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Al abrir los ojos solo ví oscuridad, estaba cubierta por una sábana, me senté y la luz del pasillo estaba encendida, mi estómago gruñó y justo en ese momento, la habitación se iluminó. Mina apareció con una bandeja con comida y se veía tan bien que si hubiese podido la hacía mía otra vez. Su cabello con ligeras ondas estaba suelto y húmedo, traía una camiseta que solo cubría su torso y dejaba ver algo de su abdomen y sus bragas de color negro.

Finalmente se acercó hasta llegar a mí con una sonrisa brillante y se sentó en un hueco que quedaba a mi lado. Me pregunté por qué no se acomodó en el otro lado cuando tenía más de la mitad de la cama disponible pero decidí ignoralo. Me entregó la bandeja, le agradecí casi de una manera tímida y comí sintiéndome algo tonta y avergonzada.

Eso no era común en mí pero desde hace algún tiempo todo podía ser relativo gracias a Myoui Mina.

Cuando estaba a punto de terminar el postre, una jalea de fresa, noté su mirada fija en mí y el estómago se me revolvió de una forma extraña, preferí pensar que era porque aún tenía hambre, aunque para mi mala suerte de pronto sentí como el calor subía a mis mejillas.

¿Qué excusa podía darle a eso?

No era la primera vez que me sucedía pero siempre evitaba pensar en eso y más cuando mi corazón empezaba a latir con intensidad sin siquiera hacer ningún esfuerzo. Eso no era una buena señal.

—¿Te debo algo?

—Tal vez un beso

Dejó la bandeja en la mesita de noche y me besó de una manera lenta, solo sus labios moviéndose junto a los míos, solo mis manos en su espalda baja intentando acercarla un poco más, solo sus brazos alrededor de mi cuello mientras acariciaba mechones de mi cabello.

Fué diferente, fué fascinante, fué increíble, como si hubiera un sentimiento real de por medio, no quería dejarme llevar por eso pero sentí temor.

Podía sentir algo más que placer y no quería hacerlo. Nunca pensé que este juego me llevaría a esta situación, estaba enloqueciendo solo por la dulzura en el toque de sus labios. Me separé lentamente, ella tenía los ojos cerrados y sus comisuras levantadas formando una suave sonrisa.

No podía con eso, parecía demasiado para soportar.

—Tengo que irme

Una de sus manos fué hasta mi hombro y sus dedos se deslizaron creando una delicada caricia hasta llegar a mi mano y tomarla. Ella estaba siendo más cariñosa de lo normal y no pude evitar sentir que me estremecía ante sus acciones y su expresión que reflejaba tristeza.

—Quédate, ya es tarde

¿Solo quería que me quedara porque era tarde?

Suspiré y me resigné, tampoco tenía la necesidad de irme. Me dí una ducha y me prestó ropa. Otra cosa nueva entre ella y yo.

¿Qué faltaba?

¿Dormir acurrucadas?

Era irónico que justo estuviéramos haciendo eso, aunque yo no pude dormir en seguida.

A la mañana siguiente, lo primero que ví fué su rostro sereno, ví como respiraba con calma, como la almohada parecía estar demás, en lugar de eso una de sus manos era el soporte de su cara y en ese momento deseé intensamente acariciar su mejilla, trazar con mis dedos cada facción de ese rostro que parecía el de un ángel.

Bueno, nunca ví a un ángel pero un ser perfecto debía lucir al menos similar a ella, y...

¿Ya había dicho que era perfecta?

Pues lo era, tal vez debía empezar a enumerar las veces en que Myoui me hiciera pensar en perfección, solo para vivir enojada conmigo misma.

Estaba embelesada con esos hermosos lunares en una posición específica para simular una constelación, eran tan dignos de plasmar sobre un lienzo, pero sin duda, un cachetada de realidad me alertó cuando un profundo suspiro se me escapó.

¿Sun? - MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora