Hermanos

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Transcurrieron varios días. Las provisiones estaban cerca de agotarse, pero Lincoln y Lori seguían buscando sin descansar.

Se convirtieron en criaturas nocturnas. Lori le explicó a Lincoln que tenían que buscar una luz. Un destello de cualquier color que les permitiera deducir la existencia de un lector de códigos de barras. Y ello, por supuesto, era mucho más fácil de noche.

- ¡Para eso son las barras en relieve que tiene la placa! -dijo entusiasmada-. Mi abuelo era un militar de élite. Estoy segura de que por eso tenía la confianza de encontrar refugio aquí. El dio clases en una academia que estaba por estos lugares, y seguro que la Armada estaría encantada de tenerlo con ellos aunque ya fuera un anciano.

- Pero parece que las bases están abandonadas...

- No lo sabemos. Por ahora, me queda claro que por lo menos, no les importamos. Pero si les mostramos la placa de mi abuelo...

- ...Quizá nos dejen entrar -completó Lincoln con una sonrisa.

- No quizá. ¡Nos dejarán entrar! -exclamó la muchacha.

Aferrados a esa última esperanza, buscaban todas las noches sin descansar. Dormían durante el día y se despertaban a media tarde para reconocer el terreno y planear el itinerario. La falta casi total de luz hacía muy difícil ver el terreno de noche, así que era necesario que reconocieran los sitios en los que necesitaban buscar cuando todavía tenían un poco de luz. Querían depender lo menos posible de sus lámparas. Era necesario evitar atraer la atención de personas indeseables.

Lori pensaba que la luz no podía ser tan fácil de encontrar. Tenía que estar resguardada en algún sitio cubierto. En la oscuridad casi total, una luz muy tenue podía ser vista por el ojo humano a muchos kilómetros de distancia. Seguro que al ejército no le interesaría que nadie viera la luz de un lector óptico... A menos que ese alguien tuviera la habilidad, y el conocimiento exacto de lo que estaba buscando.

***

Los días avanzaron y las provisiones se redujeron, pero Lincoln y Lori no se desanimaban. Ya no desfallecieron en su búsqueda. Por algún motivo, presintieron que lograrían el éxito en algún momento. Habían escapado a demasiadas penurias, pasado por demasiados sufrimientos para llegar hasta allí. Tenían que tener suerte. Se lo merecían. No era posible que se fueran con las manos vacías.

Por fin, en medio de la noche, los cansados ojos de Lincoln distinguieron un resplandor verdoso. Era algo muy tenue, oculto en una oquedad de lo que fueron los restos de una antigua arboleda. Estaba tan bien oculto que era imposible encontrarlo sin una búsqueda deliberada.

- ¡Lori! ¡Mira! -gritó entusiasmado.

A la muchacha le costó bastante trabajo verlo. Tuvo que acercarse mucho, pero a final distinguió los tenues haces de luz verde que formaban una flor como la que había visto en sus sueños.

Se abrazaron sin hablar. Era imposible describir las emociones que sentían. Era una mezcla de miedo, aprensión, gratitud, alegría... Eran tantas cosas a la vez que sus piernas se negaron a sostenerlos, y cayeron abrazados sobre la tierra.

***

Tenían miedo, pero jamás dudaron. Se tomaron de las manos, y Lori pasó la placa de identificación ante el lector óptico.

Se escuchó un leve pitido. Algo inconfundible, aunque mucho más suave que el agudo sonido del lector óptico de un supermercado. Enseguida sintieron que la tierra temblaba. Se escuchó un fuerte rechinido, y una gruesa puerta de acero se abrió en la roca viva de la montaña.

Ambos estaban nerviosos cuando transpusieron el umbral. El hueco de la puerta se iluminó, y al fondo de una pequeña estancia se encendió la pantalla de una computadora. Enseguida se mostró la imagen del hombre que había sido el último presidente de los Estados Unidos. Un sintetizador con su voz grabada los saludaba.

The Loud House: SobreviviremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora