La segunda oleada

53 6 0
                                    


Lincoln nunca entendió por qué se le ocurrió poner el silenciador a la pistola.

¿Acaso ya presentía? ¿Tal vez un instinto desconocido lo obligó a tomar una precaución que en otras circunstancias no habría tomado?

Nunca lo supo, y poco importaba. Gracias a ese capricho o precaución, tuvieron oportunidad de luchar.

La mañana siguiente, tras despertar, lo primero que hizo fue salir a inspeccionar los alrededores. Iba alerta, pero nunca esperó que en la misma sala de la casa hubiera dos hombres armados revisando el lugar.

Afortunadamente estaban distraídos, y no escucharon cuando la trampilla se abrió. La reacción de Lincoln fue inmediata. Dos disparos, y ambos hombres cayeron muertos antes de saber lo que les había ocurrido.

Aún con el silenciador, Lori alcanzó a escuchar. Tomó su arma y se precipitó escaleras arriba, antes de que Lincoln pudiera regresar.

- ¿Qué pasó? -preguntó Lori en un susurro.

- ¡Hombres armados! -contestó Lincoln ansiosamente-. Maté a dos, pero quién sabe cuántos más pueda haber.

Lori miró alrededor y vio enseguida los dos cadáveres. Llevó un dedo a su boca para indicar silencio, y dijo tan suavemente como pudo.

- Hay que inspeccionar la casa. ¡Ya!

Lincoln sabía bien lo que tenía que hacer. Habían repetido ese ejercicio de entrenamiento muchísimas veces, y ya tenían asignadas las áreas de la casa que revisarían. Estaba nervioso pero determinado. Después de lo ocurrido el día anterior, sabía que ya no volvería a vacilar para entrar en acción cuando fuera necesario.

Los dos conocían la casa como la palma de su mano. Tenía detectados todos los posibles escondrijos en los que se podía meter un hombre, y los revisaron rápida y minuciosamente. Terminaron en menos de dos minutos y se reunieron de nuevo junto a la trampilla.

- Tenemos que acabar con ellos. Logré asomarme por la ventana y vi por lo menos dos camiones. Trae el arsenal y nos reunimos en el techo, tras nuestra casamata -dijo Lori.

Se dieron un rápido beso en los labios y se precipitaron para cumplir su cometido.

Ninguno se atrevió a decirlo, y ni siquiera a pensarlo; pero los dos temían que quizá fuera la última vez que sus labios se juntaban en vida.

***

Lincoln recogió las armas y las granadas de mano. Pensó en llevar los fusiles de asalto, pero al final los descartó para llevar más cartuchos de las pistolas. Ambos tiraban mucho mejor con ellas. Regresó rápidamente y aseguró el búnker. Sin importar lo que pasará con ellos, los invasores no debían tener acceso fácil a sus armas y provisiones.

Extremando precauciones llegó a la pequeña habitación del segundo piso a la que llamaban casamata. Una de sus ventanas era lo suficientemente baja para espiar a los enemigos, y dificultaba mucho que pudieran detectarlos desde la calle.

- Son tres camiones -dijo Lori, escogiendo las armas y municiones-. Eso quiere decir que hay cuarenta y cinco de ellos. Ya mataste a dos, y al menos la mitad están dentro o cerca de los camiones. No podemos ni pensar en huir, amor. Si queremos vivir, tenemos que matarlos a todos.

En realidad, Lincoln ya esperaba eso; pero aun así, tuvo que preguntar por qué.

- Porque no tenemos idea de dónde están. Tengo a la vista a menos de treinta. Los que quedan podrían estar en cualquier sitio. Tenemos que asumir que todas las salidas están cubiertas. El barranco nos impide rodear las casas, y con el peso de las mochilas seremos presa fácil. Podríamos escondernos, pero si descubren el refugio, no se irán de aquí hasta que hayan acabado con todo lo que hay. Y volver abajo para buscar nuestras cosas y luego ir a escondernos quién sabe a dónde sería una locura.

- Y además, los hombres que maté... - dijo Lincoln, sin terminar la frase.

Lori le acarició suavemente el rostro.

- Eso estuvo bien, amor. No había ninguna otra cosa que hacer. Fue una suerte que el arma llevará silenciador, pero esos van a empezar a buscar a sus compañeros dentro de muy poco. En cuanto descubran los cadáveres, sabrán que hay alguien viviendo en este pueblo, y lo voltearán por completo hasta dar con nosotros.

- Entonces, tenemos que ganarles y ya -dijo Lincoln, muy nervioso por lo que se avecinaba -. ¿Qué hacemos?

- Lo mismo. Primero, vamos a destruir sus medios de transporte. Luego, arrasaremos a balazos a todos los que veamos. Pero esta vez, tendremos que hacerlo en dos frentes. Desde aquí no podremos ver a todos los que están ocultos. En cuanto sus camiones estallen, uno de nosotros deberá bajar de inmediato y atacarlos desde el nivel de la calle. Como estos tipos son tan estúpidos, saldrán de las casas en cuanto escuchen la explosión de los camiones. Allí mataremos a la mayoría. Pero si nada más les disparamos desde arriba, se darán cuenta enseguida y se refugiarán. Solo tendremos posibilidades de acabar con ellos con ese ataque doble.

- ¿Y quién los atacará desde abajo?

- Yo. Lanzaré dos de las granadas y bajaré de inmediato para atacarlos. Tú empieza a disparar tan pronto como las granadas estallen.

Lincoln abrió mucho los ojos. Comprendió de inmediato lo que eso significaba.

- Pero eso significa que estarás expuesta. ¡Deja que lo haga yo!

- No, Lincoln. Lo haré yo, y no hay discusión al respecto. Tengo años de experiencia en la lucha callejera. Tú no.

- Pero...

- ¡Sin peros! -interrumpió ella, mirándolo con dureza -. Aquí no se trata solo de tirar y vigilar. Hay que moverse, esconderse y luchar cuerpo a cuerpo, si es necesario. Eres bueno Lincoln, pero aquí no basta eso. Se requiere experiencia, y no puedes vacilar ni por un momento.

- ¡Pero estas embaraza... -comenzó a gritar Lincoln, antes de que Lori le tapara la boca.

- ¡Cállate de una vez, maldita sea! -dijo entre dientes-. ¡Lo haré yo, y no se discute más! Se trata de salir vivos, ¿sabes? ¡Solo así tendremos oportunidad!

La chica lo miraba con dureza, pero para Lincoln era evidente que estaba muy afectada.

Tenía razón. Aquella discusión era improcedente. Los planes de Lori siempre eran buenos; esa vez seguro que no sería la excepción.

- Está bien -cedió Lincoln-. Yo los mataré desde aquí, y tú desde abajo.

- Así es. Recuerda: mátalos a todos como ayer. Vigila los techos, alguno pudo haber subido y tratará de dispararte.

Lincoln asintió. Terminaron de preparar las armas y las granadas. Lori preparó su honda y ambos tomaron posición.

La joven dirigió una última mirada a su amado, y sintió una ola de aprensión. No pudo evitar hablarle una vez más.

- Linky... Amor. Si algo llegará a...

Se detuvo cuando se dio cuenta de lo angustiado que estaba. De alguna manera, comprendió que no era miedo por la lucha que desatarian en unos cuantos segundos. Lincoln tenía miedo por ella. Por lo que podría pasarle en la peligrosa misión que se autoimpuso.

¿Para qué atormentarlo más compartiendo sus temores? Tenía que estar lo más alerta y concentrado posible para disparar.

- Todo va a salir bien, amor. ¡Haremos que salga bien! ¿Estás listo?

Lincoln no se sentía listo. Pero tomó su granada de mano y asintió de todas formas.

- Bien. Uno... Dos... ¡Ya!

Lanzaron al mismo tiempo. Cuando la granada de Lori abandonó su mano, tomó inmediatamente su honda, y lanzó apenas un segundo antes de que los dos camiones estallaran.

Los tres tiros dieron en el blanco y acabaron con los camiones y sus tripulantes. Lincoln tomó sus pistolas y comenzó a disparar en aquel caos de humo, llamas, emanaciones de gasolina, gritos de dolor, y confusión. Lori también tomó sus armas, su bolsa de granadas y unos segundos después, atacaba a nivel de la calle 

The Loud House: SobreviviremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora