Preparando la partida

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Lincoln no tuvo muchos problemas en aceptar la propuesta de Lori. Al principio no le agradó la idea, pero Lori le dio sus razones y el muchachito se convenció rápidamente.

- Es una lástima- se quejó-. ¡Nunca vi un lugar tan seguro, ni tanta comida junta! Sería una pena tener que dejarla aquí.

- No hay opciones, Lincoln. Todo lo que tenemos son dos mochilas y un carrito de supermercado. No podemos llevar nada que no quepa allí. Y necesitamos llevar muchas cosas que quizá no podamos conseguir.

- Yo podría llevar otro carrito...

- No. Alguien tiene que vigilar, y quizá limpiar la basura del camino. Ya viste cuánta ceniza hay en la ciudad, Lincoln. Tendrías que ayudarme con eso, o no avanzaremos rápido.

El chico suspiró. Como siempre, estaba por perder un lugar en el que se sentía a salvo.

- Me duele tanto dejar esta ciudad, ¿sabes? Me pasaron cosas muy malas aquí; pero también cosas muy buenas. Hice amigos, amigas. Aquí nací... Y aquí te conocí, Lori.

La muchacha se ruborizó al escuchar eso, pero habló con voz firme; sin apartar la vista del chico.

- Lo sé, Lincoln; pero esta ciudad no tiene futuro: ya casi no hay agua, y el frío cada vez es peor. Todas mis hermanas enfermaron y murieron. Yo estuve a punto de morir. Ya casi no queda comida... Tú pasaste muchos días sin encontrar nada.

Lincoln asintió. En su interior, ya había decidido; pero le dolía.

La muchacha lo miró a la luz de la vela. Se dio cuenta de que el pequeño estaba a punto de llorar. Así que le tomó las manos, y le dijo suavemente.

- Lincoln... No pretendo obligarte. Es una propuesta, nada más. Si tú quieres quedarte, yo...

- ¡No! - casi gritó Lincoln, aferrándose a las manos de la chica-. Claro que quiero ir contigo, Lori. Iré, si tú aceptas que vaya contigo. Es solo que... Siento que voy a perder una parte de mí. Y no sé... Presiento que será para siempre.

El muchachito comenzó a llorar. Lori ya no dijo nada más. De alguna manera, supo lo que tenía que hacer. Se levantó de su asiento, y lo abrazó con fuerza contra su pecho.

Lincoln se sintió confortado. ¡Hacía tanto tiempo que nadie le regalaba un abrazo! Aquello le hacía tanto bien...

Se dejó consentir por la hermosa muchacha. Ella acarició su espalda y su cabello, mientras él sumergía el rostro entre sus pechos suaves y plenos.

***

Al final, Lori decidió que se quedarían una semana más. Sabía que quizá se arrepentiría de su decisión, pero le pareció indispensable que Lincoln se fortaleciera un poco con comida buena y abundante. También juzgó que era necesario ponerlo al tanto de todos sus planes, y entrenarlo en el uso de armas y el combate cuerpo a cuerpo.

- ¿Alguna vez has utilizado una de estas? -Dijo Lori, mostrando una excelente arma calibre 38.

- No. Solamente cuchillos.

Lori asintió, y no preguntó más. Se dedicó a instruirlo en el manejo del arma. Le quedaba una buena provisión de munición para entrenamiento, así que las condiciones eran ideales para que aprendiera a tirar de un modo aceptable.

Para gran sorpresa de los dos, Lincoln resultó ser un extraordinario tirador; superior a Lynn, e incluso al abuelo. No necesitaba detenerse a apuntar para acertar a objetivos muy distantes. Literalmente, donde ponía el ojo ponía la bala; tanto con las salvas como con la munición real.

Ya no hubo necesidad de perder el tiempo con prácticas de tiro, así que se concentraron en la lucha cuerpo a cuerpo. Lincoln resultó ser mucho menos habilidoso para pelear. Sus golpes no tenían gran impacto, y Lori tuvo que enseñarle a utilizar codos, rodillas y dientes contra las partes más vulnerables del cuerpo. También le mostró todo tipo de agarres, llaves y lanzamientos. Solo logró un dominio pleno de unas cuantas, pero con eso tendría que bastar: no había tiempo para nada más.

Lori, en cambio, sabía pelear contra oponentes armados con cuchillos; pero nunca aprendió a luchar con uno. Lincoln estuvo feliz de enseñarle lo poco que sabía.

El tiempo que no pasaban entrenando, lo utilizaron para comer y dormir. Lori pretendía que ambos ganarán todo el peso que pudieran, pero el estómago de Lincoln estaba demasiado acostumbrado a las porciones pequeñas. Afortunadamente, toleraba muy bien los reemplazos de comida; y casi llenaron sus mochilas con ellos, con botellas de agua, barras de chocolate y municiones.

***

- ¿Estás segura, Lori? Creo que desperdiciaremos demasiada agua en eso, ¿No crees?

- No te preocupes, Linky: no volveremos, cada vez estoy más segura de ello. No podemos llevar más agua de la que ya llevamos, así que no estamos desperdiciando nada. Tendremos que utilizar la que encontremos en el camino. Para eso llevamos las pastillas potabilizadoras y el papel filtro.

Lincoln asintió, y Lori lo llevó al pequeño cuarto de baño del que disponía el refugio.

En cuanto sintió el agua tibia recorrer su cuerpo, Lincoln abandonó todas sus reticencias. Hacía años que no tomaba un verdadero baño. El contacto con el agua era acariciador, sedante... Le traía algunos de los recuerdos más dulces de su vida. Cuando su amada Carol le tallaba todo su cuerpo con una esponja, mientras lo besaba en el cuello y los hombros.

Luego fue el turno de Lori. La muchacha disfrutó su baño mientras Lincoln degustaba una barra energética. El chico prácticamente se atragantó cuando vio que Lori salía completamente desnuda del baño.

El pequeño enrojeció, pero no apartó la vista ni emitió sonido alguno. Solo pudo ver el cuerpo de Lori durante un momento, pero eso bastó para que aquella visión se quedará estampada a fuego en su mente.

Lori apenas tuvo consciencia de lo que había hecho. Estaba demasiado acostumbrada a su soledad. Las pocas veces que pudo darse un buen baño, siempre estuvo a salvó de miradas indiscretas.

Aquella noche, Lincoln retomó un viejo hábito que había olvidado en todos aquellos meses de hambre y debilidad.

***

- ¿Estás listo, Linky? - dijo Lori, a la vez que cubría el carrito con la vieja lona plástica que mantendría sus provisiones a salvó de la lluvia.

El niño esbozó una media sonrisa.

- No. Pero tampoco me quiero quedar. No ahora que te encontré, Lori.

Sin saber cómo, ambos se encontraron de pronto en los brazos del otro. Ya no tuvieron ningún pudor en llorar.

Se estaban despidiendo de sus recuerdos, de toda una vida. Iban rumbo a lo desconocido, sin ninguna promesa de conseguir nada; y con la única certeza de una ruta cruel, peligrosa, y llena de privaciones.

The Loud House: SobreviviremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora