Unas horas después estábamos los cuatros caminando hacia un punto en específico. Todos los demás ciudadanos iban hacia el mismo lugar y en el aire se notaban las emociones de todos: angustia, nervios, temor...
Yo iba con un vestido blanco roto hasta tres dedos por debajo de la rodilla, de manga casquillo, con botones pequeños y estrecho en la cintura, y mi pelo moreno lo tenía recogido en un moño bajo impoluto sin ningún mechón fuera de su sitio.
Edgar iba con una camisa del mismo blanco roto que mi vestido, unos pantalones oscuros con su cinturón, y con su pelo rizado mamá había intentado ordenar al menos un poco los mechones descontrolados.
Seguramente, si no fuera el día que era y no tuviésemos caras largas, sería un bonito momento para hacernos una foto.
Mi madre me cogía de la mano, yo a mi hermano y Edgar a mi padre, lo "gracioso" era que nuestros padres iban vestidos igual que nosotros, haciéndonos parecer una versión joven de ellos.
Sí que me hubiera gustado una foto así.
Cuando llegamos al punto exacto, los agentes de la paz prohibieron el paso a los padres.
─ ¡Nos vemos más tarde! ¡Ya veréis que todo sale bien! ─ Gritó mamá con cara angustiada.
─ ¡Sed fuertes! ─ Siguió nuestro padre con un rictus serio, haciéndose el fuerte él.
Seguí caminando de la mano con Edgar hasta llegar a la cola donde nos sacarán sangre del dedo.
─ Acuérdate que sentirás un pequeño pinchado ─ Le dije suavemente.
Al estar delante mía le sobé los hombros para intentar relajarlo.
Cuando llegó su turno, sabiendo que nos separaríamos, le di un beso en la coronilla.
─ Te quiero enano.
─ Su dedo, por favor ─ pidió la persona sentada en la mesa.
─ Yo también te quiero, Adahlia.
Después de identificarlo, le llevaron al área masculina. Le tendí el dedo para que me pinchara sin dejar de mirar a mi hermano para saber dónde lo habían colocado.
De un momento a otro estaba rodeada de chicas, me había movido por inercia. Miré de nuevo a Edgar viendo que él ya me miraba.
"Tranquilo" dije moviendo los labios.
Edgar en cambio negó con la cabeza nervioso.
Quería volver a decirle algo pero un molesto ruido se escuchó por el lugar. Todos miramos al escenario frente nuestra, donde una mujer que se notaba a leguas que era del Capitolio golpeaba el micrófono.
Su vestido azul rey despampanante la delataba, al igual que el exótico peinado y el extravagante maquillaje con demasiados brillos.
─ ¿Se escucha? ─ Preguntó demasiado cerca del objeto, haciendo que sonara de nuevo ese ruido estridente y nos tapásemos los oídos.─ Bienvenidos chicas y chicos, y felices Juegos del Hambre. Y ya todos lo sabéis...que la suerte esté siempre de vuestra parte.
En las grandes pantallas empezaron a producirse imágenes a las que ni prestaba atención. Volví a mirar a Edgar y le obligué a hacer respiraciones profundas mientras yo le guiaba. Estaba demasiado nervioso y temía que le diera algún ataque, ya le pasó el año pasado, tuvo un ataque de ansiedad antes de salir de casa.
Dios, como me gustaría estar a su lado y abrazarlo.
─ Bien, pasemos a lo más importante ─ Dijo la mujer en cuanto terminó el vídeo ─ Seleccionaré a los dos valientes que honrarán al distrito 10 en los 74° Juegos del Hambre. ─ Dejó unos segundos en silencio para después decir ─ Las damas primero.
Las chicas al rededor empezaron a tensarse, incluyéndome. Miré a todos los rostros que podía, entre la multitud estaban compañeras de clase, amigas, primas, conocidas y hasta clientes de la tienda de mi familia.
No lo negaré, empecé a rezar a cualquier ser superior. Cerré los ojos con fuerza mirando al suelo y seguí haciendo las respiraciones profundas intentando calmar ahora mi nervioso pulso.
No miré cuando la mujer sacó un papelito, ni cuando lo abrió, solo pude mantenerme en mi sitio muda al escuchar de nuevo su voz.
─ Adahlia Blair
Sentí todas las miradas puestas en mí, pero no podía abrir los ojos. Seguro que había escuchado mal y era una mala pasada por mis nervios.
─ Adahlia Blair ¿Dónde estás, querida? ─ Preguntó la despampanante mujer vestida de azul
Esa fue la señal que necesitaba para ver que esto no era una alucinación.
Había sido seleccionada.
Las chicas a mi alrededor se movieron, dejándome a la vista de todos. Abrí los ojos lentamente y respiré hondo antes de levantar la mirada y mirar directamente a la mujer del escenario.
La miré con todo el odio que le podía tener a esas papeletas, todo el odio hacia el Capitolio y todo el odio hacia los dichosos juegos.
─ ¡Oh, ahí estás! Vaya...que mirada, querida...¡Vamos, sube!
Cuando comencé a caminar hacia el escenario entonces escuché a Edgar.
─ ¡No! ¡No! ¡Adahlia no subas! ¡NO!
Cuando dirigí mi mirada a él vi que estaba forcejeando contra un agente de la paz para llegar hasta mi.
─ ¡Quédate ahí, Edgar! ─ Le regañé alzando la voz sin dejar ver mis nervios.
Mi hermano enseguida cumplió con mi orden dejando de moverse y permitiendo que el agente le devolviera a su sitio, mirándome triste y angustiado por última vez.
─ Vaya...hay gente que no se sabe controlar ─ Dijo la mujer.
La miré con odio, esta vez hacia ella.
Subí las escaleras y me planté frente a ella ocupando su espacio personal. Era más alta que yo, pues tenía unas botas azules con una plataforma enorme, pero alcé la cabeza y le miré a los ojos
─ Siento que tú no tengas familia que se ponga triste cuando sabe que ya no te verá más, anciana. Pero es de lo más normal que un ser querido se ponga así ante una noticia tan "fabulosa" ─ Dije en voz baja y asqueada. Pero el micrófono estaba muy cerca de nosotras y se logró escuchar.
Las personas soltaron jadeos de sorpresa por atreverme a hablar así a alguien del Capitolio, pero daba igual, había salido elegida, ya no podían hacerme nada.
La despampanante mujer no me contestó.
Caminé hacia su izquierda y me planté ahí con los hombros tensos pero con la cabeza alzada y mirada seria.
Quería irme a mi cama y dejar salir todas las lagrimas que me estaba aguantando en este momento.
No quería estar en este escenario.
No quería separarme de mi familia.
No quería morir.
ESTÁS LEYENDO
[PAUSADA] EL DISTRITO 10 || Los Juegos del Hambre <Peeta>
Fiksi PenggemarAquellas personas con vestimentas despampanante solo veían esto como si de una serie de televisión se tratase. Los Juegos del Hambre era diversión para ellos, pero terror para nosotros, para los tributos. No sabia que hacer. Tenía a mi hermano conmi...