Entrando como el huracán y arrasando todo a su paso. Mi mente se trasladaba al lugar más mágico e inesperado para subsistir y ese día al verle pude hacerlo sin barreras de remordimiento, simplemente era él y nadie más en mí corazón y eso me hacía sentir bien, mis mejillas se encendían ante aquellos pensamientos tan bonitos, desconsolados y muy divergentes. Mis labios se soltaron sintiendo la libertad de las palabras y estaba segura que él las buscaba día y noche en penumbras.—Me gustan tus ojos —. Dije con un hilo de voz.
No existía nadie más que nosotros dos, por más que mi madre y la enfermera estuvieran detrás de él y cómo sí de un niño pillado escuchando una conversación ajena, salieron entre risas nerviosas con la seguridad de que mis sentimientos estaban fluyendo sin retenerlos a la pena que mis mejillas asomaban. Guio sus pasos al sofá lejos de mi cama y se sentó allí sin quitarme la mirada, lo sabía porque la mía estaba de lado observando la mesa dónde ponían cada horario la señora de la cocina, las paredes blancas me acompañaban desde hace diez días como él también lo hacía.
Sentí el rechinar del mueble cuando se levantó y mis oídos no escuchaban más que pisadas aproximando a mi venir y no necesitaba demasiadas para eso, pero para mí era un eterno. Sus cálidas manos me avistaron en sorpresa cuando tomó el contorno de mi cara y la giró para encontrarme en la aureola boreal del color de sus ojos y es que era tan extraña que la medicina le llamaba "Heretocromania" para mí era una cortina de colores pero esas dela misma escala fría, un verde de pino y un verde tan vibrante como el ácido de la manzana verde que me traían cada mañana. Sus labios se separaron para dejar salir unas palabras.
—No, no sabes lo que te gusta, porque no tienes mis ojos para verte. — me dijo suavemente mientras me sonreía.
Y, si no hubiera sido por el aire que me regalaba el catéter de oxígeno, mis pulmones hubieran colisionado dejándome sin ella. Cerró sus ojos y tuvo que encorvar esa espalda tan gélida y bien formada para alcanzar mis labios y besarlos tan apaciblemente qué quise quedar en esa realidad que me brindaba. Un golpeteo en la puerta nos hizo separar, primero él subiendo su rostro y dejando un beso más en mí frente. Al subir los míos su iris negro combinada con la explosión de esos verdes y el rojo carmín de sus mejillas arraigaban el rosado de sus labios hinchados después de aquel beso.
—Es muy lindo. Pero también es más lindo decirle al corazón qué se quede quieto. —habló la enfermera mientras negaba con una sonrisa.
La enfermera entró rápido a mí lado, él dio dos pasos de lado y una sonrisa brillo en su rostro sacando los hoyuelos en sus mejillas, miré de reojo el antagónico y aparatoso que marcaba el ritmo de mi corazón sumando un mi sonido favorito que era su estruendosa risa. Ya sabía lo que venía.
—Irremediablemente, no poder vivir sin ti.
Entrecerré mis ojos. Y mi ritmo iba bajando, mi madre me miraba desde la puerta y la enfermera a mi diagonal esperando una señal de ayuda y solo suspiré para decirle lo que ese loco corazón gritaba.
—Irremplazable. Es más bien el concepto de verte a ti y no esperar una reacción adversa después de que la muerte intentará seducirme para llevarme y tú beso la dejará en segundo plano, haciéndome quedarme. —le dije mientras lo miraba y dejo de reír mientras abría sus ojos en un éxtasis de nuevas emociones.
La enfermera ahogó un gritó de emoción y dio tres pasos a atrás. Mi madre por lo pronto tiró una risa nerviosa porque sabía bien quien había traído al mundo, pero él siempre se sorprendía conmigo porque era un enigma ante sus ojos pero sin que supiera las respuestas siempre estaban en mí y más cuando los veía.
Se sacudió y no escatimo ni un segundo a pensar para acercarse con cuidado, ayudándome a sentar en la camilla para pasar sus brazos entre mis costillas, mi cara se estrelló contra su pecho, el olor a perfume entro por mis fosas nasales y quería quedarme toda la vida en sus abrazos, recorrió un poco mi cuerpo para sentarse y sentí como se escondía en la curva de mi cuello.
— ¿Por qué tanto amor? —lo moleste mientras me reía pero pare mi broma cuando sentí un hipo en mi oído y me separe con cuidado de no quitar la aguja de mi mano para tomar su rostro entre mis manos viendo como las lágrimas caían sobre sus mejillas—. No, no llores. Era una broma.
—Lo sé, pero es lindo cuando me dices esas cosas como si fuera la maravilla más grande ante tus ojos—. Respondió mientras me daba una sonreía y su voz sonaba entrecortada haciendo que la química de mi cerebro colapsara—. Están fácil quererte que no me asusta, al contrario, lo quiero tanto que me aterra perderte a ti.
—No me iré a ningún lado. —Le respondí limpiando las lágrimas que seguían cayendo sobre sus mejillas y movió su rostro contra mis manos recibiendo una caricia—. Por mi parte siempre voy a querer estar aquí, contigo.
— ¿Ver las aureolas boreales, juntos? —Me pregunto y negué haciendo que su ceño se contrajera en una mueca de confusión—. ¿Por qué?
—No, no necesito viajar millas para verlas, porque las veo cada vez que abres tus ojos, cada mañana a mi lado.
Y, así acaricio mis mejillas con la sutileza más grande y sobre todo con el amor que podía desprender incluso en sus poros que desprendían el nervio, aguante por no olvidarse que estábamos solos y darme el amor que solos nosotros podíamos profesarnos. Lo sabía con solo mirarlo a los ojos, porque allí no solo veía las aureolas boreales verdes, era amor, respeto, lealtad y admiración a lo que me conformaba y yo solo veía una vida a su lado.
Primero que nada:
Buenos días, buenas tardes y noches. En el horario que lo lean, sean bienvenidos aun nuevo libro de mi vida, gracias por permitirme traerles algo tan significativo.Esperó sea de su agrado y que vean a través de cada relato algo que pueda hacerles ver lo que necesitan para sanar.
Todo mi amor y respeto, pero principalmente decirles que se admiren porque ustedes más que nadie saben lo que les cuesta cada momento y que brillan como ninguna otra estrella.
Les amo.
Ferobooks ❤️🩹
ESTÁS LEYENDO
RELATOS DE UN AMOR DORMIDO - TERMINADA
Short StoryLas letras hablaban lo que un día no vivimos.