Recuperación y algo más que hablar

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Señor Navarrete, dimos con el paradero de Christian, pero para nuestra mala suerte, lo encontramos colgado. ¿Qué hacemos?

No hagan nada, déjalo ahí. ¿Tocaron su cuerpo?—indagó José Luis, caminando por la habitación. Tenía todo el cuerpo en tensión y el cuello empezaba a dolerle.

Me informa Benito que no tocaron nada, así lo dejaremos tal como lo encontramos, señor.

Bien. Me comunicas si alguien te ve salir de ahí.

—¡Recibido! Que pase buena noche, señor.

Tiró el móvil a la cama con mucha molestia. No podía creer lo que su mano derecha le había dicho en la llamada.

Christian estaba muerto.

El muy miserable se había suicidado sin antes enfrentar la justicia. Sin antes enfrentar todo el daño que hizo contra Altagracia, ni las secuelas que le dejó. Era un absoluto y tremendo cobarde que no haría falta en la tierra, ni en la vida de sus hijos. No obstante, dejaría que las autoridades dieran con el cuerpo. Que se pudra en ese lugar sin tener una despedida digna porque no se lo merecía.

José Luis se fue a la ducha con una sensación extraña en el cuerpo, después de todo, estaba con Altagracia y era lo que importaba. Pensó también que la relación con sus hijos poco a poco se tendría que dar, primero tiene que conocer el terreno donde se estaba metiendo, aunque a ella ya la conocía de sobra.

No la conoces José Luis, porque no la has visto en sus peores momentos.

Con ese pensamiento intrusivo se fue a la cama.

Vacía.

Sin Altagracia.

Tendría que acostumbrarse a la idea de vivir bajo el mismo techo, pero no dormir a su lado como quisiera. Solamente esperaba que las sesiones le ayudaran a olvidar todo, por el bien de ella y el de ambos.

Altagracia por el contrario, se empezaba a organizar para las próximas semanas, era eso o vivir asfixiada en una casa tan grande. Sabía que aún no podía volver a trabajar, por lo que fijó una rutina semanal con la ayuda de la empleada. Así fueron pasando los días y los meses, sumergida en una rutina que para ella estaba bien y se acomodaba a sus necesidades.

Sin embargo, desde que se enteró que Christian provocó su propia muerte, estaba más tranquila. No feliz de que haya fallecido, si no que tranquila por ella y más segura por el bienestar de su familia, además José Luis la ayudaba tanto que le faltaría vida para agradecérselo.

Con Tomás las cosas seguían igual de inestables, pero Altagracia necesitaba sanar primero su corazón para hablar con él, porque si lo hacía, corría el riesgo de decir muchas cosas de la cuales se podría arrepentir. La psicóloga estaba ayudando en esa parte emocional.

—Está es tu última sesión del año Altagracia. ¿Cómo te has sentido todo este tiempo?

Marissa fue la psicóloga durante ocho meses, quién la ayudó a superar todo lo que Christian le hizo en el pasado.

—Me he sentido muy bien, ¿sabes? Poder hablar con alguien y que indirectamente me ayude ha sido una experiencia enriquecedora.

—Eso está perfecto—respondió, anotando todo en su libreta—Solamente nos queda un asuntito que hablar, he dejado a José Luis para el final porque primero necesitaba entender tu dolor y todo lo que pasaste con tu ex esposo. En la primera sesión me dijiste que José Luis es tu actual pareja, ¿aún siguen juntos?

—Sí. Más que una pareja, es un amigo—dijo, lamentándose de no poder corresponderle como quisiera. Eso la obligó a alejarse un poco de su amor.

—Un amigo que vive en la misma casa, ¿por qué sientes que José Luis es solo un amigo? ¿Él te pidió serlo?

Sana todas mis heridas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora