Capitulo 3

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Al encender la luz del corredor contiguo a la cocina me quedé con la boca abierta al observar tal escena.

Pues si, era el. Jesus estaba en el corredor de mi casa con unos guantes de color negro parecidos a los que usan los motociclistas, una camisa negra muy ajustada y nos jeans convencionales azul oscuro.

Jesus estaba parado observando con odio, asco o desagrado, no se en realidad que encontré en sus ojos color avellana que tanto me había atraído en un principio.

Tenía los ojos tan abiertos, y tan rojos que me preocupe casi automáticamente al pensar que seguía consumiendo esas sustancia que según Ricardo (su mejor amigo) me dijo que dejó totalmente después del lavado de estómago que le hicieron en el hospital después de que casi falleciera por una sobredosis.

—Ven acá Valentina— olvidaba lo mucho que le gustaba a Jesus llamarme por mi segundo nombre, no le gustaba el primero porque casualmente así se llamaba su hermana pequeña.

No lo voy a negar tenía mucho miedo, estaba paralizada de la impresión que me lleve al verlo a el ahí parado esperando en la sombras. No tenía idea de que esperar de aquella visita demasiado inesperada para mí gusto.

Vasile un momento al oir esas palabras pronunciadas con tanto odio, pero al final cedí y me acerque. Al fin y al cabo ¿Que era lo peor que podía pasar? Yo estaba en mi casa, el era el intruso.

Me acerque con cautela hasta quedar a unos dos pasos al frente de el, crucé mis brazos, levanté mi menton hasta tener una postura firme y decidida y dije.

— Puedo saber ¿Que derechos crees que tienes tu en mi vida o tan siquiera en mi círculo social para entrar en mi casa sin mi permiso o conocimiento?—

El sonrió, con una sonrisa tan sinica que me dió escalofríos.

—¿Ves está hermosa cicatriz que tengo en medio de la frente?—

La verdad era que no la había notado, era tanta la impresión que nisiquiera me detuve a detallarlo bien, solo me di cuenta de la ropa que tenía; porque ya saben, soy una diosa de la combinación y esos guantes con esa camisa ajustada si que me daban en la yugular.

—No me había fijado, pero la verdad es que no me interesa en lo más mínimo.

—Vaya que si tiene que interesarte rosita Valentina—

Fue muy descarado de su parte mencionar ese sobrenombre que ya había olvidado completamente, solamente escucharlo de sus labios me teletransporto en el tiempo.

—Hola mi querida rosita Valentina— esclamo con los ojos encendidos con una pasión que casi se podía palpar.

—¡Jesus! Te he dicho expresamente que no me llames así, el hecho de que aún vea rosita fresita no quiere decir que sea una fan obsesionada— le digo sonrojandome por completo.

Jesus suelta una carcajada y dice con una chispa de burla disimulada en sus ojos.

—Jamas me burlaría de las preferencias visuales de mi amada, más bien pudiera hacerle un retrato de lo hermosa que se observa cuando está divisando esa caricatura tan ridícula, pareces una niña de 4 años—

—¡BASTA! ya no digas esas cosas—Le digo entre risas.

—Es más, busca algo para dibujar, que es ya mismo que me voy a poner a reflejar tal belleza en papel—

—¿Estás hablando enserio?—

—¿Ves que me estoy riendo acaso?—

….

Disocio mi entorno unos segundos, hasta que Jesús hace un breve chasquido en mi cara que hace que regrese completamente a la realidad.

—¿No escuchaste nada de lo que acabo de decir?— pregunta un poco irritado.

—Lo siento, me distraje unos segundos ¿Podrías repetir lo que dijiste?—

Jesus me miró con tanto odio, que deverdad pensé ver fuego en sus pupilas.

—¿Enserio te afectó ese estúpido sobrenombre? Pensé que ya habías madurado Valentina—

De verdad no entiendo porque me molestó tanto ese comentario, me cruce de brazos y me pare mucho más erguida frente de él y con un tono bastante alto le dijo.

—La verdad no me intera que mierda estás haciendo aqui en mi casa, y no tengo la más minima intención de escuchar algo que salga de tus labios. Así que te pido, mejor dicho, te exijo que te vayas de mi casa ahora mismo porque si no tendré que llamar a la policía—

Jesus suelta una carcajada de burla absoluta ante lo que le acabo de decir, y sin perder la mirada de asco me dice.

—¿Enserio crees que entre en tu casa sin que la alarma se activará casualmente cuando estabas sola nada más para hablar contigo? Sigues siendo igual de patética que cuando te conocí Valentina—

En ese momento veo la hora en mi reloj de mano 5:30, y me doy cuenta en la desventaja en la que me encontraba. Ya que esa era la hora planteada en la invitación a la fiesta de Anny, y estaba bastante convencida que ninguno de mis increíbles vecinos se perderían esos tan esperados 18 años años de la niña más rica de la cuadra. Estaba segura de que si gritaba nadie me escucharía.

Entro en pánico y disimuladamente, busco mi teléfono ye doy cuenta de que lo deje en la mesa de la cocina.

En el momento que me volteo hacia donde se encuentra parado Jesús diviso por la esquina de mi ojo que  saca un arma de su espalda baja y me apunta justo en la frente.

—Dime Valentina ¿A dónde vas a correr? ¿Quien te va a salvar?—

Me tenso con la mente en blanco, sudando y llorando en completo silencio con desesperación, hasta balbucear una frase demasiado bajito como para que el me escuchara.

—Quiero que me repitas que mierda fue lo que dijiste en este instante—

No digo nada, y cierro los ojos con fuerza como esperando despertar de aquella pesadilla, hasta que siento la mano de Jesús postrarse violentamente en mi cuello.

—Ya no quiero ser parte de tu juego Valentina, tú maldito tiempo se acabó. Ahora vas a sufrir todo lo que me hiciste sufrir a mi por 100. Vas a pagar todo el maldito daño físico y psicológico que me ocasionaste

Después de pronunciar esas palabras Jesús me suelta pero en ningún momento deja de apuntarme, pero con la pequeña diferencia de que estaba vez es al corazón.

Mete la mano en su bolsillo mirando me fijamente a los ojos y saca un pañuelo de mi color favorito (azul rey) y pronuncia las siguientes palabras con falsa diversión en su tono.

—Todos se burlaban de mí, todos decían que solo jugabas conmigo, pero yo decí creer en esa droga color café de tus ojos que hasta el día de hoy sigo teniendo secuelas del trastorno por su abstinencia—

Dicho esto, puso el pañuelo en mi boca y nariz obstruyendome la respiración hasta que ya no escuché nada más que un profundo silencio.

Mi oscuro silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora