𝙾𝙽𝙴 𝙼𝙾𝚁𝙴 𝙼𝙸𝚂𝚃𝙰𝙺𝙴 - [𝙻𝙸𝚂𝙾𝙾]

ℂ𝔸ℙ𝕀́𝕋𝕌𝕃𝕆 18

¿Que si todo había sido totalmente repentino? Sí.

¿Y que si alguna vez había pensado en volverse a encontrar a Park SooYoung después de cómo había terminado las cosas cuando eran adolescentes? No, pero el destino podía hacer cosas increíbles.

Jennie ni siquiera sabía que sentir, la presencia de la mujer le daba un pase libre a todos los malos recuerdos que conservaba de su adolescencia, la mayoría siendo ocasionados por su relación con Joy. Obviamente no estaba diciendo que todo lo malo que le había pasado en su adolescencia era culpa de ella, claro que no; sabía que los únicos culpables era su jodida familia homofóbica y misógina, pero también no iba a ser ignorante consigo misma y decir que Park SooYoung no había sido uno de los detonantes.

Así que era entendible su confusión.

—Bien. – carraspeó, mirando a Joy por primera vez a los ojos. Sintió una gota de sudor frío bajarle por la espalda en cuanto se dió cuenta de como la miraba la mujer. - Será mejor que trate de ponerte al corriente de las citas de hoy y sobre algunos pacientes, normalmente es mi novia quien me ayuda con eso, así que le diré que te diga lo que necesitas saber.

—¿Novia? – preguntó Joy con confusión, Jisoo le había dicho que la Kim menor se encontraba soltera.

—Sí, su novia. – se escuchó la voz de ChaeYoung. La rubia tenía un poco las mejillas ruborizadas y una vena en el cuello que parecía apunto de explotar.

ChaeYoung camino hasta ponerse a un lado de Jennie y tomar su mano, tratando de buscar una manera de calmar el torrente de malos pensamientos que habían Sido provocados por Jisoo y el hecho de que Jennie, al parecer, había ocultado una parte importante de su pasado.

—¡Rosie! – exclamó la veterinaria ante la presencia de su pareja, una sonrisa tonta apareciendo un su rostro. — Joy, ella es...

—Park ChaeYoung, un gusto. – se presentó con una falsa sonrisa en el rostro. — Soy la novia de Jennie.

Jennie sonrió con orgullo.

—Park SooYoung, el gusto es mío. – respondió Joy con el mismo tono de voz que la rubia, mirandola directamente a sus ojos.

La campanilla sonó y pequeños ladridos se escucharon, anunciando la llegada de un nuevo paciente. Ninguna de las dos se inmutó y siguieron mirándose a pesar de que Jennie había comenzado a saludar al cachorro y a su dueño.

La tensión era notable y, sin embargo, ninguna de las dos dijo nada. De todas maneras, no era necesario que lo hicieran, era más que obvio el hecho de que el pasado y presente de Jennie habían comenzado una guerra por ver quién sería su futuro.