Viaje

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Los meses habían pasado y con él la recuperación del idiota de rizos verdes. Y por fin volvería al trabajo de campo luego de tortuosos meses de papeleo en casa.

— Camina bien, un pie delante del otro, ¿Olvidaste como caminar? — Preguntó con histeria el cenizo junto al de risos.

Izuku lo miraba con indiferencia mientras seguía caminando normal hasta la agencia.

— Kacchan, puedo solo.

— Sé que si, pero eres un inútil a veces.

Con un suspiro entró a la agencia siendo recibido por novatos y héroes que lo esperaban ansiosos por el regreso del tan aclamado héroe Deku.

— Señor Deku. — Dijo una joven heroína. — El dueño me pidió decirle que vaya a su oficina, algo sobre el viaje planeado de hace meses.

Katsuki sintió su corazón estrujarse pues creyó tontamente que después de meses cuidándolo, su decisión cambiaria y no iría a Estados Unidos a trabajar como héroe.

— Deku. — Dijo llamando la atención del mas pequeño. — No creo que deberías ir.

— ¿Kacchan?

— Aun estas lesionado. — Argumentó, sus cejas se juntaron en un triste ceño. — Empeorará.

El de preciosos rizos verdes lo miró, vio su triste ceño y sin decir palabra alguna entendió su real significado, no quería quedarse atrás, Katsuki no quería ser abandonado.

Dio la vuelta quedando frente a frente al rubio ceniza, alzó su mano y la posicionó en los cabellos dorados.

Katsuki con un tenue sonrojo en sus mejillas lo miró, rojo y verde se encontraron.

Izuku agitó los cabellos dorados con cariño y dándole una sonrisa que no llegaba a sus ojos, sus cejas se juntaron, y el poco brillo en los ojos hizo temblar al más alto.

— No seas egoísta, Kacchan. — Murmuró. — Volveré eventualmente, y para entonces espero estés viviendo feliz.

La vista de Katsuki bajó hasta el suelo, el rojo brillante de las zapatillas de Izuku lo entristecieron aun más.

Inhaló y exhaló audiblemente antes de alejarse y tenderle la mano.

— ¿Te veré en mi próximo cumpleaños?

El de rizos verdes lo miró con sorpresa en su mirada para luego tender su mano, tomando la contraria logrando un buen apretón de estas.

— Mi mundo caería a pedazos si llegase a perderme uno de tus cumpleaños.

— Por favor no seas cursi, intento dar lo mejor de mi para no besarte frente a todos los héroes que nos están mirando justo ahora.

Dicho esto todos los héroes volvieron a su labor, dejando de lado el jugoso chisme frente a ellos.

Izuku rió en verdadera felicidad, su sonrisa llegaba hasta sus ojos, sus pecas se arrugaban en su piel, sus blancas perlas brillaban en su boca, era tan precioso ante los ojos de Katsuki, pero tan, tan imbécil.

Su risa paró y vio a los ojos a la persona que le robaba el aliento, suspiró antes de despedirse con la mano y dirigirse hacia el encuentro con el dueño de la compañía.

La sonrisa de Katsuki cayó mientras veía al de pecas alejarse, su corazón se estrujó y pequeñas lágrimas no derramadas surcaron sus pestañas, con el ceño fruncido fue hasta su propia oficina para poder pasar tiempo a solas.

Poco a poco los minutos pasaron, las horas, los días, las semanas y había llegado aquel día que jura con el alma que seria el peor día de toda su vida, alcanzando por mucho su top tres de cosas que le partieron el corazón visiblemente.

Fue a despedirlo, fueron sus amigos, seres queridos, personas importantes para él.

Todos se despidieron, solo faltaba él.

Sin despegar la mirada del suelo vio como unas feas zapatillas rojas se acercaban a él, alzó su vista solo para encontrar al pro héroe Deku parado delante suyo con una mirada de tristeza en su rostro.

— Te extrañaré. Kacchan.

— Entonces quédate a mi lado. — Dijo mientras las lagrimas comenzaban a descender por sus mejillas, volteando su mirada.

Izuku suspiró, tomó entre sus manos el rostro contrario y depositó un suave beso en los labios ajenos.

— Lo siento, realmente no serias feliz conmigo.

— Ponme a prueba. — Demandó mientras apretaba con sus propias manos las contrarias en su rostro.

— Hay un dicho que dice que si amas algo, debes dejarlo ir.

— Para que si puedo encadenarlo. — Murmuró. — ¿Debí encadenarte?

Izuku sonrió y rió ligeramente sabiendo muy bien que aquello podría ser posible.

— Y si vuelve a ti, es porque realmente te amó. — Terminó de decir mientras depositaba un casto beso en los labios contrarios. — Siempre volveré a ti.

— Yo siempre te esperaré. — Dijo con cariño. — Así que metete tu estupidez por el culo y quédate.

— Te llamaré seguido.

— Todos los días sin falta, no quiero extrañarte, duele.

— Haz tu familia.

— Tú eres mi jodida familia.

Gruesas lágrimas empezaron a caer del pecoso mientras intentaba sonreír, las despedidas dolían, la separación dolía, todo dolía.

Pero no puede hacerlo feliz, es un héroe, ambos lo son. Ambos podrían morir en cualquier momento y hacer sufrir al otro, no pueden tener una familia sin descuidarla, abandonarla, o alejarla.

Tenía miedo.

Miedo de que villanos atentaran contra él, yendo contra su familia, poniendo en peligro a los que mas ama, no poder salvar a nadie.

Un último beso lleno de lágrimas saladas fue depositado en los labios contrarios antes de alejarse del rubio y emprender su caminata hasta el vuelo seleccionado en primera clase hacia Estados Unidos, por quien sabe cuanto tiempo.

Con un último despido desde la puerta del anden, se alejó. Los rizos saltaban con cada paso, la absurda mochila amarilla colgando desde sus hombros.

Un par de personas mas subieron, la puerta del anden se cerró. Las personas al rededor se iban de a poco dejándolo totalmente solo.

Se acercó hasta una ventana y vio como el avión donde se encontraba Izuku se alejaba para poder elevarse al vuelo.

Vio como las esperanzas, sueños y futuro se marchaban junto a una mata de cabellos verdosos y grandes ojos color verde jade.

Tocó el vidrio, se sentía tan frio. Vio su propio reflejo, sus ojos enrojecidos por el llanto no derramado, sus cejas hacia arriba en un ceño triste, sus hombros caídos y su cabello desordenado.

Sería por definitiva, el peor día de toda su vida.

Se alejó de la ventana, sus manos en sus bolsillos y caminó hacia fuera del aeropuerto en donde sus amigos lo esperaban con miradas tristes en sus ojos.

— Vamos, bro. — Habló uno de ellos. — Iremos a un bar a olvidar las penas.

— No quiero emborracharme si no está él para cuidarme, no confío en sus culos borrachos.

Los hombros de todos cayeron, mirándose unos a otros para luego ver como el rubio empezaba a caminar en soledad en dirección contraria a ellos, recordando los buenos momentos, las caricias.

Será una verdadera tortura acostumbrarse a dormir solo nuevamente, desayunar solo, y volver cada día a una solitaria casa fría, sin murmullos, sin emoción, sin figuras coleccionables de edición limitada de héroes.

Vivir, seria una completa tortura.

¡Hey Kacchan! |BKDKBK|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora