algunos documentos, frunciendo el ceño como lo hacía Altagracia cada vez que leía algo—Compra de ac-acciones en Oslo ¿qué son las acciones?

—La acción representa la participación en la propiedad de una empresa, que incluye un derecho sobre las ganancias y los activos de esa misma. Mamá compró acciones en una empresa muy importante de Oslo, capital de Noruega ¿te acuerdas que estudiaste las capitales de todos los países?

Sana todas mis heridas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora