Poco después nos llevaron en coche hasta el gran tren. Todo el camino nos mantuvimos en silencio, con la mujer que se había presentado como Ophelia y que ya no soportaba.
Cuando entramos al vagón comedor los ojos de Edgar se alumbraron al ver las lámparas de cristal, las mesas macizas y sobre todo las grandes bandejas a rebosar de comida.
─ Adahlia ¿Puedo comer? ─ Me pidió permiso.
Miré a Ophelia, quién seguía sería, esperando a una respuesta, unos segundos después asintió.
─ Que no coma con las manos ─ Dijo asqueada. Viré los ojos antes de sonreír a mi hermano
─ Ya has oído a la vieja. Demuestra los buenos modales que nos inculcó mamá.
Ante mis palabras escuché a Ophelia chasquear la lengua molesta, pero preferí centrarme en la cara ilusionada de Edgar al ver tantos dulces.
Miré el lujoso vagón sintiéndome agobiada con tantos lujos y después fui a la mesa más cercana de comida.
─ ¿También vas a comer? ─ Me preguntó Edgar con un bollo de chocolate en la mano
─ Quiero ver si las frutas de aquí son tan frescas como las de casa ─ Dije cogiendo una manzana
─ Claro que lo son, niña. ─ Contestó molesta Ophelia.
Me reí suavemente por lograr molestar a la mujer. Me llevé un bocado a la boca y lo saboreé encantada.
─ Come una Edgar, son iguales.
Después me senté en uno de los cómodos sillones y seguí comiendo la manzana. Frente a mí se sentó Ophelia.
─ Dentro de día y medio llegaremos al Capitolio. Quiero que seáis educados, me da igual que tanto lujo os emocione
─ Perdona vieja ─ la interrumpí molesta ─ Mira a mi hermano, ¿te parece que sea maleducado?
Las dos miramos a Edgar, quién estaba con un plato cogiendo comida de la mesa con un tenedor
─ Bien, solo os advierto, tenéis que tener patrocinadores si queréis sobrevivir.
─ ¿A qué te refieres? ─ Pregunté extrañada.
Ophelia se levantó del sofá y caminó hasta la puerta para ir a otro vagón
─ Que os lo explique Pearce, ese es su trabajo, no el mío.
Pasó por la puerta sin decir nada más. Nos quedamos los dos solos por varios minutos.
─ Toma, prueba esto ─ Edgar me tendió el tenedor con un trozo de bollo ─ Lleva crema de vainilla, eso pone en la mesa. ¡Pruébalo!
Comí por primera vez esa crema disfrutando de su sabor
─ ¿A qué está rico?
Sonreí a mi hermano y le señalé el sillón a mi lado. Él se sentó mientras seguía comiendo los alimentos de su plato y yo no dejé de mirarle, aprovechando que estaba con las mejillas llenas, los ojos emocionados por la comida, sin ningún rastro de los nervios que tenía a penas unas horas y la ropa arreglada que llevaba. Sonreí dulcemente recolocando sus rizos guardándome esa imagen en mi mente.
─ No te dejaré nunca, lo sabes ¿Verdad?
Edgar dejó de mirar su plato y me sonrió con los labios llenos de chocolate
─ Ni yo a ti
─ Anda, límpiate la boca, si te ve así Ophelia se volverá loca
─ Disculpad a Ophelia ─ Dijo una voz grave.
Los dos pegamos un salto del susto y miramos la puerta por donde salió la mujer.
Allí estaba un hombre de piel oscura, pelo corto y barba recortada, era alto, muy alto y tenía una musculatura fuerte que se ajustaba al traje de colores rojo, azul y dorados que llevaba. Le miré desconfiada antes de que él se sentara frente nuestra con una simpática sonrisa.
─ Ophelia en realidad es una buena mujer, nada de lo amargada que parezca ahora o lo risueña que es en los escenarios, lo que pasa es que prefiere llevarse mal con los tributos para no encariñarse con ellos por si no ganan. Tenedle paciencia, por favor ─ Nos dijo con voz calmada.
─ Disculpe...¿Quién eres? ─ Pregunté desconfiada.
El gran hombre sonrió todavía más y se arregló las solapas de la chaqueta de su traje antes de carraspear la garganta
─ Pearce Brannock, seré nuestro mentor.
Edgar a mi lado se sorprendió y se puso de pie rápidamente.
─ ¿El ganador del distrito 10 de los 43° Juegos del Hambre? ─ Preguntó emocionado
Pearce entonces se rió encantado.
─ Así es muchacho
Edgar contento le tendió su mano para formar un apretón de manos con el señor Brannock
─ Mi padre vió como ganaba. ¡El toro de acero! Me ha contado muchas cosas de usted ¡Wow! ¡No me lo creo!
Me reí por el entusiasmo de mi hermano, me gustaba verlo así dentro de la situación en la que estábamos, pero tenía que hacerle ver la realidad.
─ Edgar, anda, siéntate. El señor Brannock es nuestro mentor, no un famoso al cual pedirle un autógrafo. Pasaremos tiempo con él, ya hablarás cuando estemos en algún descanso. ─ Edgar me miró tímido y se sentó. Miré un poco más seria al hombre frente a mí ─ Supongo que nos tendrá que decir algo.
Pearce suspiró y se puso en una posición cómoda mientras se acariciaba la barba. Nos miró a los dos sin ningún rastro de la simpática sonrisa de hace unos segundos
─ No voy a decir que es un honor ser seleccionados, porque en realidad es un horror. Veréis morir a chicos y chicas de vuestras edades, y vosotros seréis los asesinos de al menos uno.
Edgar se tensó y tragó saliva sonoramente. Yo tenía que mantenerme fuerte por él, así que le cogí de la mano, pero me incomodaba mucho pensar en todo eso.
─ Pero estoy aquí para ayudaros, aconsejaros y apoyaros. ─ La sonrisa del hombre volvió y nos permitió relajarnos ─ Lo primero que haréis es llamarme por mi nombre, nada de formalidades ¿Entendido? ─ Dijo mirando directamente a mi hermano
─ Sí, Pearce ─ Respondimos a la par.
─ Bien. Segundo, quiero que me contéis todo. Con todo me refiero a vuestras debilidades, fortalezas y miedos, así podremos idear una estrategia o superar situaciones hipotéticas. ─ Asentimos a sus palabras ─ También quiero que sepáis que no estáis solos en esto. Me he enterado que sois hermanos, así que os tenéis el uno para el otro, pero de todos modos en mi quiero que veáis un amigo, seré vuestro punto de apoyo.
>> Yo he estado en el mismo lugar que vosotros, así que os entiendo e intentaré aliviar el peso de vuestros hombros lo máximo que pueda.
Pearce dejó de hablar y los tres nos quedamos en silencio. Miré al suelo un poco emocionada, sentí mis ojos aguarse y miré al hombre con una mirada decidida.
─ Tomamos en cuenta tu palabra, Pearce. No nos defraudes.
Brannock soltó una risotada aligerando el ambiente.
─ Vaya...nada mal. Si miras así a la cámara seguro que conseguirás patrocinadores.
─ ¿A qué te refieres con eso? ─ Preguntó Edgar
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[PAUSADA] EL DISTRITO 10 || Los Juegos del Hambre <Peeta>
FanfictionAquellas personas con vestimentas despampanante solo veían esto como si de una serie de televisión se tratase. Los Juegos del Hambre era diversión para ellos, pero terror para nosotros, para los tributos. No sabia que hacer. Tenía a mi hermano conmi...