V: First Day

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—¿Ve mejorías?

—Es muy pronto para saberlo, señora... —La mujer comenzó a revisar en su registro en busca del apellido.

—¿Entonces aún debe regresar la siguiente semana?

—Mantendremos las sesiones a este ritmo por un par de meses más. Sí.

—¿Logró que le dijera algo? —Preguntó, mientras miraba al fondo de la oficina a su hija sentada en el sillón, apretando sus dedos entre sí con nerviosismo.

La psicóloga negó con la cabeza, luego de eso le cedió el paso para que la mujer pudiera levantar a su hija del sillón. Revisó bien que la bufanda roja le cubriera toda la cicatriz del cuello a su hija, también que no se hubiera lastimado las cutículas por ansiedad. Todo parecía estar en orden. La levantó como a una muñeca de porcelana y la obligó a caminar hasta salir del consultorio.

Bajaron las escaleras del edificio para obligarla a hacer un poco de esfuerzo físico, que hace mucho que su rutina diaria se basaba en caminar de su cama a la ducha y de regreso.

—¿Puedo saber de qué hablaron? —Preguntó la mujer una vez la subió al auto y le abrochó el cinturón de seguridad. Ante su silencio, pasó al asiento de piloto, se sentó ahí un rato. —Me gustaría que me dijeras algo, un gesto, que tan siquiera te movieras por tu cuenta. ¿Qué puedo hacer para que lo hagas?

La morena a su lado se limitó a ver al frente, con aspecto frío.

Su madre soltó un suspiro que tensó el ambiente dentro del coche. Encendió el motor y partieron de regreso a casa.

—Tu hermana quiere ser psicóloga. ¿Puedes creerlo? En poco tiempo entrará a la universidad. —Miró de reojo en caso de que eso le pudiera haber ocasionado algún tipo de reacción. — Creo que lo hace por tí. Para comprenderte, para ayudarte. ¿Crees que alguna vez quieras estudiar de nuevo?

Por más que intentara, nada parecía funcionar.

La sonrisa de la mujer se había esfumado.

—¿No quieres hablar? Bien, te haré hablar. —Aceleró el auto a más velocidad de la que debería. Tomó todo el impulso necesario antes de frenar en seco. Las ruedas traseras del coche se levantaron ligeramente del suelo por la velocidad con la que se habían detenido.

No hubo reacción, ni un leve suspiro. Nada.

Los ojos de la mujer se habían llenado en lágrimas, cargadas de desesperación, tristeza, rabia y muchos otros sentimientos que no podía reconocer con tanta claridad. Acercó el dorso de su mano para acariciarle el cabello a su hija, pero como de costumbre, la detuvo apretujando su mano antes de que pudiera acercarse lo suficiente para tocarla.

Parecía ser el único movimiento veloz que su cuerpo le permitía.

...

—Me lucí. ¿No lo crees, cariño? —Preguntó Eleanor a su esposo mientras acariciaba el perfecto peinado que acababa de hacerle a su hija mayor.

—¿Me irá bien?

—Claro, a nosotros siempre nos va bien. —Presumió su madre, anda, muéstrale a tu padre lo bien que te ves.

Así lo hizo, corrió hasta el sofá donde su padre se encontraba leyendo el periódico, vestido en un traje elegante de color gris.

—¿Quién es esa princesa? —La levantó hasta sentarla a su lado. —¿Lista?

La niña asintió.

—Entonces vámonos. —En cuanto su padre se puso en pie y abrió la puerta de entrada, se encontró con la persona menos grata que quisiera ver justo hoy. —Señor Afton.

Dead to Me || Vannesa AftonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora