Parte 1 - Capítulo 1: Tormenta de Piedras

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Dentro de la imponente montaña Góra, situada en el sureste del Bosque Krazwut, se encuentra la ciudad de piedra donde reside el pueblo de los Bogóra. Estos seres tan fuertes como las mismas rocas se entregan incansablemente a su labor. El nombre de la ciudad es Skalomir y sus calles están flanqueadas por pilares cincelados y puentes pulidos. En estas calles se alzan las viviendas del pueblo construidas con una combinación de piedra y madera. En una de estas casas habita Grizmot hijo de Graz, un recolector de las minas.

Era una noche lluviosa de primavera, los truenos retumbaban, el granizo comenzaba a chocar contra la roca y las nubes oscuras auguraban una tormenta que duraría horas. Grizmot se encontraba de pie en el sendero que recorría una cornisa, era una ladera de la montaña expuesta al exterior que se utilizaba para desechar la tierra excavada lanzándola al abismo. Conocido como "El Balcón de los Vientos" por los Bogóras, este sendero conectaba con las minas internas de la montaña, lejos de la ciudad.

Grizmot se resistía a cruzar la cornisa, temía que la luz del sol lo encontrara lejos de los túneles, cegándolo y calcinándolo al instante con su resplandor ardiente antes de que pudiera buscar refugio. Había trabajado toda la madrugada, sabía que el amanecer no tardaría en llegar.

También le preocupaba llegar al otro lado del sendero y resguardarse en el túnel para descubrir que el amanecer había llegado y terminar atrapado en las minas sin manera de regresar a la ciudad hasta el anochecer. Los Bogóras, a pesar de ser sólidos como la tierra y resistentes como montañas, tenían una gran debilidad: la luz del sol, la cual era mortal para ellos.

El trabajo de Grizmot era sencillo pero vital. Consistía en empujar los vagones vacíos a lo largo de los rieles de los senderos y túneles que se adentraban en las minas internas de la montaña. Su labor era recolectar el mineral que los mineros habían extraído con sus picos o recoger las montañas de tierra dejadas por los excavadores al abrir nuevos túneles. Todo lo que recolectaba, ya fuese mineral o tierra, debía ser depositado en el vagón de hierro para luego empujarlo de regreso a la forja si eran menas o lanzarlo al exterior desde el Balcón de los Vientos si se trataba de tierra. De esta forma contribuía al proceso de extracción y mantenimiento de las minas en la montaña.

Gracias a su fuerza y resistencia sobrenatural, Grizmot no tenía problemas para llevar a cabo su labor durante largas jornadas tomando solamente una hora de descanso. Sin embargo, la lluvia y el granizo eran un obstáculo que prefería evitar. Una vez que la tormenta terminara y se asomara el sol, la cornisa sería inaccesible para cualquier Bogóra. Si esperaba el tiempo suficiente, podría dirigirse a otro túnel para continuar con su trabajo hasta que el sol se pusiera.

Por azares del infortunio en aquella madrugada coincidió que los miembros del cabildo de ancianos de Skalomir se encontraban realizando una inspección. Este grupo estaba compuesto por los Bogóras más viejos y sabios de la ciudad, quienes tenían la responsabilidad de gobernar y administrar la Montaña Góra. Justo en el momento en que Grizmot se encontraba indeciso frente al camino empapado por la lluvia, los ancianos llegaron al lugar.

– Saludos, recolector –dijo Valta, una Bogóra de cabellos plateados que era la más querida entre los ancianos y su principal portavoz. Grizmot reconoció su voz. Varios miembros del cabildo lo observaban con desaprobación–. ¿Cuál es tu nombre?

– Mi nombre es Grizmot, mi señora –respondió en tono nervioso, consciente de la mirada reprobatoria de los ancianos–. Grizmot, hijo de Graz.

– Y me pregunto, Grizmot hijo de Graz ¿Por qué te encuentras absorto contemplando la lluvia mientras tu vagón de carga está vacío? –algunos ancianos rieron con sarcasmo.

EL ENANO Y EL GOBLINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora