Parte 1 - Capítulo 3: Las Guerras Verdes

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Caminaron largo rato hombro con hombro entre los pasadizos de tierra y piedra, soportando el cansancio y el dolor de sus cuerpos en silencio. Sus ojos acostumbrados a las tinieblas les permitían orientarse en la oscuridad, sin embargo terminaron encontrando una ruta iluminada por gemas y cristales de colores, similar al túnel multicolor que habían recorrido durante su descenso en el vagón.

Bajo los destellos hipnóticos de azules, rojos y amarillos, caminaron a paso lento y constante durante al menos una hora, dejando atrás el peligro que acechaba en las sombras.

El agotamiento y las heridas los hacían permanecer en silencio, pero el motivo por el que el goblin le pidió con gestos al enano que se detuviera sin hacer ruidos, no tenía que ver con esto. Poco antes de que el túnel doblara en una curva abrupta, había un bulto extraño acurrucado en el suelo contra la pared. Ambos temieron estarse topando con otro yadak tan pronto pues carecían de las fuerzas y las armas para hacerle frente.

Grizmot le hizo gestos al goblin, indicándole que lo atacaran entre los dos, seguía pensando que tomar la iniciativa era la mejor opción contra estas bestias. Tras acercarse un poco más, Zinket detuvo nuevamente al enano, esta vez con una expresión aliviada. Se acercó a aquel bulto y habló en una lengua que el enano no comprendía.

– ¿Qué haces aquí, hijo de los Hombres? ¿Y por qué velas el camino?

El bulto se movió de repente y de entre una capa raída y marrón asomó el rostro pálido de un hombre.

– ¡Goblins! –Dijo echando atrás su capa y desenfundando una espada corta sin levantarse del lugar–. No voy a morir sin luchar.

– No hemos venido a hacerte daño –dijo Zinket–. Estamos buscando una salida, hemos sido atacados por roedores. Mi compañero Grizmot el enano y yo estamos en tu misma situación.

– ¿Un enano? –Exclamó el hombre intentando distinguir las tenues siluetas bajo las luces de colores–. Extraña compañía para un goblin pero me reconforta saber que no vienen más de los tuyos. ¿Buscan una salida? Yo también la buscaba, llevo tres días atrapado en las minas y he tenido que abatir muchas bestias. No creo sobrevivir, estoy herido y sediento, pero tengo fuerzas para empuñar mi espada, así que si quieren vivir solo sigan su camino y no se enfrenten a mí, he decidido morir por mi propia espada en cuanto la sed empiece a enloquecerme.

Aquel hombre hablaba con la cordura del que ha perdido toda esperanza. Grizmot miró al hombre con compasión, no entendía su lengua pero comprendía que temía por su vida, y con una mirada le hizo una petición al goblin.

– Sabemos lo que es estar solo y herido –comenzó a decir Zinket–. Yo mismo he ayudado y recibido ayuda de este enano. Permítenos ayudarte –el goblin sacó de su bolsa un puñado de hojas amarillas y las dejó en el suelo al alcance del hombre. Por la mirada de sorpresa del humano, Zinket supo que les sabría dar uso.

Después desató su bota de cuero del cinturón y se la lanzó a los pies. El hombre recogió la bota y bebió de ella con avidez hasta vaciarla. Zinket no pudo ocultar un dejo de molestia en su mirada. El hombre se apresuró a decirle:

– Hay un manantial no muy lejos de aquí, solo tienen que seguir este mismo camino sin tomar desvíos y lo encontrarán en la encrucijada –le devolvió la bota al goblin–. No te habría dejado sin agua si no tuviera cómo compensarte. Te agradezco la ayuda, con mis heridas tratadas por estas hojas, con el agua que he bebido y algo de descanso quizás pueda vivir un día más –el hombre enfundó su espada–. Márchense, saldré de aquí solo.

Grizmot no se sintió a gusto dejando a aquel hombre abandonado pero cuando Zinket le tradujo sus deseos no tuvo manera de oponerse. El enano y el goblin continuaron con su camino y tras doblar por el túnel dejaron atrás al misterioso hombre que había recuperado el brillo en sus ojos.

EL ENANO Y EL GOBLINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora